Hay un intenso debate abierto sobre las patentes sobre la vida o las llamadas "biopatentes". En medio de un vacio legal por la falta de una clara regulación política en Europa, la Oficina Europea de Patentes (EPO) lleva varios años registrando las patentes de distintas formas de vida vegetal. Esta forma de propiedad privada aplicada a los productos de la naturaleza está provocando una creciente contestación por parte de consumidores, agricultores y ecologistas.
Actualmente el Tribunal de Apelación (Board of Appeal) de la EPO está considerando varios recursos en contra de la concesión de patentes para algunas variedades de tomate (supuestamente especial para el Ketchup!), y para el brócoli (se afirma mejorar sus propiedades anticancerígenas naturales y sus valores en contra de las enfermedades vasculares). El tribunal de la EPO decidirá en breve si las variedades patentadas contituyen unos "significantes pasos innovadores tecnológicos" o si simplemente se intenta patentar "unos procesos biológicos convencionales" ya existentes en la naturaleza. Sorprendentamente, el Tribunal de la EPO afirma que "no puede tener en cuenta en su fallo las consideraciones sociales, económicas o ecológicas"! Cada vez se plantean más interrogantes sobre cómo la EPO supuestamente puede tomar unas decisiones puramente "técnicas" totalmente fuera de cualquier realidad social. Ha sido muy criticado de que la EPO no está sujeta a ningún control democrático por parte del Parlamento Europeo y de que a menudo ha estado bajo la influencia asfixiantes de poderosos lobbies industriales.
El patentado de organismos y procesos vivos también amenaza con extenderse a los animales de la crianza industrial intensiva, lo que ya está provocando un amplio debate y críticas de carácter ético, ecológico y científico en la Unión Europea. Muchas voces cualificadas exigen la regulación política del "novel food" y de las patentes sobre la vida, ya que pueden tener unas temibles consecuencias ambientales, sanitarias y sociales, y que hoy por hoy son incalculables e imprevisibles.
Durante siglos el mundo rural global ha aplicado conocimientos en la mejora de las variedades de semillas para adaptarlas a sus cosechas, y ha conseguido la mejora de sus razas de ganadería para adaptarlas a los cambiantes contextos meterológicos y geográficos. Este valioso legado histórico-cultural de conocimiento y de sabiduría del campesinado mundial ha sido considerado hasta hace poco tiempo un patrimonio común de la humanidad.
Pero en los últimos años también ha habido una creciente apropiación privada del conocimiento agrícola por parte de unas pocas empresas y laboratorios, que están poniendo en peligro la seguridad alimentaria de muchas comunidades locales y hasta la conservación de la diversidad biológica. Miles de nuevas patentes agrícolas y ganaderas pueden concentrar el poder alimentario en unas pocas manos, lo que puede significar un enorme daño social debido a unos precios más altos, tanto para consumidores como para los agricultores locales, que se verían abocados a un círculo vicioso de dependencia del agri-business.
No es cuestión de dejar este asunto complejo y peligroso bajo las simplista mirada de la Oficina Europea de Patentes y de los intereses comerciales de sus lobbistas industriales de turno. Más que nunca se urge una regulación política democrática que acote y limite las patentes sobre la vida en la Unión Europea, y de acuerdo con la opinión mayoritaria de la ciudadanía europea.
David Hammerstein
Diálogo Transatlántico de Consumidores (TACD)