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Los Verdes

17 juin 2015 3 17 /06 /juin /2015 08:24
La Huerta Ecológica es Futuro

 

Nos hemos despertado de la pesadilla sobre la última amenaza de amputación que ha padecido la Huerta de Valencia: la revisión del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de la ciudad de Valencia impulsado por Rita Barberá y el PP, que incluía la desaparición de 411 hectáreas de Huerta a cambio de más dosis de asfalto, hormigón, túneles, rotondas y carreteras. La Huerta de Valencia que históricamente envolvía la ciudad hoy es fuente de bienes y servicios inconmensurables que son más necesarios que nunca: despensa alimentaria de proximidad; pulmón verde y de descongestión urbana; muro de contención de la incesante expansión urbana de la capital y los pueblos metropolitanos; lugar y paisaje para el disfrute estético y recreativo; legado de usos, costumbres e identidad; memoria cultural y arquitectónica; agroecosistema único en el mundo con una singular comunidad de plantas, animales, tierras hiperfértiles de aluvión del cuaternario; clima benigno y aguas del río Turia que riegan los campos agrícolas mediante la ingeniería hidraúlica inmemorial de las acequias que sangran el Turia; pequeñas explotaciones agrícolas con policultivos y con capacidad de producir diversas cosechas al año y la gente que trabaja la tierra o vive en ella, como labradores y guardianes de la Huerta.

Como ha venido sucediendo desde hace décadas la resistencia ciudadana se ha enfrentado a este nuevo proyecto de "maldesarrollo" que mordía tierras de la Huerta que aún sobrevive. Antes de las recientes elecciones los portavoces de diferentes partidos dieron su apoyo a la conservación de la Huerta rompiendo con ello el crónico desprecio de nuestros antiguos gobernantes cementeros. Han reconocido la necesidad urgente de un plan de protección supramunicipal de la Huerta metropolitana para la conservación de sus tierras y usos agrícolas y para frenar las recalificaciones urbanas del suelo. Así lo han declarado los aspirantes al gobierno municipal y autonómico: no más negocio inmobiliario que destroce las tierras vivas de la Huerta favorecido por políticos sin escrúpulos. Ahora, después de los resultados electorales se abre una nueva esperanza para la Huerta.

El dilema que atraviesa la Huerta de Valencia plantea su papel en un mundo cada vez más desregulado, privatizado e individualizado, sometido a los grandes poderes desterritorializados que actúan fuera de la gobernanza política, social y democrática de los estados y la sociedad civil. En medio de este descarrilamiento colectivo el papel de la Huerta periurbana de Valencia adquiere un valor estratégico para conseguir el viejo sueño de una sociedad buena y justa, acogedora y garante de la humanidad. El pensamiento y la estrategia de futuro para la Huerta ha de sincronizarse y cooperar con las exigencias éticas adaptadas a los dramáticos tiempos históricos que vivimos. Se ha de evitar la repetición de discursos y proyectos disecados del pasado que sean contraproducentes ante las nuevas condiciones de dominio de los mercados globalizados. El espectro de posibilitades para conservar y cuidar el bien común que es la Huerta no es el mismo que el de hace décadas, hoy cabe reconocer sus múltiples e irrenunciables valores: agrícolas y urbanos, económicos, culturales y sociales, físicos y ecológicos, presentes y futuros. A la hora de orientarnos en las metas del presente y del futuro ninguno de estos elementos han de ser desdeñados o subestimados, conviene conciliarlos sin establecer fronteras excluyentes. Porque, en caso de hacerlo caeríamos en la paradoja de querer salvaguardar la Huerta anulando a la vez la valiosa mezcla sinérgica de bienes y servicios que la conforman.

Ante una agricultura anacrónica y marginal, tal y como es vista por las mentalidades obsesivas y compulsivas del neodesarrollismo urbano, la Huerta metropolitana ha de ganar derecho a la existencia, dignidad y respeto. Hoy día son metas irrenunciables: la protección legal y supra-municipal de sus tierras mediante legislación y normativas autonómicas; el fomento de una actividad agrícola con rentabilidad económica y libre de agrotóxicos químico-industriales; la comercialización de sus productos en los mercados locales; el etiquetado y la marca de distinción y calidad que aporte valor añadido a sus productos y de información sobre el origen y la trazabilidad de los alimentos al tiempo que amplie las oportunidades de elección informada de consumidores y ciudadanos.

También resulta imprescindible que los políticos que estrenan gobernabilidad cumplan sus promesas y adopten medidas de ejemplaridad y buenas prácticas institucionales, haciendo posible que los alimentos ecológicos de la Huerta sean una exigencia y tengan prioridad en las compras públicas y en las condiciones de contratación para que finalmente lleguen a las mesas de los comedores escolares, centros sanitarios, bares y restaurantes de centros cívicos, culturales, universitarios, etcétera.

