La reciente decisión del Gobierno de aumentar la presión fiscal sobre la gasolina y el tabaco es doblemente acertada. Por un lado genera recursos públicos para sufragar los gastos de la crisis económica, y con ello pagar el subsidio de desempleo, mientras que al mismo tiempo desanima el uso del coche y el hábito de fumar, es decir, dos actividades contaminantes de bienes comunes como son la atmósfera y el aire, y esenciales para nuestra salud y la del planeta .
Conviene recordar que desde hace un año ha caído el precio del petróleo casi el 50% y que la presión fiscal de España es de la más bajas de Europa. Ya era hora que se tomara una medida de este tipo, aunque resulte muy embrionaria e insuficiente. Es de pura lógica económica y ambiental.
Además, son unos impuestos justos a pesar de ser indirectos ya que todos y todas nos beneficiamos por la mejora de la salud ambiental y el fumar menos (como resultado de un precio mayor), y además, son las personas con menos ingresos económicos las que más van a beneficiarse de las políticas sociales que han de financiarse con los ingresos obtenidos por el aumento de los impuestos sobre la gasolina y el tabaco.