¡Tan peligrosa y equivocada como siempre!
1. El siglo XXI será el de la energía inteligente, renovable y limpia! La energía nuclear es muy peligrosa e insegura. Los riesgos y accidentes que comporta son catastróficos. Sus efectos contaminantes y destructores de toda vida humana y terrestre se prolongan en el tiempo casi ilimitadamente. Las instalaciones y los materiales atómicos pueden usarse para la producción de armas de destrucción masiva, y pueden ser un objetivo de la acción terrorista. La energía nuclear es enormemente cara, además de ser muy ineficiente para frenar el cambio climático. La energía atómica está anticuada y en declive, y socialmente es rechazada por la ciudadanía europea. A pesar de que la industria nuclear no ha resuelto los graves problemas sociales y ecológicos que acompañan a la energía atómica, el grupo de presión internacional de la energía nuclear está pasando a la ofensiva en defensa del "resurgimiento nuclear". Pero, ¿Son seguras las instalaciones?. ¿Acaso resulta imposible que ocurran más accidentes como el de Chernóbil?. ¿Están almacenados con garantías suficientes de seguridad los residuos nucleares para los próximos milenios?. ¿Se incorporan en su precio los costes reales, humanos y naturales que comporta? ¿Puede evitarse la falta de control y el mercado ilegal del material nuclear?. ¿Puede ser la energía nuclear una respuesta al cambio climático?. ¿Desea la gente la energía atómica?
2. La contaminación radioactiva está en todo su ciclo de producción: de la mina a los residuos. El llamado «ciclo cerrado» del combustible nuclear es un mito. El sistema nuclear funciona más bien como una espiral que difunde grandes cantidades de residuos contaminantes en cada etapa. Desde la extracción de uranio en la mina, que ya supone cientos de millones de toneladas de residuos en el mundo, hasta la separación del plutonio, el denominado «reprocesamiento». Las dos únicas centrales de plutonio de gran escala en el mundo (Sellafield del Reino Unido y La Hague de Francia) evacuan enormes cantidades de radioactividad y aportan más del 80 % de la dosis colectiva que reciben los europeos. No hay solución para un almacenamiento mínimamente seguro de residuos que son altamente radioactivos durante miles de años.
3. Tan peligrosa como siempre y para siempre. Las instalaciones y la tecnología nuclear son muy inseguras y peligrosas. Docenas de accidentes que han ocurrido en varios países desde el desastre de Chernóbil de 1986 han estado muy cerca de convertirse en grandes catástrofes. Entre ellos los siguientes: 1993 Rusia; 1995 Japón; 1998 Francia; 1999 Japón; 2002, EEUU; 2003 Hungría; 2005 Reino Unido.
4. Veinte años después: los daños humanos y naturales de la tragedia de Chernóbil . Las dramáticas consecuencias de la explosión del reactor nº 4 de la central atómica de Chernóbil continúan. No se conocerán nunca en toda su dimensión los inmensos daños sufridos por las personas y la naturaleza. La Comisión Europea afirma que las restricciones impuestas a algunos alimentos contaminados procedentes de algunos Estados miembros se deberán seguir manteniendo a lo largo de muchos años.
5. Dos gemelos siameses: el reactor atómico y las armas de destrucción masiva. La pretendida separación de los usos civil y militar de la energía atómica es un mito, ya que los conocimientos y tecnología exigida por la energía nuclear pueden utilizarse tanto para producir electricidad como para hacer artefactos explosivos. Varios países han desarrollado programas de bombas de destrucción apoyados en tecnología facilitada por otros países bajo la retórica de los “fines civiles». El Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares (TNP) ha ayudado en la práctica a impulsar la proliferación nuclear ya que garantiza «el derecho inalienable de las partes firmantes a desarrollar las investigaciones, la producción y la utilización de la energía nuclear con fines pacíficos, y sin discriminación». El TNP se ha convertido así en un «tratado de proliferación nuclear". El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) actúa como promotor de la tecnología nuclear ya que mientras no halle pruebas de actividades relacionadas con armas ajenas al tratado, todos los miembros del TNP, también Irán, tienen derecho a acceder a la tecnología nuclear, incluidos el enriquecimiento de uranio y la separación de plutonio.
6. Unos regalos-bomba espléndidos para los terroristas. Las instalaciones nucleares, el transporte de plutonio y de residuos radioactivos constituyen blancos de primer orden para la acción terrorista. El secuestro de cantidades considerables de plutonio y de uranio enriquecido sirven para la fabricación de artefactos explosivos de carácter atómico. Un ataque de grandes proporciones a un gran almacén de combustible usado o de plutonio superaría con creces el accidente de Chernóbil en lo referente a muertes a corto y largo plazo, y en relación a la contaminación letal que se difundiría en los ecosistemas terrestres.
