¿Por qué no hay un partido verde fuerte en España como hay en algunos países del centro y norte de Europa?
Esta es una de las preguntas más frecuentes que me he encontrado durante mi trabajo político como europarlamentario verde. La repuesta no es fácil ni simple porque las causas de la inexistencia de un partido fuerte y claramente reconocible en España responden a una compleja interacción de factores que se retroalimentan conjuntamente, y con la triste consecuencia histórica de la débil presencia y la escasa visibilidad del espacio político verde en las percepciones sociales mayoritarias, y en las orientaciones de valor que orientan el voto ciudadano. También hay responsabilidades organizativas y de liderazgo.
El Contexto: La prioridad política y sociocultural del desarrollo
Perdura la hegemonía cultural desarrollista
El tener clara conciencia de nuestros males es el primer paso para poder buscar soluciones atinadas y curarlos. Pero para las cosmovisiones sociales mayoritarias y sus alegres recetas de más y más desarrollo, la barbarie de la destrucción ambiental se percibe desconectada, secundaria y marginal en relación a las prioridades y las temáticas centrales marcadas en el día a día del debate político en España. Cuando aparece el protagonismo de la problemática socioambiental en titulares de prensa o en la acción política y legal concreta, las respuestas al uso son las enlatadas ideologías y retóricas de tinte verde, que con un enfoque exclusivamente sectorial no integran las causas y las incertidumbres implicadas en los desastres ecológicos. La óptica intelectual o periodística ecológica prácticamente no existe en el debate diario de las grandes cuestiones del estado. Bajo el delirio colectivo de crecimiento como sea apenas puede aparecer una reflexión responsable sobre las causas que generan las masivas destrucciones ecológicas. No hay apenas secciones de medio ambiente permanentes en los principales diarios españoles y la afiliación a grupos ecologistas solo es un poco más de cien mil en toda España, muy por debajo del compromiso asociativo en otros países europeos.
Tampoco se pregunta en los sondeos de opinión pública por la prioridad ambiental en oposición a los axiomas centrales del desarrollo económico. Solo se suele percibir la radical contradicción entre los valores ambientales y las aspiraciones de riqueza material y bienestar prometidas por el desarrollo modernizador cuando un grupo local es afectado por un gran proyecto de desarrollo y hay una reacción "no en mi patio trasero". Por ejemplo, la destrucción del urbanismo desbocado se suele achacar solo a la corrupción localizada y a la especulación y no a un modelo de crecimiento ilimitado. Pero las luchas locales no superan el grado de resistencia de afectados para traducirse en una paradigma política.
Lo ambiental es marginal, focalizado y pasajero: asumido por todos y por nadie
Los políticos y gestores públicos no se preocupan por reconocer y sensibilizar públicamente sobre las profundas incompatibilidades entre la prioridad de la producción y el consumo mediante el crecimiento de la economía material, y la protección y reparación ecológica. Las políticas ambientales que se han instalado en ministerios y concejalías son raquíticas en presupuestos y están desconectadas del resto de prioridades políticas y económicas, tan solo adquieren cierto protagonismo y preocupación pública en momentos de excepcional coyuntura trágica: alrededor de fallos o de accidentes con contaminación y riesgos, o alrededor de los datos científicos aportados por informes de expertos sobre los daños ambientales generados y a menudo irreparables. Es decir, durante unos cortos periodos pasajeros en los medios de comunicación de masas, asoma la cabeza alguna catástrofe medioambiental no deseada en los asuntos políticos de actualidad, pero pronto se la borra del mapa mediático con una plumazo. Con suerte, pueden abrirse paso los discursos ambientales en boca de grupos ecologistas de denuncia, o por parte de alguna destacada opinión de científicos o de cualificados divulgadores conocedores del problema ecológico concreto que se trate, al modo de "Al Gore" en su campaña mundial de sensibilización para frenar el cambio climático. Hoy todo el mundo es un ecologista cosmético cuando toca.
