Europa y el mundo están en el trance de atravesar una triple crisis, y desde la que solo es posible vislumbrar un escenario futuro de catástrofe si las cosas siguen por el rumbo que actualmente van: la crisis económica, la crisis ecológica, y la crisis de la desigualdad crónica en el reparto de recursos y oportunidades.
Hasta ahora distintos gobiernos europeos y el estadounidense han presentado unas masivas medidas financieras orientadas sobretodo a sostener tanto las industrias existentes (como por ejemplo la automovilística) y el gasto público (especialmente para grandes obras públicas y para los bancos), pero sin introducir realmente unos cambios significativos en la economía. Estas medidas ensayadas por la clase política entrañan algunos peligros evidentes como es la irresponsable perpetuación de modelos de producción destructivos y obsoletos, y la continuación de consumo desbocados de bienes materiales, y estos dos factores juntos paradójicamente aumentan la doble crisis ecológica y económica que se busca atajar y en la que nos encontramos plenamente sumergidos. Y además, con estos paquetes de medidas anti-crisis se ignora el inmenso continente de la pobreza y la miseria generada en el Sur.
Pero si optamos por ver la crisis como oportunidad para hacer mejor las cosas, podríamos tener la posibilidad de girar las actuales políticas anti-crisis hacia una profunda transformación de la enferma economía europea, fomentando unas nuevas pautas en la producción y el consumo para intentar hacerlos compatibles con las necesidades del planeta viviente, nuestra única casa común. A su vez también son necesarias unas reformas profundas de nuestros marcos educativos, de enseñanza, y científicos, con el fin de favorecer la innovación tecnológica necesaria para afrontar una auténtica reconversión industrial con finalidades ecológicas y sociales.
Las respuestas verdes a la crisis pueden crear mucho más empleo que muchas de las medidas anunciadas por los gobiernos, las cuales contribuyen a seguir tirando millones de euros para defender unas estructuras industriales anacrónicas y sucias. Un plan de reactivación verde de la economía exige una regulación fuerte de los bancos y de los mercados financieros para ajustarlos a una escala de la economía real y al dinero realmente disponible. También hay que atajar la especulación financiera y su alma gemelo el sobreconsumo irracional que ha provocado un saqueo del medio ambiente sin precedentes hisóricos. El sector financiero y los mercados tienen que ceñirse mucho más a la economía real y hacer las paces con la economía natural de la Tierra. Los "prestamos basura" y los "bancos tóxicos" no son solo metáforas financieras, sino que han propulsado unos impactos ecológicos y climáticos bien palpables y temibles.
Hoy hace falta una mayor facilidad de crédito por parte de las instituciones públicas para financiar e impulsar una nueva economía con proyectos "verdes", animada por las autoridades locales y por las pequeñas y medianas empresas. Además de otras entidades bancarias públicas, el Banco Europeo de Inversiones podría multiplicar las modestas medidas de reactivación económica propuestas por la Comisión Europea mediante docenas de miles de millones de euros en créditos muy ventajosos para la creación de empleo en los campos de eficiencia energética de los edificios, de las redes eléctricas inteligentes, de las fuentes renovables, del transporte público y de la restauración de los ecosistemas hídricos y boscosos, entre otras actividades.
Para crear recursos financieros hace falta ensayar también con nuevas formas de financiación mediante una fiscalidad que grave y penalice económicamente el consumo de los recursos ambientales escasos, las emisiones contaminantes al medio natural, y las transacciones especulativas en lugar de favorecer el empleo. La misma Unión Europea necesita encontrar unas fuentes propias de ingresos para financiar la necesaria recuperación económica y ecológica mediante una fiscalidad propia, o un IVA específico.
No existen recetas ni soluciones mágicas para dar la vuelta a la triple crisis económica, ecológica y social que padecemos, porque ésta tiene unas fuertes causas macro-estructurales que no se solucionan con simples retoques sectoriales y locales. Al mismo tiempo tampoco valen las respuestas temerosas y de medias tintas, porque las únicas puertas de salida viables y con alguna posibilidad de éxito deberán ser muy audaces y responsables a la vez. El reto civilizatorio actual está en si seremos realmente suficientemente sabios para evitar el colapso económico con medidas que se enfrentan a la vez a las injusticias sociales y la creciente destrucción de los bienes y servicios básicos de la naturaleza.
Como la actual triple crisis también constituye una crisis de realidad y de comprensión de nuestras condiciones de existencia sociales y ambientales, probablemente las cosas ya nunca podrán a volver como antaño a la ceguera del optimismo del crecimiento económico sin límites.
ALGUNAS MEDIDAS CONCRETAS A LA CRISIS:
1. Las medidas anti-crisis comienzan en la propia casa. Un gran plan para la rehabilitación energética de centenares de viviendas. Miles y miles de obreros de la construcción, fontaneros, electricistas y otros profesionales que han quedado sin empleo por el reventón del boom inmobiliario podrían trabajar en las obras necesarias para la eficiencia energética, la restauración física, la instalación de energías renovables. Paris y otras ciudades ya han presentado algunos planes ambiciosos para la renovación verde de decenas de miles de viviendas con la inversión de miles de millones de uros.
2. El nuevo trato con el Sur a favor del clima y contra la pobreza: Con la aplicación del Tratado de Kioto y sus mecanismos de desarrollo limpio basado en el actual comercio de emisiones contaminantes y, sobre todo, con el previsible nuevo acuerdo climático de Copenhagen a finales de este año 2009, podría darse el trasvase más grande de la historia de recursos financieros y tecnológicos del Norte hacia Sur. Si estos recursos se canalizan justamente y al margen de muchos gobiernos autoritarios, se podrían potenciar una multitud de pequeños y grandes proyectos en la agricultura tradicional, en la reforestación y el mantenimiento de la biodiversidad, en la defensa de los recursos hídricos y de los ríos, en la transferencia tecnológica de las energías renovables para la electrificación rural, en plantas termosolares para la creación de redes limpias de energía para la desalación y el saneamiento. En suma, se podría iniciar el camino de comenzar a alcanzar algunos de los Objetivos del Milenio en la lucha contra la pobreza de una gran parte de la humanidad.
También, otros campos de la "reactivación verde" de la economía contra la crisis que se han de desarrollar próximamente, y que comentaré próximamente, han de afectar a la energía, a la investigación científica, al flujo de información y a la propiedad intelectual, al transporte público, y a la problemática respuesta del proteccionismo y la "relocalización" de la economía.