Los terremotos son inevitables, pero las nucleares no lo son. Un terremoto y un tsunami son acontecimientos geológicos que se gestan en las entrañas de la Tierra, totalmente ajenos a los designios e intereses humanos. En cambio, las centrales atómicas, junto a su normal y corrosivo funcionamiento tecnológico, sus accidentes y la contaminación que irradian centenares y mies de años son en realidad hechos de construcción humana, que se idean, se proyectan y desarrollan con decisiones políticas y científico-técnicas conscientes junto a metas sociales. Nada o casi nada podemos hacer para frenar un terremoto o un tsunami. En el mejor de los casos podemos construir nuestras casas mejor o tener unos minutos de aviso en el caso del tsunami. Pero sí que podemos hacer muchas cosas para prevenir los terribles y muy duraderos impactos mortíferos de la energía nuclear.
La catástrofe natural en el Japón junto a la catástrofe nuclear que le ha seguido pone de relieve al menos dos ideas fundamentales en torno a la vida natural y las tecnologías humanas. De una parte conviene no olvidar que no debemos albergar la ilusión de poder domar y esquilmar a nuestro antojo el conjunto de las fuerzas de la naturaleza, tal y como se muestra en la inmensa fuerza destructiva del terremoto en Japón y del tsunami posterior. Por otra parte, también son difícilmente domesticables las fuerzas desatadas por la propia inventiva humana mediante peligrosas tecnologías con gigantesco poder para generar consecuencias ambientalmente destructivas e irreversibles que se alargan enormemente el tiempo y en el espacio. Esta posibilidad de catástrofe radical fruto de la acción conquistadora de los humanos apela a nuevos y prudentes principios éticos capaces de orientarnos para evitar los terribles males atómicos que ahora se expresan las "seguras centrales atómicas" japonesas. Ante este tsunami atómico en Japón nos urge domesticar la irresponsable prepotencia y ceguera faústica de los seres humanos que amenaza la habitabilidad de planeta mediante el cierre de las centrales nucleares.
Seguramente, con los años Japón podrá reparar parte de lo destruido por el terremoto y el tsunami, pero los efectos de invisible contaminación por fuga radioactiva se sufrirían durante generaciones ampliándose en el espacio y en el tiempo. Mientras la devastación de las catástrofes naturales es inmediata y visible, la profunda muerte atómica es inter-generacional e inter-especies, penetra y se incuba por todos lados, en nuestros cuerpos, en los seres vivos, en el aire, en el suelo y en el agua para décadas o siglos.
La actual crisis nuclear en Japón es un serio aviso para los irresponsables y optimistas planes nucleares en España y en Europa. Ante los enormes peligros intrínsecos de esta fuente energética los defensores pro-nucleares se quedan sin legitimidad más allá de retóricas engañosas y de encargos pagados por el lobby atómico. Se deberá priorizar el avance hacia las energías renovables en la agenda política mediante un rápido giro hacia la puerta de salida de la energía nuclear, el cierre programado de las plantas y una gestión responsable de los residuos radioactivos.
Postdata:
Algunas perlas de las "autoridades competentes", japonesas y nuestras.
"Hay pocas posibilidades de una fuga masiva de radioactividad como Chernobyl".
No ha habido información extensa e independiente sobre los niveles reales de contaminación radioactiva. Aunque la fugas radioactivas finalmente resulten no ser tan masivas, los peligros ahora y en los años venideros para las personas y el medio ambiente pueden ser graves. Bajo optimistas discursos técnicos de más seguridad y control, el principal objetivo del secretísimo y opacidad informativa es no asustar a la opinión pública, no dañar más la imagen y privilegios de la industria nuclear, ni castigar electoralmente a gobiernos y partidos, .
"Aprenderemos las lecciones de este accidente y así las centrales serán más seguras que nunca".
La energía atómica es una tecnología sometida a un gigantesco desgaste en sus materiales, es peligrosa en sí misma, lo que hace imposible el querer prevenir los fallos y anomalías internas y externas que pueden afectarla. Es imposible erradicar sus males y las posibles amenazas naturales y humanas que pueden desencadenar catástrofes inimaginables. La gran mayoría de centrales atómicas son vulnerables a atentados terroristas, a accidentes aéreos, a grandes inundaciones, a fuertes terremotos, a tsunamis, a fallos humanos en cadena, a fallos y accidentes técnicos y contaminaciones en el ciclo de producción, traslado y almacenaje de los materiales radioactivos, y también se corre el peligro añadido de sufrir robos y ventas de materiales y fuel radioactivo para otras aplicaciones, como es la creación de "bombas sucias" o como son los chantajes, entre otras amenazas. Las terribles consecuencias de cualquiera de estos incidentes serían irreparables y muy duraderas en el tiempo. Aunque puedan parecer "improbables", ya se están dando. No debemos jugar a la ruleta rusa con la mortífera y terminal contaminación radioactiva.
El Principio de Precaución exige el plantear el peor de los escenarios posibles, frenar y evitar el escenario de lo peor poniendo todos los medios necesarios a nuestro alcance.