La centralidad ecológica fuera del centro de debate político
Más allá de estas excepcionalidades y coyunturas, se mantiene un consenso férreo sobre el desarrollo y el actual modelo económico de producción y consumo. Esta inercia dominante se expresa en la prensa diaria y en los medios de comunicación españoles, que apenas dedican en sus reflexiones una minúscula fracción del espacio a las cuestiones "verdes" desde un mínimo realismo y responsabilidad. El debate ecológico está en un "gueto" sectorializado, en un contenedor aparte. Las incompatibilidades entre la preservación ambiental y las prioridades economicistas de gobiernos y actores políticos y económicos de todo tipo y color no tienen presencia pública. No hay apenas sujetos y actores sociales que den prioridad, por encima de "lo social", el reconocimiento a la realidad biofísica amenazada que constituye a los seres humanos y sus sociedades, y que objetivamente actúa en cualquier acción y decisión política, cultural, social o institucional. Al contrario de muchos de nuestros homólogos europeos, la ecología está enormemente desaparecida y ausente en los debates públicos sobre la salud pública y calidad de vida en nuestros modos y estilos particulares de vivir. Cuando se da una preocupación ecológica extendida ligada a la coyuntura de las grandes amenazas ecológicas, o a los accidentes imprevistos que suceden, está enormemente alejada de las preocupaciones y prácticas públicas, culturales y políticas. Se percibe la política fuera de las condiciones particulares que afectan a nuestra vida cotidiana, como son la vivienda, los alimentos, la ciudad, el transporte, ..
"VERDE" NO ES LA PRIORIDAD A LA HORA DE VOTAR
Pocos votantes están dispuestos a priorizar electoralmente las respuestas atinadas a la crisis ecológica de supervivencia y defender con ello los valores de freno, autolimitación, respeto al mundo viviente, ahorro, reutilización, reciclado, y cuidado ambiental en general. Muy poca ciudadanía opta electoralmente por el compromiso ambiental por encima de otras preocupaciones sociales y económicas, y más allá del crecimiento económico a cualquier coste. Además, con las escasas posibilidades de conseguir representación con las leyes electorales actuales la inmensa mayoría de votantes simpatizantes de Los Verdes no quieren "tirar el voto" y optan por un "voto útil".
Hay que concluir que hoy por hoy no existe una demanda social de un partido verde al estilo de los partidos verdes europeos.
Los Verdes como éticos "Pepito Grillos" en lugar de legisladores
La mayoría de la población reconoce el espacio político verde como pertenecientes a un espacio cívico de alta responsabilidad moral, pero fuera de las problemáticas y prioridades de la política, las leyes y las instituciones. No consideran las propuestas y la agenda de cambio verde como una opción realista y práctica que ha de tener prioridad en la acción práctica. La ciudadanía mayoritaria establece sus opciones políticas en torno a unos valores diferentes a los ecológicos, y percibe estos como deseables pero utópicos en el presente, ya que no pueden aplicarse al cuestionar las prioridades del crecimiento y el desarrollo. Bajo estas percepciones mayoritarias lo verde, más que una posible opción política para gestionar y gobernar desde las instituciones y la ley, se ubica en cambio como perteneciente a un campo de deseabilidad ética dentro de la multidiversidad cultural y de valores propia de la época y sociedad en la que vivimos. Las redefiniciones críticas y las soluciones que surgen desde los movimientos y luchas sociales ambientalistas no se consideran como una opción política realizable y una práctica para la inmediatez del presente. Quieren que existamos los ecologistas variopintos a modo de "pepito grillos" que reclaman y recuerdan cosas importantes que se olvidan, pero no para ocupar prioridades en el espacio político y la gobernabilidad colectiva.
