Las posiciones y discursos de la izquierda española, incluyendo en ella gran parte de sus tonalidades y pluralidad, incluso en las nuevas fuerzas políticas como Podemos que recientemente han irrumpido en estas pasadas elecciones europeas, están dominadas por las prioridades economicistas, que a su vez tienden a favorecer la creciente destrucción de la naturaleza. Sus prioridades de desarrollo y crecimiento están generalmente definidas por unos parámetros macroeconómicos que suelen basarse en la continuación del sobre-consumo de un mundo biofísico limitado y esquilmado. Los escasos recursos retóricos a la “sostenibilidad” y el “equilibrio ambiental” no llegan a ocupar el centro de su quehacer político.
La ausencia de una fuerza política verde española fuerte sin complejos de inferioridad ni hipotecas fundacionales frente a la Izquierda real empeora las posibilidades de modificar las actuales prioridades economicistas y productivistas que lastran la oposición al PP. Además, existe la carencia de un liderazgo verde lúcido con capacidad comunicativa sobre el valor añadido distintivo de una fuerza política verde frente a la mayoría productivista de la izquierda. Por desgracia, lejos de ocupar el centro del debate político con propuestas socioecológicas transversales, las fuerzas ecologistas a menudo se convierten en un “complemento” marginal y estético para la Izquierda y, en general, solo consiguen teñir “las fuerzas progresistas” de un verde muy pálido. La realidad es una “ecología política” española que continua siendo fagocitada por partidos izquierdistas y nacionalistas.
Las metas dominantes de la izquierda en su pluralidad interna se orientan prioritariamente a la desigualdad social estatal y por mejoras en los procedimientos democráticos, los asuntos que se vinculan a debates sobre la forma de estado, la corrupción o la posible independencia nacional de algunas regiones. Ocurre que la mayoría de las cuestiones sociales y económicas que dominan el escenario político, y a pesar de ser intrínsecamente ecológicas, se obvian o se disfrazan sistemáticamente mediante el uso de un lenguaje exclusivamente social o economicista. Este es un característico rasgo negacionista de las prácticas políticas de la izquierda en relación a los imperativos de la sostenibilidad ecológica y social, lo que implica una peligrosa miopía en torno a los daños y peligros desencadenados por las actuales dinámicas globalizadas del crecimiento y el desarrollo. Pero ocurre que lejos de ser el medio ambiente un lujo en tiempos de crisis económica, ocurre más bien lo contrario: es imposible enfrentarse con mínimas posibilidades de éxito a las desigualdades e injusticias sociales sin abordar con igual atención y fuerza las múltiples crisis socioecológicas. Cuando se tienen en cuenta las variables ambientales del acceso a los recursos naturales y la distribución de daños y amenazas, nuevas y diferenciadas formas de estructuración y desigualdad social aparecen además de las desigualdades de clase y rentas económicas.
Resulta alarmante que las crisis ecológicas, que son siempre socio-ecológicas aunque no se reconozcan como tales, que hoy crecen sin control y tienen múltiples expresiones globales y locales, sean solo consideradas un asunto muy marginal o inexistente en el debate y las prioridades políticas de los partidos del cualquier orientación ideológica. Con la actual fase globalizada de la economía se empeoran aún más las cosas. Ante esta gran tragedia colectiva y común, el único futuro posible es el del freno, consciente y planificado o de colapso catastrófico de la civilización industrial, un futuro enraizado en el presente que en parte es inimaginable e indeterminable con exactitud dada la complejidad autoorganizativa de los sistemas vivientes, capaces de innovar sin seguir simples patrones lineales ni previsibles de comportamiento. Lo tristemente cierto es que crece el descuento y la reducción de oportunidades de disfrute de la vida y bienestar para el presente y futuro, para los seres humanos y para el resto de seres vivos y ecosistemas, y a menudo de forma irreversible. No es una visión catastrofista sino una visión realista con un gran respaldo empírico y científico.
