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Los Verdes

22 mai 2014 4 22 /05 /mai /2014 08:58

 

 toro-Europa.jpg

Dos momentos estelares recientes que han tenido un “carácter europeo” ante la opinión pública europea han sido las dos “Eurovisión”. Uno a partir de la celebración del festival Eurovisión de la canción, en media Europa se comentaba masivamente la transgresora imagen de la ganadora del festival: Conchita Wurtz. Días después se produjo otro momento europeista: el vibrante debate político en el hemiciclo de Bruselas entre los cinco principales candidatos a la presidencia de la Comisión Europea. Esta clara y ágil confrontación entre posiciones, junto a la participación del público, ha interesado a millones de europeos en 28 países distintos (lástima que la TVE lo marginara en el Canal 24 horas de una muy  reducida audiencia del 1%). En este caso, debatir públicamente sobre problemáticas candentes europeas, como son la austeridad, el clima, el papel de la religión o la crisis de Ucrania sí parece haber interesado a la ciudadanía europea.

 

Por desgracia, y en gran contraste con este debate en Bruselas, los dos partidos mayoritarios en suelo español han nacionalizado la campaña electoral europea con unos monólogos cansinos y retóricos encerrados en las controversias exclusivamente nacionales, bien ajenas al específico ámbito supraestatal y a las competencias adquiridas y capacidades de acción política de la UE. Así, las grandes fuerzas políticas han desaprovechado una vez más la oportunidad para implicar y motivar al electorado  en torno a verdaderos debates sobre el futuro común de Europa. El PP y el PSOE a pesar de autoproclamarse “europeístas”, lo cierto es que escasamente predican con el ejemplo.

 

Hay que decirlo claro: simplemente no quieren que la ciudadanía abra las puertas de Europa a un debate transparente e incluyente sobre los grandes retos europeos como son futuro comercial que queremos con EE.UU.,  el modelo energético necesario frente a la crisis climática, la política de innovación científica que falta para la salud y el medio ambiente, la política alimentaria más segura y sana, la política exterior europea más justa, la política de cooperación con el Sur más activa, los planes efectivos para acabar con los paraísos fiscales y crear una fiscalidad propia europea, o cómo aumentar el ridículo presupuesto europeo de menos del 1% del PIB para financiar la “Europa social” sobre que tanto hablan.  


bandera-europea-desgastada.jpg 

 

¿Porque tienen tanto miedo de hablar sobre Europa?

 

Para las élites de Bruselas, que incluyen a los partidos mayoritarios españoles, es mejor reservar el espacio europeo para la negociación opaca entre estados y para intentar sacar beneficio en el reparto de los recursos comunitarios (a menudo bajo la primacía de los intereses económicos de empresas “campeonas nacionales”). Algo bien opuesto es considerar la Unión Europea como un foro político unitario de decisión y derecho, orientado a la construcción de políticas en favor del bien común europeo y abierto a la participación ciudadana. Pero muchos gobiernos ven el fortalecimiento de la incipiente ciudadanía europea como una interferencia que estorba el “normal funcionamiento” de los intercambios entre los “intereses nacionales” de los Estados. Este es el techo de la cultura política que hoy domina el Consejo de Ministros Europeo. El Consejo actúa como un fuerte contra-poder poco transparente frente a al Parlamento Europeo constituido como ágora de decisión mediante los votos de la ciudadanía europea. Además, el creciente poder “de facto” de algunos grandes estados europeos nos coloca en la disyuntiva de elegir entre el retroceso intergubernamental y el avance hacia una Europa más política y ciudadana.

 

“Tú elegirás quien gobernará Europa” afirma la publicidad institucional en los autobuses de Bruselas mostrando las caras de ciudadanos europeos. Pero lo cierto es que, más allá del día de las votaciones europeas que se hacen cada cinco años, la gente de la calle carece de conocimiento actualizado y  de influencia destacable sobre las direcciones de la gobernanza de Europea. Se naturaliza y se esencializa la idea de Europa como si fuera un ser ya acabado: “Europa hace esto”, “Bruselas dice”, pero sin establecer distinción del color político de la fuerza política que “gobierna Europa”.  Esto hace posible que frente a la crisis económica muchas voces no echen la culpa ni a la izquierda ni a la derecha, ni a ningún mayoría política en particular, sino que como chivo expiatorio endosan la responsabilidad a un  alejado ente “en Bruselas”, de difícil comprensión y sin caras ni nombres reconocibles.

 

Para salir de este atolladero mucha ciudadanía de a pie demanda primacía de los poderes democráticos del Parlamento Europeo, más transparencia en la toma de decisiones y más participación mediante diversidad de fórmulas: peticiones, iniciativas ciudadanas, escrutinio público de todos los procesos europeos de toma de decisión, incluyendo la caverna del Consejo de los Estados Miembros que actúa sobre las leyes europeas como un Senado de patricios fuera de la vista de la ciudadanía.

Otro gran reto es el de reforzar la Europa ciudadana frente al poder asfixiante de los lobbies de las grandes empresas e instituciones financieras. Son urgentes las medidas eficaces para frenar este incalculable y opaco poder feroz de los más de 4000 lobbies privados existentes en Bruselas que secuestran muchas de las políticas orientadas al bien común.

 

A falta de más transparencia y más poder ciudadano, muchas de las leyes comunitarias se cuecen  mucho más en los bares ante unas cervezas o en los grandes bloques de oficinas que rodean a las instituciones europeas que dentro del propio Parlamento Europeo. Por desgracia muchos eurodiputad@s se limitan al “copiar y pegar”  las enmiendas de ley precocinadas por el lobby industrial de turno.

 

Pero a pesar del “lobby feroz”, de las trabas políticas, la opacidad y las dificultades linguísticas y burocráticas, la ciudadanía europea activa y organizada puede ganar importantes batallas europeas. Un gran ejemplo de ello ha sido la derrota de ACTA (Acuerdo comercial  anti-falsificación) a pesar del fuerte consenso político favorable entre los Estados europeos. Millones de europeas y europeos por todo el continente se movilizaron en defensa de derechos digitales fundamentales para forzar el rechazo final del Parlamento Europeo a ACTA. Asimismo, por encima de las fronteras nacionales, docenas de miles europeos presionan diariamente ante las instituciones comunitarias en favor del clima y las energías renovables; por unas exigentes normas de salud pública; por unas comunicaciones por internet neutrales, privadas y asequibles; en favor de la transparencia en la innovación médica; en contra del maltrato animal; en favor de la seguridad alimentaria; en defensa de los derechos de las minorías étnicas, l@s LGBT y los inmigrantes.

 

La ciudadanía europea va por delante, anuncia paso a paso la nueva Europa y fuerza la apertura de unas puertas institucionales pesadas y atascadas.

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