La Unión Europea está atrapada en una contradicción o en lo que los psicólogos llaman un "doble vínculo". Pretende asfaltar mucho y contaminar menos. Quiere repetir el "escenario español" de crecimiento e integración europea en los 10 nuevos estados miembros de la UE de Europa central y oriental y a la vez ser súper "sostenible". La UE quiere liderar la lucha mundial contra el cambio climático con objetivos ambiciosos de reducción de emisiones contaminantes y al mismo tiempo con sus fondos de cohesión quiere financiar miles de kilómetros de obras viarias a cargo del presupuesto comunitario. Es como si nuestros máximos dirigentes europeos no se hubieran dado cuenta de que el "feliz modelo español", con más kilómetros de autovía per capita que nadie, financiado por la UE, ha aumentado sus emisiones de CO2 en casi un 50% desde el año 1990 y los contaminantes del sector del transporte son los que crecen más deprisa. Si la experiencia española se repitiera en los países de la ampliación, ya podríamos olvidarnos de los objetivos de reducir nuestras emisiones contaminantes en más de un 20% antes del 2020.
Todos los indicios apuntan que la UE no ha aprendido la lección ambiental del "milagro español". A pesar de pregonar la importancia del medio ambiente en la política europea de cohesión e innovación, solo una pequeña parte de los fondos comunitarios destinados a la ayuda estructural de los nuevos países miembros va destinada a inversiones que favorecen el medio ambiente. De los 177 mil millones de euros que serán gastados en el periodo 2007-2013, solo el 1% serán destinados a proyectos de eficiencia energética y energía renovable. Del dinero europeo destinado al transporte para los nuevos estados miembros, 47 mil millones, el 53% se asigna a la construcción de carreteras y autovías y solo el 10% se destina para el transporte público local y regional. Si no se invierte esta tendencia de copiar el modelo español una gran parte de la financiación europea se orientará hacía un desarrollo especialmente intensivo en el consumo de energía y de emisiones contaminantes lo que desbarataría cualquier compromiso de la UE en defensa del clima.
Si tomamos en serio el cambio climático debemos asegurar que la mayoría de las ayudas europeas vayan orientadas a proyectos que están de acuerdo con nuestra estrategia energética y ambiental.
David Hammerstein, Eurodiputado de Los Verdes