David Hammerstein y Mara Cabrejas LEVANTE 07.12.2017
¿Cómo un parque puede dañar el medio ambiente y el clima de la ciudad de València?
Aunque parezca paradójico, el actual proyecto del Parc Central deteriorará mucho la habitabilidad y salud de la ciudad de València. Es mucho más que un jardín en el corazón de la ciudad, incluye también una operación inmobiliaria de crecimiento urbanístico con altas dosis de cemento, asfalto, coches, humos y polvo tóxico, rascacielos, centros comerciales, hoteles, equipamientos, aparcamientos, miles de nuevas viviendas y un grandioso túnel taladrando las entrañas de la ciudad. Su megalomanía desarrollista y neoliberal significará obras interminables con impacto ambiental de incalculables efectos dañinos.
Incalculables consecuencias
El aumento residencial implicará hasta 20.000 mil viviendas nuevas en el terreno del Parc Central. Muchas de ellas serán residencias de lujo y liberadas para la reventa especulativa inmediata. Cinco torres, una larga calle que funcionará como un bulevar y grandes bloques de hormigón afearán irreparablemente el paisaje urbano, a pesar de no existir demanda residencial que lo justifique, salvo el rápido y especulativo negocio de casino para grandes holdings internacionales.
Más tráfico y más contaminación
Miles de nuevos aparcamientos residenciales, comerciales y rotatorios, atraerán a docenas de miles de coches particulares por el nuevo bulevar de García Lorca.
Todo ello significará un crónico empeoramiento de las emisiones contaminantes al aire, con un aumento de partículas corrosivas muy dañinas para salud PM2.5, PM10 y NO2, precisamente en una zona central de la ciudad que ya suele superar los máximos legales permitidos de contaminación.
El larguísimo periodo de obras implicará inevitablemente el paso de maquinaria pesada y de miles de viajes de enormes camiones, la gran mayoría movidos por los muy tóxicos motores diesel. Las consecuencias sinérgicas serán, por un lado, el aumento de la contaminación acústica y, por otro, la insalubridad del aire que respiramos. A esta espiral cancerosa se sumarán otras facilidades para el tráfico de vehículos, como es la ampliación de los viales de acceso a València, la autovía V21 y la V30, los nuevos y masivos aparcamientos rotatorios en el centro histórico y el acceso norte al Puerto de València.
Las temperaturas sofocantes y las «islas de calor» se cronificarán aún más con el aumento del suelo impermeable y las edificaciones. Alrededor de la mitad del suelo del Parc Central será urbanizado con edificios, viales, plazas, servicios e infraestructuras. Estudios recientes atestiguan que en determinadas zonas de Valencia la temperatura puede variar hasta 6 grados debido a este tórrido fenómeno.
El grandioso «túnel pasante», más propio de los dioses del Olimpo, destruirá una gran área de Huerta periurbana
Debajo de las entrañas de la ciudad, esta titánica obra ferroviaria subterránea que quiere dar paso a los trenes de alta velocidad por el norte de la ciudad, atentará contra docenas de miles de metros cuadrados de la última huerta histórica, fértil y productiva que aún sobrevive. Esto se sumará a otras destrucciones de huerta que ya están en marcha, como en La Punta y en el acceso de la V21. El trazado del túnel pasará por debajo de centenares de edificios catalogados como patrimonio histórico en la zona de L'Eixample. Su complejidad técnica constructiva añadirá costes, incertidumbres, inseguridad, ruidos, partículas en el aire y desagradables molestias para más de una década. En suma, sabiendo que existen alternativas técnicas eficaces, menos despilfarradoras y mucho más sostenibles social y ecológicamente, la irracionalidad del túnel es tan grande como lo son su escala y costes económicos.
Espiral de deterioro ambiental
La creación de un nuevo barrio con más de 30.000 habitantes, comercios y alojamientos turísticos, también extraerá más volúmenes totales de todo tipo de recursos materiales cada vez más escasos y degradados, como por ejemplo son el agua, la electricidad, el gas natural y el petróleo. Se disparará la demanda de materiales de construcción y de cemento ejerciendo una mayor presión destructiva sobre comarcas ya muy castigadas por decenas de industrias extractivas mineras, como ocurre en la Serranía y en otras comarcas del interior. También crecerá la generación de residuos de todo tipo y aumentarán las aguas residuales y los detritos urbanos.
A su vez, este endemoniado "efecto dominó" de las obras, tendrá impactos ambientales desestabilizadores sobre la ya declinante biodiversidad y el conjunto del territorio valenciano, en lugares próximos y lejanos.
Un proyecto insostenible
El proyecto de Parc Central hará inevitable el fracaso valenciano en la lucha contra el cambio climático, hasta hoy se ha disimulado bajo la alfombra retórica de la «sostenibilidad» que tanto utiliza la clase política que gobierna en la actualidad.
Es imposible compatibilizar el proyecto de Parc Central con las aspiraciones ciudadanas de salud y bienestar, que exigen una radical reducción de las emisiones contaminantes de CO2 .
Ninguna instalación de placas solares, ninguna plantación de árboles, ninguna promoción de edificios eficientes y «sostenibles», podrá contrarrestar ni mitigar sustancialmente este añadido crecimiento exponencial del volumen total de emisiones venenosas al aire de la ciudad de València. Si a contra natura desaparece la arboleda histórica de la calle Bailén para levantar en su lugar un gran bloque de viviendas, será todo un aviso para navegantes del Titanic ambiental al que colectivamente nos dirigimos.