Seguimos olvidando el mar que da nombre y vida a nuestra región del mundo. En nuestro diálogo de cultura debemos fomentar un cambio cultural radical tanto en el norte como en el sur para salvar al mediterráneo y enfrentarnos al enorme desafío del cambio climático. Porque el mar, los ríos y la atmósfera no saben ni de fronteras ni de religiones ni de culturas. Da igual que sean árabes, europeos, palestinos o israelíes. Estamos condenados a entendernos para garantizar al medio ambiente que da sustento a nuestras sociedades.
Un deterioro creciente del mar mediterráneo exige unas políticas mucho más activas y una financiación mucho mayor. La última cumbre de jefes de estado de la región euro mediterránea se comprometió a conseguir un mediterráneo limpio antes del 2020. Sin embargo, el compromiso verbal necesita leyes, programas concretos y presupuestos que tardan demasiado en materializarse. El mar está siendo amenazado por masivos vertidos urbanos e industriales desde los cuatro costados, además de los vertidos del tráfico marítimo, la destrucción de ecosistemas marinos valiosos y de zonas húmedas, además de unas prácticas pesqueras destructivas. Tenemos tener en cuenta que Si se muere nuestro mar, nuestra cultura morirá también.
El cambio climático también puede tener efectos catastróficos sobre la región mediterránea, empeorando las sequías, la desertificación y las tormentas dramáticas. Hace unos días el Consejo Europeo se ha comprometido a cumplir objetivos vinculantes en la reducción de las emisiones de CO2 y en un rápido crecimiento de las energías renovables. Precisamente el Magreb y el Oriente Próximo tienen un clima y un terreno magníficos para esta revolución energética, especialmente en todas las variedades de la energía solar. La energía limpia puede crear riqueza económica, miles de puestos de trabajo y avance tecnológico para la ribera del sur del mediterráneo.
David Hammerstein