7. Beneficios privatizados, costes y peligros atómicos socializados. Resulta imposible conocer el coste real de un Kw/hora de origen atómico. Los costes astronómicos de la gestión de residuos nucleares, del desmantelamiento de las centrales y de la descontaminación aumentan constantemente y por lo general deben ser sufragados por la ciudadanía, al tiempo que en muchos países la generación rentable de electricidad se ha privatizado. La energía de origen nuclear es, con creces, la más cara de todas las que se generan para el consumo. Para que pudiera ser económicamente competitiva, necesitaría subsidios públicos sustanciales, sobre todo para cubrir las garantías contra los grandes riesgos financieros y económicos.
8. La energía nuclear debilita la lucha contra el cambio climático. Cada euro que se invierte en energía nuclear obstaculiza la lucha contra el cambio climático global y constituye una gran despilfarro, ya que si se invirtiera en programas alternativos de conservación de energía y de eficiencia energética se podría conseguir una mayor reducción de los gases de efecto invernadero. Las centrales eléctricas de gran escala favorecen los excesos de capacidad y por tanto, incentivan la espiral del sobreconsumo y el derroche de electricidad, además de favorecer grandes pérdidas en las redes de distribución. La energía nuclear tampoco puede ayudar a reducir nuestra insana dependencia del petróleo que sirve como fuente carburante del transporte motorizado. Existe una relación escasa o nula entre los usos del petróleo (como en el transporte) y de la energía nuclear. La energía atómica, además de elevar nuestra dependencia con respecto a las importaciones de recursos y con respecto a una energía muy contaminante e insostenible, no sustituye a los combustibles fósiles. La Francia nuclear sigue siendo igual de dependiente del petróleo. La gestión de la demanda basada en la eficiencia y el ahorro, la diversificación y la descentralización de los suministros de energía son las salidas necesarias.
9. La descentralización y la alta tecnología en energías renovables aventajan a la tecnología nuclear. Casi todas las centrales en funcionamiento fueron proyectadas entre las décadas de 1950 y 1970. Hoy en día, las centrales de cogeneración y las instalaciones de energías renovables de alta tecnología y descentralizadas, aventajan ya a la energía nuclear: sobrepasaron la capacidad total instalada de energía nuclear en 2002 y su producción anual en 2005. En 2004 se multiplicaba por seis la capacidad neta.
10. Las nucleares no garantizan la seguridad ni el suministro de energía. La energía nuclear no hace que la Unión Europea sea más autónoma de fuentes de energía importadas, ya que todo el uranio destinado a la fabricación del combustible nuclear debe ser importado. La energía nuclear representa sólo un pequeño porcentaje de los servicios de energía en el mundo: el 6 % de la energía final de uso comercial en la UE y aproximadamente el 2 % a escala mundial. Incluso en Francia, el país más nuclearizado del mundo, la energía nuclear proporciona tan sólo el 7,5 % de la energía final de uso comercial, mientras que más del 70 % del consumo se satisface con energía obtenida de combustibles fósiles. La energía nuclear sólo representa entre el 1 % y el 2 % del mercado mundial de la capacidad de generación de electricidad. En total, hay 26 reactores nucleares «en construcción» según el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), pero nueve de ellos son los mismos que figuran en la lista desde hace entre 18 y 30 años. Sólo hay un reactor en construcción en la UE (Olkiluoto-3, en Finlandia). La energía nuclear es anacrónica y está en continuo y lento declive. En marzo de 2006, hay 148 reactores funcionando en la UE25, es decir, 24 reactores menos que en el máximo histórico de 1989. Aunque, por primera vez en 15 años, en 2005 se inició una construcción (Finlandia), el mismo año se cerraron dos reactores (Alemania, Suecia). El declive continúa.
11. La energía atómica tiene un rápido envejecimiento y está en declive. Las centrales nucleares del mundo envejecen muy rápidamente e inevitablemente cada vez habrán menos. Alrededor del principio del 2007 se han clausurado 7 centrales europeas mientras en esta fecha solo hay una planta europea en construcción. De aquí a 2015 unos 80 reactores cumplirán 40 años; en 2025, otros 200 reactores habrán cumplido cuatro decenios. Aunque se prolongara por dos la actual vida útil (unos 22 años) de todos los reactores, su sustitución a los 40 años implicaría conectar a la red un reactor cada mes y medio hasta 2015 y uno cada 18 días entre 2015 y 2025. Teniendo en cuenta el plazo mínimo de diez años necesario para la explotación comercial de las centrales nucleares, el citado plan es impracticable. Incluso si se construyeran en 2025 otros 20 reactores en China y otros países, el número de centrales nucleares en funcionamiento se reduciría considerablemente.
12. La gran oposición ciudadana a la energía nuclear. Según todos los sondeos la ciudadanía europea se opone a la energía nuclear, pero los líderes y partidos políticos no tienen en cuenta a la opinión pública de sus países. Las personas aspiran a un bienestar y un futuro con energía no dañina, y si pudieran elegir apostarían por el ahorro de la energía, la eficiencia energética y las fuentes de energía renovables.
David Hammerstein