Los ecologistas o los verdes solo adquirimos protagonismo como denunciantes críticos que recuerdamos los deberes superiores pero alejados de las prioridades políticas reales y concretas. Esta débil identidad ambiental es construida socialmente como denuncia de los excesos, pero no como legisladora del presente y el futuro. Estos sistemas de creencias y opiniones a favor del medio ambiente colocan automáticamente a los actores ecológicos fuera de la misma realidad política, institucional y electoral.
¿Pero porque no hay al menos un pequeño verde vertebrado y reconocible?
No ha habido suficiente masa crítica ni bastante liderazgo cualificado
En otros países, importantes y reconocidos líderes ecologistas y ambientalistas decidieron dedicarse a la construcción de partidos verdes mientras en España, lamentablemente esto nunca ha ocurrido. Muchas de las personas destacadas de los grandes grupos ecologistas ni siquiera han considerado la posible doble opción estratégica de "diversicar" la lucha verde entre el movimiento cívico por un lado y la implicación política e institucional, por otro lado. Una de las peores consecuencias de esto es que a los partidos verdes en España siempre han arrastrado un enorme déficit del capital humano mínimo y necesario para conformar una organización política estable, grande y fuerte, tanto en cuadros cualificados como en militantes de base. Han sido pocas las personas con alta formación en el conocimiento y las problemáticas socioambientales las que han elegido dedicar una gran parte de sus vidas a la construcción de un partido verde en España. La ardua travesía del desierto no recluta muchas tropas.
Confusión ideológica con Izquierda Unida
Otro de los principales motivos de la debilidad política del espacio verde en España ha sido la confusión social y electoral de la opción política verde con la identidad política de izquierda comunista y post-comunista. Durante los últimos quince años, en gran parte de la geografía española el nombre y identidad política de "Los Verdes" han estado muy ligados a Izquierda Unida y a sus sucursales autonómicas, bien porque se concurría electoralmente en coaliciones con partidos de la izquierda comunista, o bien porque esta se ha presentado ante los electores en sus campañas mediáticas y electorales bajo los logos y siglas verdes intentando captar así el voto y la sensibilidad verde, y con ello favoreciendo la confusión en el momento de votar. Ha sido muy difícil que creciera la "hierba verde" en España bajo las banderas comunistas, ajenas a las soluciones ecológicas en su inexorable proceso de declive en sus apoyos sociales, y con un programa y agenda política productivista yanacrónico. Además, esta confusión y falta de visibilidad propia y singular de los proyectos y partidos políticos verdes, y que opera desde hace décadas en la geografía política en España, no responde solo de percepción social mayoritaria y a la falta de escrúpulos de la izquierda comunista, dispuesta a usurpar la retórica de la sostenibilidad y las identidades consolidadas del espacio verde, sino que también se apoya en una falta de claridad ideológica y estratégica por parte de los mismos militantes verdes y sus organizaciones políticas. No han sabido distinguir y diferenciar claramente su propio proyecto verde de otros.
Los Verdes: Fragamentación organizativa, confusión legal y lucha sectaria
También es fundamental considerar la experiencia de los partidos verdes que han existido y el paso de políticos verdes por cargos electos y de gobierno. Nunca ha existido en España un partido verde de carácter federal y único, y con solo una legalidad. La organización más importante y miembro del Partido Verde Europeo ha sido "La Confederación de Los Verdes", en la que se aglutinan una serie de partidos verdes autonómicos con sus propias legalidades. Esta fórmula confederal en la organización ha debilitado aún más a los muy pequeños partidos verdes al propiciar un sinfín de escisiones y rupturas ante cualquier convocatoria electoral, tanto a nivel estatal como europea, haciendo imposible la unidad de acción. Además, el fraccionamiento y la lucha sectaria entre grupúsculos y partidillos sin apenas estructuras de organización están favorecidos por la existencia de docenas de políticamente ficticias pero legales siglas verdes que pasan por "partidos verdes" que solo asoman la cabeza pública durante la contiendas electorales y añaden así su propia dosis a la ceremonia de confusión.