A pesar de que las realidades socioecológicas continúan siendo ignoradas por parte del “encierro en lo social” de las políticas reales de la izquierda política y ciudadana, lo cierto es que las crisis ecológicas son también plenamente sociales. Nunca hemos vivido fuera del mundo natural, tal y como han ideado fantásticamente los modernos. Nunca hemos sido superiores por tener la capacidad de la razón, ni hemos tenido un origen diferente, divino o racional, al de nuestro humilde parentesco evolutivo con el resto de animales no humanos, no somos los dueños de la vida natural a la que pertenecemos, la que es parte y contexto de toda acción humana. Lo que olvida la izquierda española es que el entronar los abstractos y desencarnados ideales modernos de libertad, razón, inteligencia y tecnología humanas bajo el impulso del crecimiento económico y de la producción material, la competitividad y el desarrollo, nunca nos ha librado de nuestra condición y continuidad con el resto de animales y de nuestra inevitable dependencia del entorno natural y sus complejos procesos generativos.
A pesar de enfrentarnos a una situación ambiental de gravísima a escala planetaria y a nivel de la península ibérica, paradójicamente los problemas ecológicos y socioecológicos siguen siendo tratados políticamente como simples “temas sectoriales” o “fenómenos secundarios” que no cuestionan ni alteran significativamente las dinámicas y parámetros de las prioridades del peligroso desarrollo productivista. Para las grandes decisiones económicas que se toman por parte de las élites gobernantes, en todo caso son muy secundarios a las prioridades puestas en el crecimiento de la producción y el consumo, los derechos sociales, la corrupción y los procedimientos democráticos. En consecuencia, las principales problemáticas de habitabilidad, salud y supervivencia ecológicas globales y locales sufren una sonora y triste orfandad política: la izquierda sufre afonía cuando balbucea sobre el medio ambiente “sectorialmente” o en algunos excepcionales casos de “afectados” territoriales de proyectos de prospecciones, transvases, .. Las grandes cuestiones ecológicas como son el cambio climático, la energía, el agua o la contaminación química, no suelen merecer ni una sola palabra en las famosas tertulias políticas televisivas ni en los grandes mítines de las principales líderes de IU, Podemos, PSOE y distintos partidos nacionalistas de izquierdas.
A nivel programático la izquierda responde bastante más a las retos ambientales que la derecha pero la experiencia práctica política nos muestra que un posible cambio en la gobernanza hacia la izquierda no significa necesariamente un giro significativo a la altura de las transversales y prioritarias demandas de las múltiples crisis ecológicas, energéticas, climáticas, alimentarias, químicas.....
Examinemos algunos de los muchos relatos cargados de mitos y clichés propios la percepción política de la izquierda española de la crisis ecológica:
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1.La lucha anti-capitalista no es necesariamente una lucha ecologista
Tanto el capitalismo como el llamado socialismo (desde la social-democracia hasta el comunismo), en sus distintas tonalidades y realidades históricas, han sido (y son) tremendamente destructivos con el entorno natural, el clima y la biodiversidad. Obviamente, la vigente globalización dominada por grandes empresas multinacionales empeora la escala de la destrucción ambiental pero muchas de las fuerzas izquierdistas anti-capitalistas comparten con el capitalismo neoliberal los objetivos del productivismo, “el progreso” y la consideración de la naturaleza como meros recursos, materias primas y fuentes de riqueza. No cuestionan que crezca la tarta biofísica (ni como se cocina); solo el reparto de la misma. Mientras unos centran el crecimiento en sus beneficios privados y la competitividad los otros ven el crecimiento como una oportunidad para financiar los servicios públicos y aumentar el reparto social del crecimiento de la tarta económica mediante los impuestos. Las consecuencias indeseadas “colaterales” sobre la viabilidad misma de los ecosistemas suelen ser consideradas meras “externalidades”que pueden exigir más o menos atención de reparación “al final de la tubería”. Al enfocar su atención a las grandes cuestiones económicas macro-estructurales de crecimiento, acumulación de capital y el reparto tanto la Derecha como la Izquierda suelen obviar los complejos procesos retro-alimentados de producción con impactos ambientales, las relaciones socioecológicas injustas y una ética ecológica global de los límites.
2. La superpoblación es un problema grave. Al dar absoluta prioridad a los medios de producción y a la división de clases la izquierda suele considerar que el crecimiento demográfico de “las clases populares” o de los pueblos del Sur no es preocupante frente a los problemas principales como como el consumo y control sobre el capital de los más ricos. Los hechos desmientan este punto de vista ideológico.
