LAS POLÍTICAS PARITARIAS Y VERDES VAN JUNTAS
- La forma más ancestral de desigualdad
es la fundada en la diferencia sexual y anatómica de los seres humanos.
Ninguna persona ni grupo humano es ajeno a esta dolorosa división artificial de la humanidad. La opresión patriarcal de las mujeres es decimonónica y omnipresente, y se suma y superpone a cualquier otro tipo de forma de desigualdad y maltrato discriminador. Constituye un tronco unificador que traspasa fronteras, épocas, culturas, grupos y sociedades históricas de todo tipo, adoptando múltiples formas normativas, leyes y lenguajes según la particular estructura social y cultural en cada sociedad y época.
- La dominación masculina tiene un carácter socialmente transversal:
es inter-cultural, inter-clasista e inter-ideológica.
La división y separación imperativa de los seres humanos en función de su sexo biológico en dos rígidas y antagónicas categorías de humanos adopta muchas formas a lo largo de la historia. Como mujeres que somos, entendemos que somos parte y nos afecta directamente este amplísimo ejercicio de violencia y desigualdad frente a la realidad de la diversidad y pluralidad humana, y por ello defendemos el derecho universal a un trato equitativo y justo para las mujeres.
- La enquistada y cotidiana discriminación y desigualdad entre hombres y mujeres.
A pesar de la existencia de leyes universalistas que sin discriminación sexual abogan por la protección y defensa de los derechos humanos igualitarios en sociedades como las nuestras, consideradas avanzadas y modernizadas, en las prácticas socioculturales y en las relaciones cotidianas entre mujeres y hombres se reproducen dos formas diferenciales y jerarquizadoras de socialización. Este doble sistema sociocultural adjudica normas de comportamiento diferentes y en relación de jerarquía y subordinación, donde lo masculino, con sus valores y prácticas asociadas se constituye en norma suprema de valor, poder y distinción frente a los valores designados como femeninos y sus éticas prácticas de donación hacia los otros próximos, que solo obtienen aprecio y reconocimiento en el encierro de los roles domésticos y mundos privados de relación entre los seres humanos.
- La igualdad y la dignidad desde la diferencia
es un proyecto inacabado para las mujeres de cualquier condición.
Defendemos el valor universalista de los derechos básicos de las personas y la ciudadanía, al margen de las diferencias por su condición anatómica y sexual, y con ello cuestionamos las muchas formas de minorización y subalternidad que vienen sufriendo las mujeres, y que aún perviven a menudo invisibilizadamente, en todos los espacios sociales, privados y públicos. La necesaria apuesta emancipatoria por unas formas de convivencia más equitativas y justas entre mujeres y hombres, ha de poder hacerse hueco y tomar protagonismo en cualquier agenda de acción y proyecto que se autoproclame a favor de la mejora y el bienestar común. Entendemos que el avance en el cumplimiento de los ideales igualitarios entre los seres humanos, y particularmente entre las mujeres y hombres, debe expresarse en todas las organizaciones, instituciones y grupos, que han de adoptar como propios los cambios igualitarios que cuestionen la jerarquía y la dominación masculina.
- La política es un espacio hegemónicamente masculino.
La deseable opción a favor de la equidad en el acceso y reparto de los bienes sociales entre hombres y mujeres se ha de poder expresar en las relaciones privadas y domésticas y también en las relaciones que se establecen en los espacios públicos, como es el político e institucional encargado de la regulación y la gobernabilidad colectiva. Con las históricas conquistas del derecho al voto para las mujeres a lo largo del siglo XX no han acabado las ancestrales discriminaciones políticas de las mujeres. Los partidos y organizaciones políticas de cualquier tinte y condición, que aspiran a representar a la ciudadanía en los procesos electorales y en las instituciones y políticas de gobierno, deben garantizar mediante reglas estrictas unas condiciones ejemplares de participación y equidad entre mujeres y hombres en sus formas de representación, liderazgo y decisión. Estas metas en defensa de los derechos de igualdad y equidad en el espacio propiamente político nos llevan a defender con fuerza y pasión su puesta en práctica mediante una variedad de fórmulas basadas en la "acción positiva", "la política paritaria" y "las organizaciones propias" de los colectivos de mujeres. Estas herramientas sirven para romper los duros “techos de cristal” que en política eliminan, individualizan o seleccionan arbitrariamente a las mujeres, en función de los particulares intereses y el poder de designación de las familias y grupos de hombres que dominan e imponen las reglas del campo político-institucional.
