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Los Verdes

29 juin 2009 1 29 /06 /juin /2009 10:03

 



La demagogia y el populismo xenófobo abundan en el debate europeo sobre la inmigración. Lo que escasea es una discusión rigurosa sobre las causas y soluciones prácticas del movimiento de millones de personas de paises del Sur hacia Europa.
 
En tiempos de boom económico impulsado por el cemento, la construcción, y el turismo, los desplazados inmigrantes son bienvenidos en su faceta de mano de obra barata, y las leyes de frontera hacen manga ancha. Otro cantar muy distinto sería el reconocer en las personas inmigrantes unos derechos de ciudadanía que les capacitara como actores políticos y culturales, o como una vecindad que ha de recibir un similar trato en derechos que la ciudadanía del propio territorio.

Pero en el actual contexto de la crisis económica, la inmigración parece implicar demasiados inconvenientes y gastos sociales para los países de acogida. Se olvida demasiado rápidamente la base social y económica de "la prosperidad propia" que descansa sobre una emigración económica y ambiental, sobre una mano de obra domesticada y pobremente remunerada.
 

Con la crisis económica, ha llegado la hora de las rebajas. La invitación a hacer las maletas con toda la familia, a aceptar unos raquíticos finiquitos por el tiempo de trabajo realizado y después de años de cotizaciones para las arcas públicas del estado. Con este imperativo de desarraigo, han de abandonar de repente los colegios, las amistades y empresas, todo al son del  bajón de la economía especulativa. Ahora son personas sobrantes, y se convierten en residuos de usar y tirar para las sociedades de acogida. 
 

En todo el proceso de la inmigración nuestra responsabilidad y nuestro injusto trato con las sociedades del Sur se suele encubrir y callar de mil maneras. Se esconden las injustas políticas comerciales y el proteccionismo económico practicado hacia los propios productos y mercados, que arruina las economías locales más allá de nuestras fronteras. También se oculta nuestro saqueo ecológico en nombre de la extracción de materias primas que exigen nuestros estilos suntuosos de vida y consumo. Se realizan acuerdos pesqueros que roban y acaban con las proteínas y el alimento a otras sociedades mediante la sobre-explotación de los ecosistemas marinos. Es gigantesca nuestra responsabilidad con millones de refugiados ambientales y sociales, que están obligados a desplazarse ante las dramáticas alteraciones ecológicas producidas por las emisiones industriales de CO2 y los gases invernadero de la minoritaria población del autoproclamado primer mundo. Hay toda una diplomacia europea que calla y respalda las dictaduras corruptas. Abundan unas políticas de cooperación que a menudo se orientan a favorecer un neocolonialismo económico liderado por los intereses de unas pocas grandes empresas del Norte, o que dependen de unos designios y estrategias geopolíticas, que no tienen en cuenta las necesidades de subsistencia y de bienestar de unas poblaciones jovenes del Sur, que sobreviven entre grandes esperanzas y enormes frustraciones.  
 

Parece una obviedad el hecho de que no puede haber "papeles para todos" ya que sería imposible una avalancha de millones de persona en búsqueda de condiciones de vida digna. Pero en cambio, si puede haber reconocimiento y protección, papeles y derechos, para las personas que ya llevan tiempo viviendo y trabajando aquí. En definitiva, es posible y es urgente una nueva política que opte por afrontar la inmigración ya desde los países de origen, con inversiones sociales, formativas, y culturales.  La forma de parar el terrible comercio con seres humanos es abrir las puertas de la Unión Europea de forma legal y con una mayor justicia. La inmigración ilegal es el resultado de una política solo basada en la represión.

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