3. Lo público no es siempre más sostenible que lo privado.Ser una propiedad del Estado es un régimen legal de propiedad que no asegura en absoluto una práctica de gestión colectiva responsable de bienes comunes, como el agua, el suelo, la biodiversidad, el mar o el aire. La izquierda siempre insiste en el supuesto de que lo “Público” garantiza la sostenibilidad, cuando los hechos y experiencias históricas no suelen respaldar esta afirmación. Por desgracia, ser público o estatal, ni ser privado, no significa automáticamente una práctica de gestión ambientalmente sostenible. Muchas de las actividades más dañinas y peligrosas para el planeta como es la energía nuclear, los macro-embalses, las macro-infraestructuras, la agricultura intensiva o la extracción y quema del carbón, solo permanecen por ser operaciones públicas o apuntaladas masivamente con dinero público sin la cual no tendría viabilidad económica. La gestión pública real e histórica del suelo, del agua y de la energía muestra que no ha ofrecido en absoluto garantías de sostenibilidad ambiental. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que lo privado es mejor para el futuro ecológico sino que el factor de la propiedad no es siempre tan determinante como afirma la izquierda en sus alegatos en defensa de lo público. Además, el “acceso” a los bienes comunes naturales exigido por parte de la Izquierda no quiere decir necesariamente su adecuada conservación.
4.“Más honestidad y menos corrupción significa menos destrucción ambiental”. Esta es una verdad a medias que parte de la izquierda impulsa en sus discursos a favor de una “regeneración democrática” después de los múltiples casos de corrupción en España. Pero conviene saber que muchos de los “maldesarrollos” de los últimos años han estado empujados por políticos honestos y legales, por ser coherentes con su creencias en favor del crecimiento a toda costa como camino de bienestar conjunto. Esta es la cultura política hegemónica que domina el modelo económico y laboral dominante en la izquierda, muy similar a los principios y valores del crecimiento y desarrollo de la derecha. La izquierda es parte del consenso productivista fundado en la creciente devastación del mundo viviente al que también pertenecen las sociedades humanas. Los hechos históricos son demoledores: los grandes planes urbanísticos, turísticos y de infraestructuras de los años del boom fueron apoyados por los políticos, honestos o no, de todos los partidos principales. Achacar la destrucción ambiental a la corrupción puede servir de coartada para no enfrentarnos a los radicales cambios culturales, sociales y económicos que reclaman las crisis ecológicas. Al enfocar toda la atención sobre la corrupción se obvia la adicción económica, cultural y social a la expansión sin límites que atraviesa el quehacer político mayoritario y sus discursos sobre el empleo y el bienestar que suelen obviar la base ecológica que da soporte a la sociedad.
5. La izquierda carece de políticas específicas para las mujeres de las crisis ecológicas.
No integra las políticas ecológicas en ámbitos sociales donde las mujeres son protagonistas y desempeñan un papel sociológicamente relevante y singular, como en la alimentación, ropa, transporte, energía, enseñanza, limpieza, servicios asistenciales,salud, publicidad, ciencia, … La Izquierda no cree ningún puente político o cultural específico de justicia ambiental entre las mujeres y la crisis ecológica al no integrar políticas ambientales para ampliar y enriquecer con un feminismo diferenciador positivo en sus programas específicos de “igualdad de género” y paridad. Otro ejemplo más de la falta de transversalidad ambiental de la Izquierda.
6. Una justicia social encerrada en las ideas de lo “nacional”, “estatal” o “del pueblo” margina las crisis ecológicas y las necesidades urgentes de su realidad planetaria y ecosistémica
Al orientar sus discursos casi exclusivamente al marco estatal o “nacional” de la gobernanza y la desigualdad social, la izquierda suele ignorar totalmente que la gran mayoría de los empresarios, autónomos, empleados, trabajadores y estudiantes en España, son parte de la “clase rica y sobre-consumidora” de recursos naturales escasos y limitados a nivel planetario. Bajo los deformantes parámetros de estados nacionales(o nacionalismos periféricos) se invisibilizan su condición fundamental: su pertenencia a la clase consumidora dominadora global sobre la mayoría de seres humanos y la naturaleza por su explotación desproporcionada individual y social de los castigados ecosistemas del la Tierra.
A pesar de las fuertes desigualdades y recortes sociales actuales en España , la gran mayoría de la población, desde la óptica ampliada del análisis ecológico también sigue ubicada entre los “explotadores” que producen los grandes daños planetarios, un hecho identitario nunca mencionado por la Izquierda. Como una de las principales prioridades políticas de la Izquierda es la defensa del “poder adquisitivo” en rentas económicas de la “mayoría social” española, se ignora la desigualdad planetaria Norte-Sur que se basa en el saqueo ecológico del planeta y sus ecosistemas que no es sólo producto de las actividades de unas empresas multinacionales sino se fundamenta también en las demandas sociales de bienes de consumo de todo tipo a bajo precio. Mientras una injusta “austeridad” española es con razón el centro de críticas de la Izquierda, precisamente son unas políticas de una austera “suficiencia” lo que hacen falta en sociedades “sobre-consumistas” del Norte como la española para poder atender las necesidades sociales y ecológicas de resto del planeta, muy especialmente el Sur más empobrecido.
