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Los Verdes

14 juin 2016 2 14 /06 /juin /2016 14:33

 

 

 

Aunque parezca un chiste macabro “el Frente del Carbón”, compuesto por sindicatos, distintas comunidades autónomas de distintos colores políticos y empresarios mineros, se ha reunió en Madrid en junio para presentar su plataforma. Presentaron sus reivindicaciones para alargar en el tiempo más y más la extracción y quema de carbón mediante subvenciones públicas del Estado español. Quieren también llevar la presión política a favor del carbón a las instituciones europeas para que se modifique el reglamento europeo de que más allá del 2018 los estados miembros no podrán seguir apuntalando con dinero público la ruinosa y cancerígena economía de producción eléctrica mediante la extracción y quema del combustible fósil que es la primera causa del colapso climático planetario.

 

Aquí damos algunas razones para dejar el carbón en el suelo.

 

 

 

1. Con el carbón no hay futuro: Sin acabar rápidamente con la quema del carbón no hay ninguna manera de amortiguar el tsunami climático en marcha y sus terribles impactos sociales y ambientales. El carbón y el resto de combustibles fósiles son los principales culpables del calentamiento global además de provocar otros graves daños en recursos tan vitales como el agua, el suelo y la biodiversidad, que dan soporte y hacen posible la supervivencia de nuestras sociedades. Es urgente adaptarnos de forma realista a los datos aportados por la mejor información científica disponible sobre la maltrecha situación de los equilibrios atmosféricos y los ecosistemas. Están en juego las fuentes vitales de abastecimiento, seguridad y existencia. Es muy frágil y vulnerable nuestra condición histórica de rebasamiento de los límites biofísicos, y sus consecuencias de destrucción irreversible y degradación de las capacidades biogenerativas de la Tierra serán dantescas e inimaginables si no actuamos rápido. El argumento de la llamada “transición energética” no puede convertirse en un cheque en blanco para demorar durante décadas y décadas las decisiones de desmantelamiento de la economía del carbón. Numerosa ciudadanía junto a profesionales expertos y pensadores sociales, religiosos y filosóficos reconocen que dejar enterrado el carbón en el subsuelo hoy constituye un imperativo moral. De no hacerlo significará también un avance de la injusticia y exclusión social en un mundo como el nuestro donde los primeros que padecen más directamente el cambio climático son los más empobrecidos. Dada la sobrecapacidad existente de producción eléctrica es innecesaria la quema del carbón en España. En el 2015 el carbón era 20% del mix eléctrico frente al 7% del 2010. La subida de la cuota del carbón tuvo la consecuencia de elevar un 4,2% las emisiones contaminantes de CO2 de este último año en España. Contrariamente, en vez de mirar a otro lado muchos países europeos están dejando de generar electricidad con el carbón.

 

2. El carbón no tiene futuro: invertir en el carbón es un negocio ruinoso. Si es una inversión pública mediante masivas subvenciones es aún más ruinosa e inmoral, y constituye todo un ejemplo bochornoso de despilfarro de dinero que podría dedicarse a necesidades colectiva (ecológicas, educativas, sanitarias, asistenciales, … ). Gastar más de 100.000 euros de dinero público para mantener en el empleo a cada uno de los mineros constituye toda una locura económica. Contrariamente, por todo el mundo avanza un movimiento de instituciones públicas y privadas muy diversas, empresas, planes de pensiones, sindicatos, iglesias y mucha ciudadanía, que están sacando sus inversiones económicas, acciones y bonos relacionados directa o indirectamente con la sucia economía del carbón. Según todos los pronósticos económicos el carbón no tiene futuro alguno y no es aconsejable invertir en esta economía colectivamente suicida.

 

3. El “carbón nacional” no existe porque el carbón no sabe de fronteras. El desastre climático no se detiene ni distingue fronteras nacionales, le da igual si el carbón es importado o del propio territorio estatal. Es indiferente el origen del carbón porque todo carbón suma y aumenta los daños irreversibles a los ecosistemas, la biodiversidad y la salud humana. Son iguales de nefastas las centrales térmicas que queman carbón importado de Colombia en Galicia que las térmicas y la minería de cielo abierto que destripa montañas para extraer carbón “nacional” en Asturias y León. Para el derrumbe de un bien común tan esencial como es el clima es lo mismo. Si somos realistas y responsables con la justicia climática y la vida urge programar el cierre de todas las térmicas en los años próximos. No hay excusas para esta actividad económica ni para que el menguante dinero ciudadano revierta en mantener este lucrativo negocio privado de las eléctricas y de los empresarios mineros del carbón.

