Tenemos un nuevo tratado, queremos una verdadera constitución.
Los enormes desafíos sociales y ambientales de Europa y del mundo exigen una Unión Europea mucho más ágil y más cercana a la ciudadanía mientras que el acuerdo alcanzado sobre el nuevo tratado en Lisboa está lleno de insuficiencias y ambigüedades.
Es cierto que las reformas pactadas en Lisboa tienen algo de sustancia útil pero carecen de alma. El efecto del “no” al tratado constitucional, de la derecha e izquierda radical, ha sido especialmente negativo. Lejos de empujar a la Unión hacia reformas más sociales y democráticas, la crisis institucional ha sido aprovechada por los estrechos intereses egoístas de los estados para dar marcha atrás en la armonización de áreas tan importantes como la política exterior o las políticas de justicia e interior. Ha aplazado durante más años una mayor aplicación del nuevo sistema de doble mayorías para sustituir al paralizante método de consenso y ha obviado la oficialidad de la simbología europea. En lugar de una constitución tenemos un tratado, en lugar de un ministro de exteriores europeo tenemos un alto comisionado, en lugar de más poder de la Comisión Europea tenemos más capacidad para frenar acuerdos por los parlamentos nacionales y los gobiernos nacionales.
La anomalía más grande ha sido la negación de Gran Bretaña y Polonia de suscribir la Carta de Derechos Fundamentales, lo que representa los valores básicos de la Unión Europea. En lugar de simplificar el largo texto un sinfín de protocolos, notas de pie y anexos esconden tras una cortina de humo incomprensible una cacofonía de intereses mezquinos de los estados. Además, se cierra el acuerdo por arriba, entre líderes y parlamentos nacionales, sin la posibilidad de una auténtica consulta popular europea. Ahora comienza en el Parlamento Europeo, que sí ha ganado su derecho a la iniciativa, la lucha por una verdadera constitución europea consagrada a una Europa social y ecológica de la ciudadanía europea, en lugar de la Europa de los estados que ha ganado una batalla en el llamado Tratado de Lisboa.
David Hammerstein, eurodiputado de Los Verdes