A pesar de lo irracional y nefasto del abandono de Trump del Acuerdo de Paris sobre el Clima lo cierto es que ha caído como maná del cielo para la mayoría de los líderes políticos europeos y para el deprimido proyecto europeo. Ha permitido sacar pecho a nuestros portavoces institucionales de todo tipo y color haciendo proclamas en "defensa" del clima. La irresponsable espantada de Trump del Acuerdo de Paris ha dado pie a una reacción con una curiosa escenografía de políticos y empresarios que enarbola "los valores europeos", también se han sumado actores sociales tan variopintos y distanciados como son las empresas campeonas en emisiones contaminantes y las organizaciones no gubernamentales ecologistas y defensoras de los derechos ambientales. Lo llamativo del discurso de este renovado brote de orgullo europeo es que se haga en nombre de un problema ecológico que afecta a la atmósfera planetaria, algo que alude a nuestra identidad común primordial, tan fundamental como despreciada: nuestra condición común de terrícolas radicalmente dependientes de los ecosistemas y el estado de salud de la Tierra.
Otro cantar es la irresponsabilidad generalizada, tanto de EE.UU, y de la UE, de no embarcarse en una lucha climática ambiciosa y eficaz a la altura de las enormes exigencias del problema civilizatorio a que nos enfrentamos. En ambos lados del atlántico las prioridades económicas del crecimiento y del extractivismo globalizado siguen vetando los profundos cambios estructurales necesarios para tomar en serio el cambio climático.