En la Cumbre Mundial de la Salud celebrada en Berlín esta semana docenas de cámaras de televisión y hordas de periodistas se agolpaban en la gran sala del Ministerio de Exteriores de Alemania durante la sesión informativa sobre la lucha contra el virus del Ébola. A pesar de existir brotes del virus en África desde 1968, los primeros casos que afectan a europeos y estadounidenses han atraído la atención obsesiva de la prensa y por añadidura de la opinión pública. Las declaraciones más claras eran las del portavoz de Medicos Sin Fronteras que expresaba su gran frustración con la débil respuesta de los países del Norte ante la situación sanitaria que se vive sobre el terreno en África occidental, que no solo necesita una respuesta puntual de emergencia sino la ayuda constante para la construcción de unas infraestructuras estables a favor de una cobertura sanitaria universal.
Al acabar la sesión sobre Ébola empezaba la primera de una série de sesiones sobre la temática de esta Cumbre Mundial de la Salud: el Cambio Climático y la salud. Pero lo sorprendente que ocurrió después fue que la gran sala repleta de periodistas y asistentes de repente quedó casi vacía. La prensa mundial se esfumaba por completo como por arte de magia, como si allí mismo hubiera entrado el propio virus del Ébola.
Como resultado del consenso existente entre centenares de científicos sobre la grave situación de emergencia que plantea la desestabilización climática para el conjunto de la humanidad, uno de los expertos mundiales más reconocidos sobre el impacto climático en la salud pública global del Panel Intergobermental del Cambio Climático de la Universidad de Heidelberg, comenzó a desgranar un escenario muy sombrío y pesimista a causa de las realidades aterradoras que se proyectan sobre el futuro próximo de la humanidad y el planeta. Fue tajante al explicar los estrechos límites de adaptablidad que tienen las sociedades humanas ante las mutaciones radicales que se avecinan y los impactos negativos y sin control que están en curso.
Se estima que a partir del año 2030 (dentro de solo 16 años) la temperatura media del planeta ya habrá aumentado en 1,6 grados. La gran extensión de ciertas enfermedades tropicales, el aumento de las infecciones provocadas por la escasez creciente y la mala calidad el agua, las fuertes oleadas de calor y otros eventos climáticos extremos impondrán importantes pérdidas y restricciones al acceso a recursos básicos, como son el agua potable, las tierras fértiles, las actividades agrícolas y la vida cotidiana en general. Incluso insistía en la dramática reducción de capacidad de carga del planeta para la habitablidad humana en grandes extensiones geográficas debido al impacto de las sequías, la deforestación, la erosión y, en general, a un clima demasiado hostil para el sustento de sociedades humanas estables y el florecimiento de la biodiversidad. Afirmaba también que había un alto grado de predictabilidad en los pronósiticos porque son procesos bastante claros que se corroboran con datos científicos y que ya están en imparable marcha. Las predicciones más alejadas en el tiempo que afectarán a la salud humana a partir del 2060, cuando se espera un aumento de más de 4 grados, tienen elementos inimaginables más propios de una temible visión apocalíptica.
Al concluir su presentación, un elemento más deprimente aún que se añadía a la catastrófica radiografía general sobre el mundo que se avecina fue expresado por el científico: su poca fe en una eventual reacción responsable, rápida y a la altura de la circunstancias y necesidades por parte de los mandatarios políticos estatales e internacionales y las "élites fosilísticas". Contrariamente, consideró que el escenario político más probable es el del “business as usual”, con las mismas pautas débiles y totalmente insuficientes, como por ejemplo reflejan las engañosas y superficiales medidas energéticas tomadas hasta ahora.
Esta mañana, en los telediarios de noticias se anunciaba que una gran empresa farmacéutica sacará a principios del año un tratamiento eficaz para el virus del Ébola. No se anuncia ningún tratamiento para la terrible fiebre climática que padecemos en nuestra única, frágil y común casa planetaria.