 

4. No hace falta el carbón para producir electricidad en el Estado español. La potencia eléctrica instalada en España supera con creces la demanda de energía, es más de 102 mil megawatios cuando al pico máximo de consumo (durante una hora) en el 2015 era de 40 mil megawatios, siendo además que la media de demanda durante el año era mucho menor. Hay una clara sobrecapacidad de generación eléctrica. Hay fuentes alternativas más limpias en la capacidad de generación energética española sin tener que recurrir a las nucleares ni al carbón. Las minas y las térmicas de carbón solo se mantienen gracias a las subvenciones o para dar mayores margenes de beneficios económicos a las empresas eléctricas. Hace 8 años el carbón estaba en una cuota de menos del 6% del mix eléctrico español y ante un cambio climático desbocado podemos prescindir por completo del carbón sin tener problemas de suministro eléctrico.

 

5. Las subvenciones y fondos mineros controlados por los empresarios, sindicatos y políticos de la minería del carbón se han despilfarrado sin generar nuevo tejido económico. En los últimos 30 años se han gastado 26.500 millones de euros de dinero público en una ficticia “reconversión industrial” mientras solo el 20% de esta cantidad se ha repartido entre la promoción de nuevas empresas, la construcción de infraestructuras y la formación profesional. El 80% ha ido a parar a los bolsillos de los propios empresarios mineros y a las pre-jubilaciones. Según distintas fuentes y algunas denuncias y juicios en los tribunales ha habido un escandaloso y corrupto “pacto del pollo” para la malversación de miles de millones de los fondos mineros y de otras subvenciones por parte de la alianza del carbón: empresarios mineros, sindicatos y políticos. Los llamativos casos del empresario minero Vitorino Alonso (ex-presidente de la patronal minera CARBUNIÓN) o del sindicalista Villa, son botón de muestra de la existencia de una corrupción casi generalizada. El resultado salta a la vista: en lugar de crear economía y empleo alternativos enraizados, hay polígonos y museos vacíos, infrastructuras abandonadas e inútiles y empresas fantasmas.

    1.  

6. El carbón no es fuente de “seguridad estratégica” ni de “soberanía energética”. Al contrario de las fuentes renovables, como es la energía solar que puede ser descentralizada, el carbón necesita mastodónticas estructuras de transporte, plantas térmicas centralizadas y largas lineas de alta tensión. La electricidad generada con carbón es mucho más vulnerable e insegura en cualquier situación de acontecimiento climático o ante crisis sociales y económicas, en cambio las renovables son mucho más flexibles y resilientes, pueden ser gestionadas localmente y autónomamente a nivel comunitario obteniendo con ello más ventajas en seguridad, gestión democrática y reparto social. Las inversiones o subvenciones del carbón sangran innecesariamente las arcas públicas y dificultan la emergencia de las empresas y el empleo en las energías renovables. Las fuentes de energía más “autóctonas” son las renovables y por fortuna la península tiene mucho sol y viento para ellas.

 

7. La vuelta al pasado: las renovables dan empleo a 76 mil personas, el carbón a menos de 5 mil. A pesar de la crisis económica y las políticas anti-renovables del Gobierno del PP el sector económico de las renovables sigue siendo pujante y ecológicamente necesario. Son grandes sus posibilidades, ha llegado a tener 150.000 empleos en el 2008 y el empleo en las renovables crece a un ritmo de 5% cada año a nivel mundial. España va a contracorriente.

 

8. El mundo al revés: el Gobierno del PP ha duplicado las ayudas a la quema del carbón español y los partidos autodenominados progresistas se suman a este descalabro colectivo. Mientras se disparan las emisiones españolas de CO2 también se han recortado todas las ayudas públicas a las renovables y se ha impuesto la inviabilidad del auto-consumo solar. Las demandas cancerígenas del Frente del Carbón ganan: en abril del 2016 el Gobierno del PP, con el apoyo y voto del PSOE, IU y Podemos, ha duplicado las subvenciones (¡hasta 25 euros por tonelada!) para incentivar la quema del “carbón nacional” en las térmicas.

 

9. El carbón ha bloqueado las alternativas de empleo en las cuencas mineras. El monocultivo del carbón en las cuencas mineras constituye un gran despilfarro y su mantenimiento mediante subvenciones estatales sustrae recursos y posibles inversiones en otras actividades y economías alternativas compatibles con la protección ambiental. Las continuadas subvenciones estatales y la presión política del Frente minero del carbón constituyen grandes barreras históricas a las posibles iniciativas de creación de empleo alternativo.

 

10. En el 2018 finalizan los plazos legales europeos para las ayudas al carbón por parte del Espado español. Apostar por alargar el futuro del carbón español es una apuesta inútil y en contra de la legislación europea. Ya se tenían que haber acabado las ayudas al carbón en el 2010 pero finalmente bajo las presiones del lobby pro-carbón se extendió la fecha tope dada desde Europa hasta el 2018. En el actual contexto de los compromisos europeos del Acuerdo de la Cumbre del Clima de Paris es muy improbable que se vuelvan a alargar los plazos y se cuestione la fecha límite del 2018. El futuro post-carbón ya está aquí.

 

 

DAVID HAMMERSTEIN

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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