La temible realidad del Cambio Climático en la que estamos parece no encajar nada bien en la actual política valenciana. Ante la urgente necesidad de adaptarnos en lo posible a los daños ecológicos y sociales que inevitablemente acompañan al desastre climático nuestros gobernantes solo salen al paso con balbuceos retóricos y poco más. Sus gestos y discursos mediáticos están cargados de declaraciones de intenciones y principios abstractos sin concreción alguna.
El Consell responde con malabarismos teatrales ante las muchas caras, locales y globales, de la gravísima crisis ecológica y da a entender que está “trabajando” en la puesta en marcha de soluciones oportunas. Sus portavoces más cualificados manifiestan sin pudor “una preocupación responsable” allí donde se precie cuando en realidad solo buscan ganancias políticas ante eventos y fechas señaladas, como fue la pasada Cumbre Mundial de Paris contra el Cambio Climático o como ha sido el Día Mundial del Medio Ambiente del 5 de junio. Pero la triste verdad de la colosal irresponsabilidad climática practicada por el gobierno valenciano es que hasta la fecha no ha tenido la voluntad de iniciar las ambiciosas políticas transversales prometidas, que exigirían la reducción significativa de las emisiones contaminantes a la atmósfera. Más allá de la inflación retórica de sus discursos, como ha sido la ocurrente idea de añadir la palabra de Cambio Climático a la Conselleria d'Agricultura, medi ambient i desenvolupament rural, el atolladero del Cambio Climático queda fuera de la agenda y prioridades presupuestarias y legislativas.
Cuando se trata del Cambio Climático emerge automáticamente su externalización a un futuro incierto y bien distante de los cuatro años de responsabilidad del propio Consell, o bien se culpa de todo al Gobierno estatal por la falta de medios legales o financiación. Esta cantinela constituye una doble táctica evasiva: se achaca la actual inacción a la gestión pasada y actual del PP (algo que es una obviedad), y al tiempo se desplazan a un futuro lejano las necesarias actuaciones “fuertes”, siempre fuera del actual periodo de responsabilidad institucional. Ante el profundo desafío existencial planteado por el Cambio Climático, incomprensiblemente parece que nunca llega el momento adecuado para las políticas en favor de la justicia climática y la supervivencia. De esta manera resulta muy fácil la asunción de compromisos climáticos para el 2030, 2040 o 2050.
Contrariamente, y para gran fastidio de nuestra esquiva clase política, cada día que pasa se hace más imposible despachar con más dosis de retórica los grandes dramas ambientales, como es el Cambio Climático, debido a que se trata de fenómenos biofísicos objetivables, medibles, cuantificables y socialmente cada vez más percibidos y angustiosos. El maquillado político y la manipulación social topan con la roca dura de los hechos y los límites naturales irrevocables y rebasados. Nuestra situación histórica de translimitación sin retorno tiene muchas alertas rojas y exige modificar fuertemente las dominantes pautas valencianas del crecimiento de la muy insostenible escala material de la producción y el consumo. Ninguna posible innovación tecno-científica podrá ser eficaz si no se acompaña de giros estructurales en favor de valores sociales y morales alternativos, como son la suficiencia, la equidad y el cuidado de los bienes comunes frente a los suicidas cantos de sirena del crecimiento del consumo y de la macroeconomía dineraria que dominan el discurso político valenciano.
La charlatanería de las declaraciones de miembros del Consell contra el Cambio Climático ha sido grandilocuente: “alcanzaremos el 50% de renovables en esta legislatura”, “Hay que ir más allá del acuerdo de Paris que es insuficiente”, “todos los departamentos del Consell tendrán claros objetivos climáticos”, “Revisaremos los objetivos del PP del plan climático”, “Presentaremos un gran plan energético valenciano”, “Valencia se compromete a reducir las emisiones en el 40% en 2030”... Parece que todo cabe en esta hoguera de vanidades y engaños políticos para conseguir titulares en una prensa valenciana especialmente sufrida y desmemoriada. Es grande la indefensión políticamente organizada de la ciudadanía valenciana a la hora de saber si avanzamos o no en la reducción las emisiones de carbono a la atmósfera debido a que no se establecen metas públicas, concretas, temporales, medibles y evaluables mediante claros indicadores físicos y sociales. Es lastimoso constatar que ni siquiera se practica una pedagogía social mediante propuestas ambiciosas y brilla por su ausencia la ejemplaridad del propio Consell en sus gestiones, edificaciones, compras, obras y contrataciones. Se bloquean así las posibilidades de aprendizaje social que impulsaría el debate amplio sobre los problemas y las posibles soluciones. Tampoco puede seguir encerrándose el Cambio Climático en un asunto exclusivamente “energético” debido a que sus causas humanas tienen orígenes en actividades muy diversas, como son el sobreconsumo, el turismo de masas, la industria pesada, el transporte motorizado, la industria agroalimentaria, el aumento de población, la vivienda y las formas expansivas de urbanización.