7. La izquierda que solo suele exigir aumentar los impuestos directos sobre la renta y no aumentar la presión fiscal indirecta para des-incentivar el consumo de productos dañinos para el planeta y la salud.Son globalmente social y ecológicamente justos los impuestos sobre el consumo de energía contaminante, el tráfico rodado, las sustancias peligrosas, el tabaco, las actividades degradantes del suelo, .. Nuestra sociedad necesitan tanto los impuestos directos como los indirectos para incentivar las prácticas y los procesos ecológicos el planeta. Hay que superar la óptica meramente estatal o europea de la fiscalidad.
8. Cuando unos puestos de trabajo están en juego la Izquierda suele olvidar de los principios ecológicos. Carbón, Coca cola, industria química, ….. Cuando la Izquierda se pone su “traje social” ante el peligro de pérdida de empleo se obvia el impacto socioecológica y sanitario de la actividad productiva o extractiva implicada. Cualquier transición rápida a otro modelo laboral y productivo es postergada por la Izquierda al futuro lejano y sólo considerada si antes se haya creado trabajo estable alternativo (lo que solo exige para estos sectores industriales). La defensa fuerte de parte de la izquierda del empleo en la “economía negra”(y su apoyo de las subvenciones públicas) contrasta frontalmente con las abiertas críticas de la izquierda radical de la “mercantilización” de los sectores de “la economía verde”.
9. La Izquierda no integra transversalmente la sostenibilidad ecológica en las urgencias sociales de la crisis. Lejos de integrar las cuestiones ambientales que están íntimamente relacionadas con las causas y consecuencias de la crisis económica española, la Izquierda solo promociona respuestas “puramente sociales”(muchas veces con un impacto ecológico negativo) ante los recortes, las “austeridad” y otras medidas provocadas por la crisis. La vivienda, la salud, la alimentación, el transporte, la educación, el bienestar animal y la investigación científica son algunos de los sectores que permitirían una fuerte integración socioecológica ante la crisis económica y financiera. Tristemente, la transversalidad ambiental real y activa brilla por su ausencia en la izquierda española.
10. “El agravio comparativo” de la izquierda nacionalista en Catalunya, Euskadi, Galicia, Valencia y otras regiones choca de lleno con las necesidades biogenerativas y los equilibrios ecológicos.Los nacionalistas suelen pregonar continuamente el agravio comparativo con “Madrid” para justificar mayores inversiones públicas en grandes infraestructuras (puertos, aeropuertos, autovías..) que son ambientalmente muy destructivos y sobre-demensionados. Ignoran su posición global de sobre-consumidores y ricos del Norte. Los valores ecologistas son universalistas.
11. La Izquierda política ignora la ética ecologista en sus políticas de las entidades financieras y la banca.En muchos países las políticas de inversiones de las entidades financieras como de las cajas de ahorros (donde la Izquierda y los sindicatos suelen estar representadas) o los planes de pensiones están politizadas para criticar y pedir la supresión de las inversiones en los combustibles fósiles, la energía nuclear, la industria agro-química, la minería destructiva o las actividades destructivas en el Sur. No así en España donde la Izquierda no posee una clara política bancaria y financiera ambientalista y ética.
12. La Izquierda, salvo algunas honrosas excepciones, no da ejemplo de lo que predica en sus programas y discursos retóricos y abstractos sobre “el medio ambiente”. No “ecologiza” las compras y gastos públicos de instituciones públicas como escuelas, universidades, hospitales, ayuntamientos, ministerios, diputaciones, .... Allí donde la Izquierda tiene capacidad de ejercer una influencia importante mediante representantes de partidos, sindicatos y asociaciones, apenás existen iniciativas coherentes y continuadas de exigencias y públicas ecológicas en múltiples campos, como pueden ser los de la alimentación y caterings, los productos de limpieza, la construcción y edificaciones, las energías renovables, los ciclos cerrados de materiales y residuos,...