La verdad es que el último debate electoral europeo de anoche por TV, tenía cierta novedad con algunos elementos más inteligibles y europeos que los anteriores. Quizás haya sido porque no estaban las primeras espadas de cada candidatura. Aunque también escuchamos la repetición de algunas de las tonterías ajenas al debate europeo con temas de confrontación presentes en el debate político a escala estatal, como: "vivíamos mejor con Aznar", "esto es como Franco", "yo hablo castellano perfectamente", "la Unión Europea debe reconocer el derecho de autodeterminación", o "hay que nacionalizar las fábricas y sectores de actividad productiva". Aunque la mitad del tiempo se hablaba mirando los problemas que solo pueden afrontarse desde el escenario de las competencias estatales, también se dieron algunas curiosidades en el marketing político y en las posiciones y discursos sobre la Unión Europea.
A pesar de mostrarse muy suelto y aparentemente confiado en su expresión, Ramón Jauregui, el representante del PSOE, tiraba balones fuera y se negaba a responder a las preguntas insistentes y directas que hacía el candidato de ERC Jonqueras sobre el apoyo del PSOE a Barroso como Presidente de la Comisión Europea; a la Directiva de la Vergüenza sobre la inmigración; o a otras numerosas votaciones donde votaba junto al PP. Tampoco tenía respuesta a la pregunta de por qué España ha incumplido estrepitosamente su compromisos contra el Cambio Climático y el Tratado de Kioto, o por qué la UE hacía la vista gorda ante la dictadura en China. El otro nacionalista de CiU acertaba cuando achacaba la actual parálisis de la UE a los gobiernos de los estados miembros que no quieren soltar más soberanía. Todos estaban de acuerdo de que Europa era un gigante económico pero un enano político en el escenario mundial y con poco peso en los grandes conflictos internacionales.
El candidato del IU Meyer lanzaba críticas a las políticas neoliberales y hacía guiños demagógicos a favor de medidas de intervención pública dirigidas a sectores sociales concretos, pero sin preocuparse si para los problemas que señalaba había competencia y legalidad europea o no: los deshauciados de sus viviendas ante el impago de hipotecas; los parados por el cierre de fábricas como la OPEL y que el Gobierno debe comprar; los obreros de la siderurgia; la aplicación de reforma universitaria privatizadora y neoliberal del Plan Bolonia; o la necesidad de nacionalizar la banca.
El más didáctico y claro fue el candidato nacionalista Jonqueras, que con un tono sobrio y moderado apuntaba su pertenencia al grupo de "Los Verdes en el Parlamento Europeo", algo que mencionó hasta tres veces, apostando por compatibilizar su programa nacionalista y desarrollista con el "Green new deal" (Nuevo trato verde) para salir de la crisis. Es muy curioso que el candidato de ERC, que no es verde sino que pertenece a un grupo de nacionalistas aliado con Los Verdes en el Parlamento Europeo y llamado ALE (Alianza Libre Europea), en el debate televisado haya llevado la bandera verde en sus reivindicaciones, y mucho más que Willy Meyer, quien en ningún momento del debate reveló que el segundo candidato en su lista es Raül Romeva de IC, actual eurodiputado miembro del Grupo Verde en el parlamento Europeo. Es evidente que Meyer, que apenas dijo nada sobre la crisis ecológica, y más allá de su monocolor identidad comunista, no quería dar protagonismo ni visibilidad a sus aliados electorales de ICV.
Los compromisos contra el Cambio Climático no entraron en el debate. Tampoco aparecieron los grandes debates europeos sobre la regulación de las telecomunicaciones o de la energía. Resulta curioso ver como el candidato Jauregui atacaba al candidato De Grande del PP por ser defensores de la energía atómica, cuando hoy el gobierno del PSOE opta por alargar y extender la vida de la vieja e insegura central atómica de Garoña.
Es lo que hay. Con este panorama, no será fácil saber a quien votar el domingo.