Después del reciente apagón universal de luces como llamada de atención ciudadana y después de los malos augurios de los científicos climáticos de la ONU, ahora corresponde a la clase política responder al reto del cambio climático. Pero vemos que los gobernantes han llegado fácilmente a la retórica ambiental pero que todavía está lejos afrontar los hechos con acciones necesarias. Los Verdes creemos que es imprescindible y posible reaccionar ante uno de los principales problemas a los que se enfrenta la humanidad. 1. Ambición y Responsabilidad Queremos que Europa lidere la lucha contra el cambio climático pero últimamente no parece estar a la altura del desafío. La Comisión Europea quiere reducir las emisiones solo un 20% para el 2020, pero esto no sería suficiente. Con las débiles medidas europeas y españolas anunciadas ni siquiera llegaremos esta modesta reducción. En cambio, si queremos limitar el calentamiento global planetario a menos de dos grados durante este siglo para evitar una mayor catástrofe resulta imperativo alcanzar como mínimo el objetivo del 30% de reducción de contaminantes en los próximos 13 años. Tampoco se puede condicionar las metas climáticas europeas a la existencia de similares compromisos en otros países no europeos. Esto sería sencillamente irresponsable si se considera la enorme deuda ecológica histórica que hemos acumulado los europeos con el resto del planeta, y especialmente con el Sur. 2. Hacer más con menos energía La forma más económica de proteger el clima es el ahorro energético. Sin reducir nuestro consumo en al menos un 20% antes del 2020, se harán inviables los objetivos de reducción de emisiones. Pero, sin embargo, no hay metas vinculantes de ahorro ni cuotas obligatorias para cada Estado en la propuesta de la UE ni en las propuestas del gobierno español, solo se pregona retórica y buenas intenciones. Es imprescindible y factible el mejorar nuestra eficiencia energética anualmente en un 3% y 4% y así podríamos hacer más con menos energía. Necesitamos medidas de etiquetado para los productos eficientes, una fiscalidad que anime el ahorro y castigue a las actividades más derrochadoras, y la modulación de las tarifas eléctricas para penalizar el sobreconsumo. 3. Las energías renovables han de salir del gueto y el elitismo. Las renovables ya están haciendo una contribución creciente a nuestra seguridad climática y de suministro energético, pero aún no es suficiente. Ahora es el momento de sacar a las renovables un su reducido mercado “nicho” o “gueto” mediante un fuerte empujón político para convertirlas en un sector económico innovador y clave en la producción de la electricidad. Es especialmente importante extender el crecimiento de las energías renovables hacia nuevos sectores como son la calefacción, el aire acondicionado y el transporte. Hay que desarrollar las Directivas Europeas de electricidad renovable, aprobar la prometida Directiva sobre la calefacción y el aire acondicionado con renovables. Al menos un 25% de la electricidad, calefacción y combustible pueden proceder de fuentes renovables en el 2020 si queremos afrontar el futuro energético menos amenazador. Sin embargo, los gobiernos, como el español, junto con los monopolios eléctricos colocan trabas ante las renovables y se resisten a eliminar los privilegios y subsidios a las energías contaminantes. 4. Rompamos con los monopolios para frenar el cambio energético Se habla mucho de liberalizar al mercado energético pero la realidad es muy contraria ya que tenemos un sector energético que controla en todo un paquete las tres etapas del proceso de producción: la generación, las redes de distribución y las ventas. El sector energético está enormemente centralizado, es opaco y es monopolizado por unas pocas empresas. Esta concentrada estructura industrial es incompatible con la descentralización energética que se necesita para la eficiencia, y además bloquea la posibilidad de una competitividad económica más reequilibrada y justa para las renovables al evitar que los precios de la energía reflejen los costes reales (en España se vende energía por debajo el precio del coste). Es urgente, y muy particularmente en España, la partición de la propiedad o “Property Unbundling”, para conseguir que el control sobre la producción de energía, su distribución y su comercialización no este en las manos de los mismos propietarios y empresas. Debemos romper el control asfixiante y centralizado sobre todo ciclo de energía para dar acceso al mercado a las nuevas y pequeñas empresas, que suelen representar la energía segura, limpia y cercana. 