Por desgracia, a pesar de que la realidad concreta del Cambio Climático avanza sin control con altas dosis de incertidumbre a ojos humanos, la sociopática actitud negacionista de políticos de izquierdas y derechas es la de continuar como si nada. ¿Qué futuro y esperanza nos aguarda si no hay políticas decididas en favor de la justicia climática y ambiental por parte de un gobierno y parlamento en manos del PSOE, Compromís y PODEMOS?. Las emisiones de CO2 de los sectores industriales valencianos (sobretodo cerámica, cemento y energético) siguen creciendo (más del 12.5% entre 2013 y 2015). La merma temporal de actividad a causa de la crisis económica es la razón de que no suba aún más la muy sustancial contaminación de los llamados “sectores difusos” (residencial, transporte, agrícola y ganadero, residuos, gases fluorados e industrial) que no han sido incluidos en los acuerdos sobre el comercio de derechos de emisión y se suelen invisibilizar en la contabilidad climática oficial.
La transparencia informativa sobre el caos climático valenciano brilla por su ausencia. Es casi imposible encontrar datos recientes y completos sobre las emisiones contaminantes. No existen objetivos anuales concretos de reducción para su cumplimiento por parte de la Generalitat en los sectores de su competencia directa. En la Web de la Generalitat las últimas cifras de emisiones CO2 son muy parciales y del 2014. No hay datos recientes accesibles a la ciudadanía precisamente sobre las emisiones “difusas” que son competencia de la Generalitat.
En este contexto no es de extrañar que en los actos públicos con dirigentes de la Consellería responsable del Cambio Climático se instauren formas aberrantes de “participación” y comunicación. No se permiten interpelaciones ni debate abierto y espontáneo con el público asistente, solo son posibles las preguntas escritas comprimidas en reducidas frases que además después son filtradas y reinterpretadas por los organizadores. La Consellera responsable acaba de anunciar “una nueva política ambiental para un nuevo tiempo” en un acto organizado por la multinacional de la construcción FCC, uno de los reyes mundiales del ladrillo y el cemento. ¡Nos ha anunciado que habrá una “Ley Valenciana contra el Cambio Climático” antes del final de la legislatura en el 2019! Y hasta entonces no sabe ni contesta. Pero el esperpento aún puede subir en intensidad: dos de los tres partidos del Pacte del Botànic: el PSOE y PODEMOS, apoyan junto a IU las subvenciones para continuar quemando y extrayendo carbón, la primera causa de que las emisiones españolas de CO2 aumentaran un 4.2% en el 2015. Además, el nuevo PODEMOS “socialdemócrata” solo ofrece las anacrónicas y fracasadas recetas del crecimiento de la tarta económica y la demanda del consumo, que son una causa central del colapso climático global en el que nos encontramos.
El reino de ninguna parte parece estar detrás del cacareado lema del“cambio de modelo productivo”. Aunque resulten loables los intentos del Consell de meter en cintura a la irracional situación del tratamiento de residuos, de dignificar la gestión de espacios naturales valiosos o de proyectar un plan de agricultura ecológica, lo cierto es que la madre reina de todas las guerras ambientales es el Cambio Climático y su campo de batalla es la economía. Apostar por afrontarlo con cierta eficacia demanda un verdadero y urgente cambio de modelo productivo hacia una economía circular, con circuitos próximos y cerrados y de muy bajo consumo de recursos no-renovables de todo tipo, y sobretodo exige una salida rápida de los combustibles fósiles. Pero esto no solo se consigue con una importante (aunque todavía inexistente) implantación masiva de energías renovables (en el gobierno Zapatero fue cuando más crecieron pero también cuando más aumentaron las emisiones de CO2) sino que reclama cambios estructurales en favor del bien común en el transporte, la vivienda, el urbanismo, la agricultura, la ganadería y el comercio, todos los sectores que precisamente están bajo la competencia directa de la Generalitat Valenciana.
DAVID HAMMERSTEIN