Los minicultivos de la Huerta han de perder su posición de servidumbre al servicio de las demandas inacabables de todo tipo de equipamientos urbanos. Ni un metro cuadrado más de pérdida del nuestra despensa más próxima de tierras y alimentos vegetales cuando las inseguridades e incertidumbres del nuestro tiempo son máximas y crecen sin control en paralelo al aumento de los daños y peligros ecológicos locales y globales, caracterizados por ser colosales y perdurables en el tiempo y el espacio, y por escapar a nuestras limitadas posibilidades de conocimiento y protección.

No puede aplazarse la transición a la agricultura ecológica y el abandono de la agricultura químico-industrial causante de numerosas enfermedades y muertes humanas y no humanas, que son señales del colapso traumático al que aceleradamente avanzamos. La agricultura orgánica aportaría beneficios económicos añadidos a los campesinos de la Huerta, atraería a nuevos productores y consumidores y además reforzaría el cambio de mentalidades y valores.

La emergencia de nuevos valores y creencias culturales también es parte de la lucha por la defensa de la Huerta sin tóxicos industriales. Rachel L. Carson en su clásico libro "Primavera silenciosa" nos alertaba sobre los circuitos demoledores de la agro-química industrial para los pájaros, los insectos y el resto de animales y seres humanos. Carson nos recordaba que nuestra actitud hacia los venenos ha experimentado un sutil cambio, al principio estaban contenidos en envases señalados como peligrosos mediante una calavera y dos tibias.

La defensa y conservación de la Huerta no ha de limitarse exclusivamente a la preservación de suelos y a la rentabilidad económica del sector y los productores agrarios, dejando de lado el compromiso con los derechos básicos a la salud de la ciudadanía y los consumidores urbanitas, que son la mayoría social. La preservación de las funciones ecológicas de la Huerta no solo son las que aligeran la hipertrofia y la inhabitabilidad urbana, también son las funciones ecológicas de las propias actividades agrícolas, que se caracterizan por encarnarse en metabolismos cíclicos y cooperativos con semillas, aguas, sol, tierras, plantas, animales, cosechas... Dado que las sociedades humanas nunca han dejado de ser sociedades de seres vivos, a pesar de las creencias deformadoras de la modernidad tecnoindustrial, se hace prioritaria la capacitación profesional para prácticas agrícolas que se concilien con las necesidades biogenerativas de la vida planetaria y el cuidado de nuestra salud.

Los productos ecológicos y próximos son el único futuro bueno al que moralmente podemos dirigir nuestras aspiraciones. No hemos de postergar nuestras preferencias: una Huerta ecológica y rentable que abandone los pesticidas, herbicidas y plaguicidas que envenenan y matan el palpitar vital de tierras, aguas, aire, animales, plantas, ecosistemas, alimentos y de nuestros cuerpos. La preservación de la Huerta agrícola ha de encarnarse dentro de las necesidades conjuntas, de salud humana y de cuidado ecológico, presentes y futuras, de la ciudad y el campo, con una fuerte alianza entre el mundo agrícola y la ciudadanía urbanita. Llevar la ecología a la agricultura es colocar en el centro las necesidades vitales y primarias de nuestra existencia: de hortalizas, verduras y frutas nutritivas y saludables. Es abrazar la vida y llevar la ética del cuidado y de la compasión a nuestras cocinas y a nuestras dietas alimentarias para conseguir una vida larga con salud y disfrute al tiempo que hacemos las paces con un planeta cada vez más esquilmado y moribundo.

Defender la Huerta ecológica es también una lucha contra el cambio climático en curso, uno de los problemas ecológicos globales más graves para la supervivencia de las poblaciones humanas y la biodiversidad. Significa poner frenos a la adicción urbanizadora, al protagonismo de los vehículos privados, a las carreteras, a la extracción y al consumo de las energías fósiles del carbono, gas y petróleo que contaminan y alteran caóticamente los equilibris atmosféricos con los que ha surgido la vida humana y del resto de especies. Tal y como nos advierte la mejor información científica disponible, y tal y como nos recorda Naomi Klein en su reciente libro "Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima": si no cambiamos pronto el modelo extractivista de producción y consumo, una Tierra sobrecalentada, inhabitable y muda de vida es el mundo al que inevitablemente nos dirigimos.

A pesar de que a menudo somos víctimas inocentes y prisioneros de poderes que se nos imponen, lo cierto es que también somos responsables de nuestras decisiones allí donde tenemos capacidad para tomarlas y ejercerlas. No hay excusa para no combatir los problemas ecológicos con los medios locales que tenemos a nuestra disposición, como puede ser el consumo. No hay coartada posible para desatender las desigualdades sangrantes entre los seres humanos, entre estos y el resto de especies, y entre los humanos actuales y las generaciones del futuro. Si queremos un futuro habitable y justo en la única casa terrestre que tenemos, finita y enferma, hemos de hacer la transición a una agricultura ecológica, porque es el único camino ante los imperativos de la competitividad individualizada del beneficio económico y los mercados globalizados. Sin este sabio y valiente paso el deterioro irreversible y el abandono de la Huerta continuará sin retorno posible hasta su definitiva desaparición.

Mara Cabrejas y Sal·lus Herrero

Profesores de sociología

Versión catalana: http://opinions.laveupv.com/sallus-herrero/blog/5454/lhorta-ecologica-es-futur

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