31 mars 2008
1
31
/03
/mars
/2008
13:22
Morir de hambre por el éxito de la globalización en la producción y el consumo
Probablemente, si las cosas siguen como hoy van, y si continúan las actuales tendencias mundiales en la producción y venta de cereales, dentro de unos pocos años decenas de millones de personas sufrirán grandes hambrunas a consecuencia de una combinación de factores como son la creciente demanda de arroz, el alza del precio de los combustibles, la degradación ambiental de sequía y desertificación que acompaña al cambio climático, y con todo ello, la gradual desaparición de las tierras fértiles, en particular los arrozales. Ya el precio del arroz y otros productos alimenticios de primera necesidad como son el trigo, soja y maíz se han disparado sus precios durante el último año. En el caso del arroz, que ha subido casi un 80% en los últimos meses, la situación es especialmente crítica ya que tendrá dramáticas consecuencias sociales sobre centenares de millones de pobres en países como Bangladesh, Indonesia, la China y las Filipinas, que solo pueden asegurar una suficiencia alimentaria si hay un precio asequible de este alimento que es la base de su dieta diaria.
Las tierras más fértiles se pierden ante el avance de la expansión urbana e industrial, y además, también los agricultores prefieren cultivar cosechas más orientadas hacia la exportación y las crecientes sequías hacen que los arrozales sean inviables. Los principales países exportadores de arroz como son Vietnam y Tailandia, son cada vez menos capaces de satisfacer la demanda exterior de arroz por las pérdidas de decenas de miles de hectáreas de cultivo cada año. Como ha afirmado el Ministro de Agricultura Vietnamita Cao Duc Phat "En cinco años, la pérdida de arrozales equivaldrá el volumen actual de exportaciones, lo que significará que no dispondremos de arroz extra para exportar y que la seguridad alimentaria estará amenazada." Este año Vietnam reducirá sus exportaciones de arroz en 20% comparado con el 2007, y esta medida tendrá un gran impacto social sobre países importadores como Filipinas o Indonesia. El responsable camboyano Kit Seng ha vaticinado que "pronto faltarán campos de cultivo y los precios de los alimentos básicos se convertirán en un lastre para el país."
No hay buenos augurios para el futuro en el terreno de la alimentación humana en el planeta. Aunque el precio del combustible ya supera los cien dólares el barril de petróleo, y ya muchos analistas proyectan que puede llegar hasta los 150 o incluso los 200 dólares, la China y otros países siguen asfaltando a gran parte de su rica agricultura periurbana que alimenta sus mercados locales. El cambio climático, los grandes proyectos hidráulicos, unos acuíferos diezmados y la contaminación industrial desbocada, están haciendo estragos en los cada vez más escasos recursos hídricos necesarios para la agricultura asiática.
Pero las prioridades políticas de los gobiernos parecen estar ciegas y sordas a los déficits alimentarios que se avecinan, continúan apostando por un crecimiento económico basado en la industria, la construcción salvaje, y las exportaciones de cualquier cosa. La productividad agrícola orientada hacia la seguridad alimentaria de la mayoría de las poblaciones simplemente no es lo más importante para los gobiernos asiáticos ni para sus socios europeos y americanos. Solo con importantes giros de rumbo de las insensibles pautas económicas mundiales y del modelo agrícola especulativo, y junto a una firme defensa de los ecosistemas locales y globales podríamos llegar a tiempo de frenar esta catástrofe ecológica y alimentaria que se avecina. El desgobierno irresponsable de la globalización económica amenaza con provocar lo que sería la primera gran hambruna del siglo XXI. Pero esta vez, la causa no serán las guerras. Tampoco será consecuencia de una crisis económica más. Se trata más bien de lo contrario. Será el resultado terrible del propio "éxito" combinado de nuestro sistema de producción y consumo.
David Hammerstein
Eurodiputado de Los Verdes