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Los Verdes

16 décembre 2024 1 16 /12 /décembre /2024 08:34
Ante la orfandad política ecologista


La salud del planeta va mal. La salud del movimiento ecologista también. Los datos sobre la acelerada hecatombe de los ecosistemas de la Tierra, la biodiversidad, los ríos, el clima, el aire no invitan al optimismo.

 

La imagen de las luchas ecologistas se han trivializado y banalizado hasta tal punto que a menudo la agenda verde de cambios parece como una marca comercial para incentivar el consumismo mediante anuncios televisivos de lavado verde "greenwashing" por parte de grandes empresas. También se da la confusión, la división y cultura de cancelación que ha provocado la izquierda radical identitaria en algunas filas del ecologismo, que a menudo desvía el ecologismo de valores universales de la salud, la defensa de la naturaleza multidiversa y la ecojusticia. Injustamente acusado de “insensibilidad social” el ecologismo también se rebaja a reivindicaciones de extremo posibilismo social y económico, perdiendo su alma naturalista, radical y contra-cultural.

 

En paralelo a las numerosas contrarreformas legislativas anti-ambientales en marcha, sobretodo en el ámbito europeo, se da un abandono institucional español paulatino de la defensa política y cultural de lo que han sido embrionarios postulados ecologistas. La retirada de políticas ambientales europeas y españolas se viene ejecutando sin que haya resistencias por parte de los partidos de izquierda en sus diversas tonalidades. No se trata de repetir unas retóricas ambientales y repetidas una y otra vez por los gestores y partidos políticos de izquierdas y derechas. Estos cansinos mantras abstractos vacíos de toda evidencia y realidad empírica suplantan los debates plurales que estén abiertos a las posiciones ecológicas sobre las políticas institucionales concretas y afectando transversalmente a todos los sectores de actividad (agrícolas, hídricos, ganaderas, pesqueras, eléctricos, sanitarios, alimentación, transporte, industria, residuos, calidad del aire, etc.).

Sigue brillando por su ausencia la agenda verde diaria de los partidos y organizaciones de izquierda sobre múltiples realidades que nos incumben y son objeto de decisión y regulación normativa y legal. Ante el avance del negacionismo ecológico práctico de la derecha, lejos de dar la cara, la izquierda supuestamente “ecologista” se bate en retirada sin convencimiento ni determinación en el quehacer político y mediático diario. Triunfa el consenso sobre la sepultura de las necesidades y urgencias ecológicas de freno al consumo y la producción ecológicamente más tóxica y destructiva.


Lo más grave es que la guerra cultural anti-ambiental esta siendo ganada por goleada, sin ni siquiera la presentación de algún adversario, por una derecha pujante contra una izquierda sumisa que prioriza junto a la derecha y la extremas derecha por encima de todo el crecimiento material inacabable en un planeta finito y cada vez más empobrecido en sus capacidades bioproductivas. Triunfa la medicina común del “más desarrollo”, cualquier empleo y cualquier consumo de bienes materiales abundantes y a bajo precio económico, sin importar los incalculables y dantescos daños ambientales y sanitarios. Este contexto político favorecen la circulación perniciosos bulos, como el que afirma que "el ecologismo radical defiende los animales y las plantas antes de las personas”o que hay “una dictadura de los ecologistas de despacho”.

Esta creciente cultura política de negacionismo ecológico practicada por los partidos y las fuerzas sociales y sindicales allanan el camino para una brutal huida hacía adelante “libre” de la aceleración del caos climático en curso y de los progresivos colapsos de sistemas ecológicos vitales para las condiciones de habitabilidad y la vida en el planeta. Nadie habla de las causas del sobreconsumo/sobreextracción mientras la voz populista mercantil dominante dispara contra el débil mensajero ecologista. La creciente escasez y la carestía en un mundo con crecientes demandas de bienes materiales escasos y agotables sobre ecosistemas exhaustos acaban invisibilizadas cuando las culpas recaen en regulaciones legales ambientales sobre las emisiones, pesticidas o la protección de lobos o osos. “Vivíamos mejor antes!” pregona las voces de las redes y en los bares, a pesar de que el planeta de antes ya no existe.

 

La realidad palpable en el presente y la anunciada para el porvenir no parecen importar apenas a las narrativas culturales dominantes, atrapadas como están en la alegre fiesta del crecimiento y el consumismo. Sacan sistemáticamente fuera de los debates políticos y mediáticos los datos ambientales irrefutables, como son los que anuncian el empeoramiento y la caída libre de casi todos los indicadores ambientales de la salud planetaria, desde la biodiversidad hasta la contaminación tóxica, desde la esquilmación del agua dulce, de los fondos marinos y de los bosques hasta los estragos de la explosión minera o la mala calidad del aire urbano. Se ha convertido en tabú hablar de los hechos de la realidad biofísica castigada por la creciente economía extractiva y contaminante.

 

Un ejemplo reciente entre muchos otros, ha sido el derribo de una reciente propuesta de la Comisión europea para reducir la pesca de arrastre en el Mediterráneo a un mes al año. Ha sido total el entreguismo de la izquierda y de una gran parte del ecologismo a favor de la continuación de la masacre de los fondos marinos por la pesca de arrastre en el mediterráneo.

 


Una generación joven criada en el individualismo extremo, el consumismo y la irrealidad de las pantallas del movil se desconecta más fácilmente de las malas noticias de fuera que coartan la gratificación inmediata pasajera que se encuentra en la tienda de la esquina. El brillante futuro prometido por los influencers digitales no se ve en ninguna parte y es un secreto a voces que “no hay futuro” ni bienestar ni equidad posible en el horizonte cercano. Así la rabia y la angustia que palpitan en su rechazo a esta “estafa” se quedan en las manos de la manipulación de la extrema derecha.

 

En estas circunstancias estructurales y culturales muy difíciles hasta el mismo movimiento ecologista no ha estado a la altura de los cometidos y valores que le fundan. Sufre un constante entrismo de partidos, relatos y consignas provenientes de las agendas ideológicas e institucionales de la izquierda que rebajan, debilitan y fagocitan su actividades de denuncia y propuesta de cambio. Es verdad que hay un encendido debate ideológico minoritario en el ecologismo entre “los decrecentistas y colapsistas” y “crecentistas pactoverdistas” pero ni el ecologismo local más consecuente que suele ser “colapsista” ni el posibilisimo de algunos ajustes verdes en eficiencia y tecnologías eléctricas renovables defensores del “green new deal” europeo, ya vaciado de casi todo sus contenidos sectoriales, consiguen emerger y visibilizar un ecologismo político en el centro del debate político e institucional. De los pocos debates y críticas sociales que se hacen oír en alguna medida es relativa a los impactos ambientales de los proyectos de macrorenovables eléctricas y sobre el significado de una supuesta “transición energética”, que hasta ahora es mucho ruido y pocas nueces en evidencias sustancialesde sustitución y reducción de las energías fósiles contaminantes.

 


Lo que está servida es la confusión social mediante un lavado verde de una izquierda política que en el día a día muestra una y otra vez su negacionismo ecológico práctico del tipo cínico: “sí, pero no”. Esta izquierda en realidad nunca ha integrado como prioridad la agenda ecológica ni ha dado pasos claros para abandonar los asfixiantes objetivos desarrollistas y extractivistas.

 

Ante estas grandes dificultades y para una mejor defensa del mundo vivo es más necesario que nunca un movimiento ecologista más autónomo, plural y fuerte.

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