17 avril 2008
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Si hay un fallo técnico o humano en un parque eólico o en una planta solar, no pasa nada grave, no hay secretismo ni hay miedo. En cambio, el enorme peligro gestionado mediante la falsedad y el engaño es intrínsico a la actividad de una planta atómica. La gestión nuclear es una actividad muy privada y llena de secretismo a la vez que sus peligros son grandiosos, irreversibles, se socializan y difunden sin control, y los impactos biofísicos de la contaminación y residuos radioactivos se eternizan en el tiempo.
Desde hace cuatro meses se viene ocultando la verdad y los datos objetivos sobre los fallos de la central atómica de Ascó, en Tarragona. Solo la insistencia de unos ecologistas valientes ha obligado al reconocimiento de la verdad por parte de la Administración. Seguramente, será difícil llegar saber el alcance real y los daños potenciales en las personas y el medio ambiente a causa del impacto de la fuga radioactiva. La naturaleza opaca del engranaje y lobby nuclear junto al optimismo irresponsable de las retóricas pro-nucleares, no permite una reflexión pública abierta y honesta, no permite un "debate nuclear" transparente y contrastado, como ha propuesto el Gobierno Español.
Es rotundamente falso lo que se afirma en la editorial pro-nuclear del "El País" del 17 de Abril del 2008: "La tecnología nuclear dispone de sofisticados sistemas de seguridad para evitar cualquier daño humano o medioambiental. Cuando se aplica con criterio y prudencia, la generación electronuclear es tan segura como la hidráulica" Según este diario, lo realmente preocupante del incidente radioactivo de Ascó es que se dañe injustamente la imagen maltrecha de la energía nuclear en un momento en que algunos intereses industriales buscan "el renacimiento" nuclear". Parece que buscan ocultar la irracionalidad y la enorme imprudencia ética, social, y política de la energía atómica, intentando reducirla a una simple cuestión de marketing para construir una opinión pública a favor.
Hoy la tecnología nuclear no dispone de sistemas de seguridad capaces de poder evitar las grandes destrucciones y peligros socioecológicos que comporta en todo su ciclo de producción, desde la extracción de materiales hasta el transporte de elementos radioactivos, y pasando por el tratamiento de los residuos radioactivos generados. La tecnología nuclear tampoco tiene respuestas ante posibles atentados terroristas, ni ante la proliferación de armamento y tráfico nuclear, ni ante desastres naturales imprevisibles como son los terremotos. La producción atómica tampoco tiene soluciones ante la necesidad de cantidades ingentes de agua y su calentamiento. La creencia sobre la eliminación de "los fallos humanos y los fallos técnicos" de la gestión nuclear, se asienta más bien en una ilusión prometeica o en un peligroso delirio humano de omnipotencia.
¡Ya está bien de engaños a la ciudadanía!. Ha llegado la hora de dejar atrás esta anacrónica, antieconómica y peligrosa tecnología. Por culpa de un poderoso e influyente lobby atómico (que aún hoy tiene acólitos muy activos como son Sarkozy y Brown), todavía hay grupos que proponen perpetuar este modelo energético centralizado, autoritario, peligroso, y muy vulnerable, pero que solo produce un poco más del 1% del total de la energía consumida a escala mundial, y alrededor del 5% a nivel europeo. La energía atómica se encuentra en un declive inexorable, diga lo que diga "El País" y los pronucleares.
Hay que recordar que las centrales nucleares solo producen electricidad, y que esta solo corresponde al 16% de nuestro consumo energético. Las nucleares no mueven coches, ni suelen calentar casas. Por ejemplo, la Francia nuclear de hoy no es menos dependiente del petróleo que España. Las soluciones energéticas democráticas, limpias y responsables existen y son múltiples: eficiencia, ahorro, diseños inteligentes, y fuentes renovables de energía. La energía de origen nuclear es ya una fuente residual que de seguro nos dejará una herencia muy amarga y persistente.