5. No a la política del avestruz nuclear Otra estrategia con falsas soluciones es el intento de rehabilitar la energía nuclear. A pesar de que las nucleares ni mueven coches ni suelen calentar las casas, los neo-nucleares presentan una versión totalmente distorsionada de la energía nuclear que se encuentra en un declive irreversible. Obvian los enormes peligros de su proliferación y el terrorismo, y realizan unas estimaciones nada realistas sobre los costes de esta fuente energética tan cara. Ignoran la gran dependencia exterior del uranio, y olvidan los enormes subsidios públicos que para ser rentable necesita la producción atómica dentro del tratado EURATOM. 6. El carbón sigue siendo sucio y del pasado. Seguir dependiendo de los combustibles fósiles y de la energía nuclear haría peligrar la seguridad del suministro energético en Europa y aumentaría su dependencia de algunas regiones más inestables y alejadas del planeta. La propuesta de construir nuevas plantas térmicas de carbón contradice los objetivos declarados contra el cambio climático. No se debería permitir que funcionara ninguna planta térmica sin la avanzada tecnología de secuestro de carbón (libre de CO2), a pesar de que aún esta incipiente tecnología es percibida como demasiado incierta para cualquier inversión a corto o medio plazo en la construcción de centrales térmicas de carbón. 7. Otro transporte es posible o el fin del ¡Petróleo o Morir! Es especialmente chocante que ni la Comisión Europea ni el Gobierno Español propongan alternativas a nuestra creciente dependencia del petróleo. A pesar de nuestra grave adicción al petróleo, no se aborda en serio el sector del transporte que consume el 70% de las importaciones de crudo y produce más de un tercio de las emisiones contaminantes de CO2 de la atmósfera. Son urgentes unos objetivos vinculantes para los Estados porque los compromisos voluntarios de la industria de automóviles han fracasado estrepitosamente. Y es un error afirmar que los biocombustibles puede ser la principal vía de reducir nuestra dependencia con el petróleo debido a su impacto dañino sobre los precios de los alimentos y el medio ambiente. Las medidas que necesitamos son claras y concretas: tecnologías y motores más eficientes y limpios por ley, la internalización de los costes externos del transporte (con un impuesto sobre el combustible de los aviones), la expansión del sistema de peajes para camiones, la inclusión de aviación y el transporte de mercancías bajo los acuerdos del Protocolo de Kyoto y el Comercio de Emisiones. Si además damos prioridad al desarrollo masivo de redes de ferrocarriles de cercanías y largo recorrido en lugar de más autovías también se podrían ahorrar enormes cantidades de energía y emisiones, y con ello salud planetaria. 8. Más independencia eléctrica con menos gas y menos nucleares Hay grandes diferencias en el pronóstico sobre la dependencia del gas y de las nucleares, dos fuentes que se utilizan para producción eléctrica. Las proyecciones oficiales prevén el aumento del consumo de gas en un 32%, pero los estudios científicos independientes ven factible una reducción de su consumo en un 9%. El consumo nuclear se reduce en un 15% en el 2030 según los estudios institucionales mientras que la proyección realizada desde un compromiso verde reduce el consumo de energía atómica en más del 85%. Esto se conseguiría con ambiciosas políticas vinculantes de ahorro energético y no con las engañosas y cosméticas actuales, y que habrían de aplicarse a los sectores de la vivienda, la industria y el comercio junto con el aumento radical de la producción de las energías renovables. 9. Una política climática empieza en la propia casa. La vivienda es otro sector clave para contribuir a la reducción de emisiones contaminantes. En el ciclo de materiales de construcción, en los diseños bioclimáticos, en el aislamiento y la iluminación, y en el fomento de hábitos sociales responsables en el uso de electrodomésticos más eficientes, existen grandes posibilidades de ahorro y eficiencia, lo que podría constituir hasta un 15.5% de las reducciones globales de contaminantes antes del 2020. Este cambio doméstico en nuestros hábitos cotidianos exige importantes medidas legislativas. 10. Podemos y debemos vivir de otra manera. Para superar las amenazas y retos energéticos hay que cuestionar algunas de las premisas básicas de nuestro modelo de producción y consumo: la centralización de la producción, la concentración empresarial, el culto al crecimiento de la demanda y el consumo, y la perniciosa y fatalista idea de que de otra manera la gente no podría vivir bien y con calidad de vida. David Hammerstein