La tarta de la Tierra es finita. Cada vez somos más personas que queremos un trozo más grande de esta tarta. Sin embargo, hay una cantidad de harina justa y todas las habas del planeta están contadas. Para más fastidio, nuestra tarta no solo no crece sino se encoge por el envenenamiento de la levadura a causa de unos malos humos.
Frente a la sacrosanta mantra de “crecimiento” es muy difícil plantear políticamente nuestra crisis de sobreconsumo y la imperiosa necesidad de poner fin a la obscena glotonería de los países del Norte. Pero no es solo una cuestión de supervivencia ambiental sino también una exigencia de justicia social global. Es evidente que tenemos una deuda ecológica colosal contraída con el Sur.
La segunda ley de la termodinámica, o ley de entropía, implica que la energía se degrada constante e irrevocablemente hacia un estado no disponible. En otras palabras, cuanto más avanza nuestro modelo de crecimiento económico depredador menos energía y sustento de vida permanece. Es un proceso irreversible ya que la flecha del tiempo solo va en una dirección y es imposible recomponer a los pedacitos ya centrifugados de nuestro entorno. Mientras la economía dineraria artificial crece sin cesar, la bioeconomía real de la tierra no deja de menguarse. Como concluye el gran economista natural Georgescu-Roegen: “la humanidad, al igual que cualquier otra forma de vida, se enfrenta a una dependencia absoluta de energía y materia que se degradan irrevocablemente. La segunda ley nos deja solamente una opción: reducir drásticamente nuestro consumo de energía y materia hasta respetar los límites de la biosfera“.
Desde la óptica radical-realista del “decrecimiento” el término “desarrollo sostenible” es una contradicción en términos y un engaño. La primera palabra desordena todo el mundo biofísico de forma irreversible frente a la segunda que intenta mantener el orden natural. Incluso afirma que el reciclaje más perfecto está lejos de salir “gratuito” para la tierra. Llega a polemizar a nivel teórico con el “comercio justo” o “verde”, apostando por una utópica relocalización de la economía.
Es muy difícil encontrar una eficaz traducción política de este importante movimiento pero la lectura del texto “Decrecimiento” es muy recomendable para establecer unas premisas muy útiles para los tiempos que avecinan. (Sección de Documentos, La Sostenibilidad en www.davidhammerstein.org).
David Hammerstein, eurodiputado de Los Verdes