- Las políticas verdes y la paridad van juntas.
En “la nueva cultura política” defendida por los partidos y las organizaciones con fines de transformación ecológica para la sostenibilidad de las sociedades humanas, las políticas paritarias se hacen inevitables. Han de convertirse en distintivas y ejemplares para impulsar con ello avances reales contra la desigualdad patriarcal en la sociedad en general, y en cualquier contexto, organización y circunstancia política en particular. Los mecanismos paritarios y de discriminación positiva a favor de las mujeres en el terreno de la participación, la decisión, la representatividad y el liderazgo, deben instituirse y asegurarse mediante reglas estatutarias de funcionamiento que marquen los hábitos de la cultura política de las organizaciones y de sus miembros, y pongan límites irrebasables a la acumulación de recursos políticos y de poder de dirección en manos de hombres y grupos de hombres.
- Sin organizaciones autónomas de mujeres las políticas de paridad no andan.
Las reglas paritarias de una organización pueden ser ineficientes o incluso contraproducentes para las mujeres si en su aplicación se pervierte el sentido original de las mismas: dividir equitativamente los bienes y recursos asegurando que las mujeres como colectivo tengan el acceso continuado a los mismos. La experiencia histórica de las mujeres muestra la necesidad política que tienen de dotarse de organizaciones propias y autónomas para dar forma y expresión a sus intereses y metas colectivas, y también para impedir la posibilidad de un uso contradictorio e ilegítimo de las fórmulas paritarias: cuando se utilizan con la finalidad de validar solo a las mujeres individuales que previamente han sido seleccionadas y designadas por los grupos de poder y los liderazgos masculinos.
. La feminización de la sociedad
es necesaria para la responsabilidad ecológica y la transición verde
Aunque nos consideramos parte y continuadoras de la genealogía de mujeres y de sus históricas luchas en favor de los derechos políticos y sociales igualitarios para las mujeres, además percibimos como los valores masculinos de conquista, autonomía y libertad, y desarrollados desde los ideales modernos de progreso y desarrollo ilimitado, están esquilmando aceleradamente las limitadas y frágiles condiciones de salud y vida del conjunto de ecosistemas del planeta. Para evitar que las mujeres participemos también en la delirante y faústica fiesta del maldesarrollo destructivo del conjunto de la vida terrestre, y ante la gravedad de la crisis de supervivencia ecológica que hoy atraviesa la humanidad en su conjunto, las históricas metas liberales y socialistas para el avance igualitario de las mujeres deben armonizarse e integrarse con urgencia en los objetivos y las restricciones que impone la preservación ecológica y el decrecimiento físico de nuestras necesidades y formas de vivir. Ante la degradación y pérdida de los servicios y bienes ambientales vitales y necesarios para nuestra continuidad y existencia común y colectiva, entendemos que las mujeres no deben “travestirse” emulando los antropocéntricos valores masculinos de éxito y riqueza. Al contrario, entendemos que podemos revalorizar, reconstruir e irradiar nuestras culturas e identidades femeninas fruto de los imperativos patriarcales, con la finalidad de afrontar mejor los necesarios cambios verdes en nuestras formas de organización, producción, estilos de vida y consumo, y en el pensamiento y la cultura.
Desde los valores diferenciales de la feminidad, pero autoreconstruidos y autodesignados, queremos tejer puentes que favorezcan la transición consciente hacia una nueva y ampliada moral de responsabilidad y cuidado hacia la vida natural, que es la fuente matricial para cualquier sociedad humana y futuro.
Como mujeres que somos, no queremos contribuir a usurpar ni lesionar las oportunidades y los derechos de la vida natural y de los seres humanos en el futuro, ni queremos sumarnos a la insensata destrucción de los bienes y servicios ambientales que son condición de nuestra propia existencia y bienestar.
Como mujeres verdes que somos, optamos por una nueva responsabilidad y ética femenina del cuidado y ampliada a la vida natural que enferma y muere.
Como ecofeministas que somos, defendemos los nuevos derechos ambientales, como guías y principios fundamentales de toda acción y proyecto humano a la vez que luchamos por unas formas de convivencia benignas y equitativas entre mujeres y hombres en un planeta finito y común.
Materiales del Grupo ECOFÉMINAS
Octubre del 2010