IU busca las siglas verdes para parar su caída electoral y confundir así al electorado ecológicamente sensible, y ante la catástrofe ambiental concibe políticas ambientales similarmente a como lo hacen los demás partidos de izquierdas y derechas: sectoriales, erráticas, desconectadas del resto de prioridades económicas y sociales, e incapaces de cuestionar la fe economicista del crecimiento, la productividad y el empleo. A pesar de perseguir con desespero la marca verde IU no coloca la galopante destrucción ecológica en el centro de los debates y prácticas políticas, lo verde resulta ser más bien un adjetivo que añadir a otros, no un sustantivo. En cambio, los partidos verdes reconocen que los asalariados, los consumidores y el estado también participan en la destrucción de los sistemas vivos de cuya regeneración y salud dependemos.
IU trata de tener las siglas verdes y airearlas al menos durante los cuatro años del ciclo electoral, o las añade sin más a su nombre propio, tal y como ya lo han hecho las IU de Andalucía, Euskadi, Mallorca, Aragón, IC. Este engaño a la ciudadanía también obstaculiza la conformación de un espacio político verde con unas señas de identidad claramente diferenciadas de las izquierdas, derechas y nacionalismos, y no subordinado ni satelizado por otros partidos. No es lo mismo un acuerdo electoral coyuntural entre fuerzas políticas diferenciadas y visibles, que la creación de una convergencia política que se apropia de la identidad verde al tiempo que en la práctica política no la coloca al centro de los debates y decisiones eludiendo con ello las implicaciones centrales del pensamiento verde.
EUPV no se ha quedado atrás en este travestismo político. Últimamente, los verdes elegidos como fieles voceros para esta operación de marketing ambiental de la izquierda comunista han sido Carles Arnal y Joan Francesc Peris, ambos partícipes de las refriegas internas de EUPV y sus luchas de poder. Arnal se salió del partido de Els Verds una vez que consiguió ser diputado autonómico por l’Entesa de EUPV y cuando Los Verdes del territorio estatal decidieron ir a las generales y europeas del 2004 en alianza electoral con el PSOE, obteniendo con ello un diputado estatal: Francisco Garrido, y un eurodiputado del Grupo Verde en el Parlamento Europeo: David Hammerstein. Aunque Carles Arnal hoy parece haber caído en desgracia a ojos de la actual dirección de EUPV, sin embargo repite su dictado cuando desdibuja y oculta públicamente la identidad central de los partidos verdes al concebirlos como enlatados dentro de un estado de fusión y armonía sin fricciones con la “izquierda transformadora” (¡curiosamente con ello se deja fuera al 95% de los partidos verdes europeos!). El Sr. Peris es el “nuevo verde oficial” designado por EUPV, tiene en su haber una inquietante trayectoria política: de dirigente comunista a supuesto “líder verde”, pasando por diputado del PSOE en las Cortes Valencianas. En el 2004 lideró un entrismo en la organización de Els Verds del PV haciéndose con el control del partido, con expulsiones y decisiones estalinistas sobre los militantes históricos de Els Verds, y que ahora se concentran en Los Verdes de Europa.
El maquillaje verde de la izquierda comunista oculta las contradicciones y antagonismos que aparecen cuando se ponen por delante las necesidades de los ecosistemas esquilmados, y que a la vez son intereses sociales y colectivos. Priorizan un anacrónico y erróneo concepto de “lo social” a menudo separado o enfrentado a lo ecológico. Por ejemplo, bajo la empalagosa y vacía retórica de la “sostenibilidad” que ya todo el mundo repite hasta la saciedad en un inmenso reino de confusión, IU defiende contradictoriamente las subvenciones públicas a actividades contaminantes de todo tipo en nombre de la prioridad del empleo o del salario. Se niega al cierre de las minas de carbón, a la reconversión ambiental de la industria química o de la agricultura intensiva. No quiere una fiscalidad ecológica directa e indirecta que ponga en práctica ecotasas que responsabilicen a empresas y a usuarios de la destrucción de bienes naturales comunes y básicos que generan. Se opone a que los precios reflejen e internalicen los daños ecológicos generados en los procesos de producción y consumo.
En medio de este nominalismo político en versión verde, lleno de palabras pero de escasa acción práctica, de nada sirve el llamarse eco-socialista ni el hacer programas electorales con un apartado ambiental redactado por expertos ecologistas. Tampoco vale el hacer grandes exégesis y artificios de reinterpretación teórica para con ello pretender encontrar en los textos marxistas fundacionales un ecologismo avant la lettre. El llamado ecosocialismo es especulación ideológica sin realidad histórica concreta que lo legitime, ya que el “socialismo real” sabe muy poco de ecología (desde el soviético hasta el populista petrolero de Hugo Chávez que sí sabe mucho de la destrucción del clima con su “petróleo barato para los pobres”). En definitiva, se trata de algo parecido a lo que le ocurre al nefasto y temerario credo neoliberal. Ningún país europeo tiene un partido verde consolidado que propugne el “eco-socialismo” que IC y una parte de IU defienden cuando la experiencia real e histórica es de imposibilidad y contradicción interna entre ambos términos.
En Europa los partidos verdes nacieron hace tres décadas con claras diferencias de otras fuerzas políticas de izquierdas, derechas, y nacionalistas. Hoy, la desbocada crisis de supervivencia civilizatoria convierte a las políticas verdes en imprescindibles. Al reconocer que no hay separación sino una radical continuidad entre la salud de los ecosistemas y la salud de las personas, los partidos verdes ponen por delante los valores de protección y cuidado de la vida planetaria como condición y eje del resto de políticas. A la Madre Tierra amenazada de muerte le da igual si las emisiones contaminantes vienen del mercado, del consumo individual o del estado, lo que urgentemente reclama es su freno, venga de donde venga el daño ecológico. Es absurdo pretender que el proyecto verde está atado en matrimonio indisoluble con la izquierda como si esta acreditara un trato limpio e inmaculado con los sistemas vivientes. La novedad de las políticas verdes está en que optan por exigentes normas sociales y ambientales de carácter local, nacional y supranacional afectando a toda la estructura social y económica. La agenda verde está muy alejada de los estrechos dogmas de las izquierdas muy a menudo encerradas en la defensa incondicional de lo público frente a lo privado cuando a menudo la iniciativa pública es un gran ejemplo de destrucción ecológica y maldesarrollo. La opción verde es europeísta, está muy lejos de las impotentes “políticas del no” que aplazan indefinidamente el dar alternativas prácticas viables, y que suelen caracterizar a las izquierdas radicales. Las utopías verdes son realistas, situadas, e inacabadas al dar prioridad práctica al presente ya que no esperan a la autopsia cuando las lesiones son temibles e irreversibles. Saben que los avances son siempre parciales e imperfectos en medio de condiciones y equilibrios de fuerzas desventajosos. No esperan a un futuro incierto para obtener logros porque es muy frágil y está enormemente amenazada nuestra humana condición física y biológica. MARA CABREJAS
Profesora de la Universitat de València