Una oleada de libertad recorre Europa. Miles de jóvenes ciberactivistas, una multitud de pequeñas empresas innovadoras y muchas instituciones públicas comprometidas están apostando por nuevas formas de compartir la información y, en el proceso, están inventando una nueva cultura más abierta y una economía más igualitaria.
La regulación de las posibilidades futuras de Internet, el software y las nuevas generaciones de telecomunicaciones se ha convertido en un campo de batalla decisivo para nuestras sociedades. Por un lado están las fuerzas de imaginación, cooperación y diversidad y por el otro, los monopolios de siempre que buscan construir altos muros privativos ante el libre flujo de ideas y datos.
El debate europeo sobre las patentes de software, por ejemplo, es arduo y la relación de fuerzas es desigual. Hay una presión muy fuerte a favor de instaurar el sistema americano de patentes que asfixiaría a la innovación de las nuevas empresas pujantes y restringiría la libertad de los consumidores. La instauración de un duro régimen de propiedad intelectual helaría la innovación de nuevos actores al estimular el chantaje de unas vías judiciales de un alto coste que haría que el miedo se extendiera por toda la red y as grandes empresas camparan a sus anchas.
Se discute también, en el ámbito europeo, el posible endurecimiento y ampliación de las medidas criminales contra la violación de la propiedad intelectual cuando hasta ahora a la mayoría de estas ofensas solo se aplicaba el derecho civil. Además, se libra una discusión sobre la delimitación de los derechos de los consumidores en la economía digital.
Otras cuestiones importantes planteadas es la Directiva de Televisión sin Fronteras que decidirá sobre las televisiones del futuro y su relación con Internet o el debate sobre espectrum que se trata del control y acceso social de las frecuencias inalámbricas. De gran importancia serán, además, las medidas emprendidas para cerrar la brecha digital entre el Norte y el Sur, entre las ciudades y las zonas rurales y entre los ricos y pobres, en el camino de conseguir “el acceso universal”. No menos crucial es cómo potenciar la creación de “clusters” cooperativos de nuevas iniciativas empresariales en las tecnologías de información o la imprescindible implicación del mundo de la informática e Internet en la lucha contra la crisis climática y ecológica global.
Los Verdes queremos un máximo de transferencia e intercambio libre de cultura, conocimientos científicos e informaciones técnicas. Debemos evitar aquellas patentes o leyes que puedan ser un obstáculo a la innovación para pequeñas y/o jóvenes empresas. Por el contrario, todos aquellos incentivos que fomenten el compartir de conocimientos y la transferencia de tecnologías han de promoverse, para que las empresas, la sociedad civil y las universidades puedan desarrollar, gracias a dicha intercomunicación, puentes entre la investigación y la necesaria renovación económica y tecnológica en nuestras vidas. Tenemos que tejer una tupida red libre de interoperatividad técnica, política y cultural. Esta será la red de una economía donde “lo pequeño es hermoso” y donde el voraz “gen egoísta” es sustituido por “el chip cooperativo" que es la mejor estrategia para unas sociedades más justas y unas economías vibrantes.
David Hammerstein, Eurodiputado de Los Verdes