"... Pienso en la laboriosidad de las abejas que, con paciencia infinita y mediante el trabajo conjunto de toda la colonia, consiguen elaborar a partir del néctar de las flores, un producto que ni la más refinada industria humana ha logrado imitar.
Pienso en las flores, en sus atractivos perfumes, formas, colores y en su dulce néctar para seducir a las abejas. Me admiro de los millones de años de evolución conjunta para llegar a esto, a una adecuación tal entre flor e insecto, que de perfecta nos pasa casi desapercibida"...
Entre los naranjos valencianos, esta primavera apenas se oyen ni se ven las abejas entre las perfumadas flores de azahar. En lugar de tener miel en los labios, la Generalitat valenciana escupe una fuerte pesticida biocida.
La mortífera política valenciana contra las abejas permite la fumigación de los cítricos en plena floración con fuertes productos químicos fitosanitarios, y quiere eliminarlas de las plantaciones a golpe normativas públicas contra los apicultores. La Generalitat ha decretado que las colmenas no pueden colocarse a menos de dos kilómetros de los campos de naranjos. La razón fundamental de esta persecución institucional contra las abejas y los apicultores está en la guerra abierta contra "la pinyolà". La incansable laboriosidad de las abejas desconoce que desde hace unos años se están introduciendo por parte de este sector agrícola unas variedades híbridas de mandarinas sin semillas en los campos valencianos. Pero las abejas han seguido con sus comportamientos instintivos y naturales durante la polinización, lo que a su vez provoca la aparición de las indeseadas semillas en los frutos, lo que resta valor comercial a la fruta conseguida y lleva a la frustración a científicos agrónomos y a la propia administración pública que lidera estos programas. Por ello, hoy la Generalitat valenciana exige a los los apicultores que trasladen las colmenas fuera de los tradicionales emplazamientos de las zonas citrícolas.
Resulta inquietante el ver cómo el gobierno autonómico de la Generalitat financia y promociona con dinero público una nueva variedad de cítricos y unos nuevos gustos estandarizados del consumo alimenticio y la compra, pero sin tener en cuenta ni la existencia de las abejas ni de los apicultores.
¿En qué mundo imaginan que podemos vivir? Seguramente en un mundo imposible: tan envenenado que no queda ni un insecto. ¿Qué tipo de ciencia miope puede partir del supuesto de eliminación de las abejas y de sus servicios ambientales básicos y gratuitos, al idear la producción agroindustrial de un nuevo cítrico híbrido? Con esta política agrícola de muerte a los insectos productores de bienes tan primarios como son la reproducción de plantas, se destruye además el sustento y la economía de los productores de miel, y se daña la importante labor reproductora de la biodiversidad de las abejas.
¡¡ Estamos ante una desastrosa y temible política agraria y ambiental!!.
Sin las abejas no habría ni frutas ni legumbres. Las pequeñas abejas constituyen un eslabón fundamental en la cadena de la vida, que quedaría rota sin ellas. Una de las funciones vitales de las abejas está en su participación activa en los procesos de regeneración del mundo vivo de las plantas. Sin embargo, este inmenso trabajo cíclico a favor de la biodiversidad vegetal está amenazado por políticas agrarias químico-intensivas que provocan la mortandad de millones de colmenas por todo el mundo. Y la Comunidad Valenciana no se queda atrás en este carrera destructiva.