La actual debilidad y ceguera política de los Estados Unidos está teniendo unos efectos muy peligrosos sobre la estabilidad del Oriente Próximo. Han convertido a Irán en un gran árbitro regional y sus múltiples aliados se hacen fuertes por doquier. Además, parece que Irán tendrá pronto armas nucleares y hay muy poco que se puede hacer para evitarlo. ¿Quien asumiría las terribles consecuencias de utilizar armas atómicas tácticas (necesarias según expertos militares) para retrasar la capacidad nuclear de Irán? La solución negociada se impone.
Al mismo tiempo la Iraquización, de caos y violencia étnica, comienza a extenderse al norte de aquel país (Kirkuk) y a Líbano y Palestina, donde la fragmentación sectaria y células durmientes de Al Qaeda están esperando su momento. Del sueño ideológico de los neo-cons del “Nuevo Oriente Próximo” hemos caído en la pesadilla de la guerra de todos contra todos. Ahora , en cambio en Europa se impone una lógica política pragmática y conformista que, lejos de apuestas políticas ambiciosas en el Oriente Próximo, solo busca la gestión de la catástrofe y un control mímimo del daño.
La Unión Europea está llevando a cabo una labor humanitaria y pacificadora muy loable sobre el terreno pero carece de la unidad política para ejercer la fuerte presión necesaria para acabar con 40 años de ocupación y sufrimiento en Cisjordania y Gaza. La UE debe decidir si es una ONG o un actor internacional. Debe empezar a actuar políticamente en el Oriente Próximo donde juega gran parte de su estabilidad política, cultural y económica en el futuro. Europa tiene que hacer saber a Israel que el mantenimiento del status quo no es aceptable. Cada día que pasa una solución pacífica se hace menos viable por los hechos sobre el terreno. La población de los colonos creció en 6% en el 2006. La política de más de 400 controles y el muro tortuoso, que a menudo separa palestinos de palestinos, hace imposible la vida normal y la economía para los palestinos. Hasta ahora los israelíes han aplicado la política de “cuanto peor para los palestinos, mejor” o “que se maten entre ellos” pero ahora la mayoría se dan cuenta que no hay escapatoria de una convivencia mutua en una franja tan estrecha de tierra compartida. Ya no hay muros que valen. Se ha acabado para Israel la conveniencia de “ganar tiempo” con la afirmación de que “no hay interlocutor palestino para la paz”. El tiempo no corre su favor y muchos líderes de Israel lo saben. Yithak Rabin afirmó hace quince años al embarcarse en el proceso de Oslo que “debemos mover rápidamente a favor de la paz antes de que tengamos un Oriente Próximo nuclear”.
Es evidente que Israel, ante la supuesta amenaza existencial de Irán, tiene la urgencia de encontrar unos fuertes intereses comunes con una parte importante de su entorno árabe si quiere un mínimo de seguridad. Seguir dependiendo ahora solo en su poderío militar y la represión de los palestinos es una receta pare la catástrofe. Muchos analistas israelíes se preguntan como podría responder a un ataque simultaneo de Katiuskas de Líbano, kassams o peor desde Gaza y otra intifada en Cisjordania cuando y incluso un ataque de Siria cuando después de la Guerra del verano pasado, el ejército israelí ya no asusta como antes. Su eficacia militar se ha deteriorado después de décadas de la diaria tarea de ser un policía inmoral de ocupación. Además, habría que añadir un nuevo factor: la percepción creciente por parte de la derecha de Israel de que la minoría árabe Israelí que constituye veinte por cien de la población se está convirtiéndose en una peligrosa quinta columna que cuestiona la naturaleza judía del estado. Paradójicamente la multitud de peligros y la extrema debilidad del actual gobierno en Jerusalén es la motivación detrás una mayor flexibilidad hacia los palestinos. Cada día se hace más patente el enorme error histórico de no alcanzar un acuerdo bajo los parámetros y los oficios de Clinton en el año 2000. Frente a la propuesta de entonces de devolver el 97% de Cisjordania, la partición de Jerusalén, una garantía de seguridad internacional y compensación amplia para los refugiados, hemos pasado a la actual propuesta máxima de la Ministra de Exteriories Israelí Tzipi Livni, totalmente inaceptable para los palestinos, de establecer las fronteras temporales siguiendo el actual trazado del muro que trocea en cantones una parte significativa de Palestina.
El unilateralismo agresivo de Estados Unidos está mortalmente herido pero el multilateralismo pacifico liderado por la UE no puede nacer. El prestigio de los EE.UU. está por los suelos en el mundo árabe pero Europa no está a la altura de las circunstancias todavía. Es la hora de que la UE lidere la paz, como ha empezado hacer en el Líbano. Incluso, la intervención de la UE está cada vez mejor vista en Israel, rompiendo con la tradicional actitud de rechazar la “internacionalización del conflicto”. La Unión Europea tiene que aprovechar la oportunidad.
David Hammerstein