Ayer celebré el día europeo sin coches pedaleando por la ciudad con diez mil valencianos más. Por un día, miles de personas en bici de todas las edades inundaban la calzada con alegría y tranquilidad. El tráfico de motor tenía que esperar. Ya sé que era la excepción que confirmaba la regla, pero al mismo tiempo parecía una ficticia escenificación de un levantamiento contra la vigente dictadura del coche. Pero mi dulce sueño ecologista duró bien poco.
Para mi gran asombro, me enteré que el hito de la vuelta ciclista "reivindicativa" iba a ser el recorrido del circuito de Fórmula Uno en el Puerto de Valencia. El consistorio de Rita Barberá ha querido confundir la supuesta celebración de la bicicleta como medio de transporte urbano alternativo con la adoración del asfalto de las carreras veloces de vehículos humeantes y estruendosos. ¿Como se puede mezclar la lucha contra el cambio climático con la glorificación de los motores más contaminantes? En un ejercicio malsano de sadismo, la Alcaldesa ha aprovechado hasta del "día sin coches" para echar sal (o sería alquitrán?) en las heridas de las personas que nos atrevemos imaginar unas formas más racionales y limpias de desplazarnos por la ciudad.
Después de las Olimpiadas y los Juegos Paralímpicos quizás debemos organizar "las olimpiadas de la hipocresía ambiental". Sobran tantos ejemplos de engaño y "márqueting verde" por doquier, pero seguramente a la cabeza del medallero estaría el Ayuntamiento de Valencia. Sus lemas oficiales pregonan la exclusiva responsabilidad individual como "ante el cambio climático, cambiemos de hábitos", no de políticas institucionales.
Si el aire es irrespirable es porque Joan o Ana cogen el coche y no porque las políticas urbanísticas, de transporte y de seguridad vial, crean una peligrosa jungla de asfalto donde impera la ley del más fuerte, donde los vulnerables peatones y ciclistas siempre juegan con una enorme desventaja. Es increíble este mundo al revés. Los mandatarios nos exigen a los individuos un voluntarismo sacrificado para luchar contra el caos climático mientras la poderosa maquinaria municipal potencia con nuestros impuestos la velocidad y la congestión programada de todas la vías del municipio. Según Barberá, si la ciudad de Valencia supera, como hace, las cotas máximas de contaminación atmosférica de la Unión Europea, es solo por culpa de los individuos y no por la total ausencia de políticas para dar prioridad al transporte público, calmar el tráfico y liberar el espacio para las personas que caminan y pedalean.
¡Viva el día sin coches y la Fórmula Uno!
[Foto Fuente: Greenpeace]