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Los Verdes

30 octobre 2021 6 30 /10 /octobre /2021 12:01

 

 

La ceguera de nuestra clase política resulta muy chocante. La explicación dominante de la actual crisis energética, que se expresa en los “atascos” en la cadena de suministros de materiales y componentes de las actividades productivas, ignora sistemáticamente las causas últimas más fundamentales: la despensa comienza a estar vacía. Esta verdad tan incomoda, que ya comienza a ser un secreto a voces para los expertos en energía y para las mismas empresas, nos anuncia las malas noticias de que la fiesta de la abundancia, el despilfarro y el usar y tirar de nuestras economías insaciables, está chocando contra límites biofisicos infranqueables en un planeta finito como es el nuestro. La Tierra carece de las fuentes materiales energéticas suficientes para poder satisfacer la creciente demanda de materiales y energías abundantes, fáciles de extraer y económicamente asequibles.

Escuchamos una melodía enrevesada de justificaciones extraterrestres que entonan una fábula oficial que siembra la confusión alrededor de algunos datos parciales  sobre lo que está sucediendo. Este negacionismo terraplanista quiere disimular los atolladeros estructurales irrebasables que se desencadenan cuando la demanda rebasa los límites críticos planetarios existentes de recursos tan vitales para nuestras sociedades industrializadas como son las fuentes energéticas fósiles (carbón, petróleo y gas). Las consecuencias de esta translimitación global son la escasez energética crónica y el agotamiento anunciado de dichos recursos, algo que será muy catastrófico para las economías fosilísticas guiada por las prioridades incuestionables del crecimiento económico y material. Sin embargo, las leyes del universo terrestre que habitamos nos recuerdan que nada material puede crecer indefinidamente en un planeta finito en materiales.

La actitud cínica terraplanista (del sí, pero no) une a la clase política de cualquier color ideológico. Los gestores públicos responsables desesperan buscando justificaciones tranquilizadoras debajo de las piedras para encontrar razones de la carestía y la lenta recuperación económica. Este negacionismo terraplanista de los hechos y la verdad de los límites ecológicos planetarios busca estirar los plazos del negocio de la moribunda economía tóxica fosilística. Gobernantes, empresarios y sindicatos, al unísono parecen estar dispuestos a todo lo que haga falta, menos a internalizar la necesidad imperiosa de organizar el presente y el porvenir abandonando las fantasías endiosadas del crecimiento material inacabable de la producción y el consumo, quemando oportunidades y recursos en el presente para dirigirnos más deprisa al cataclismo ecológico y social. Este negacionismo terraplanista enarbola un particular tipo de populismo que evita el afrontar la verdad y se empeña en continuar con la cruzada climática y ecológica, en vez de apostar por un bienestar humilde, capaz de hacer las paces con el planeta mediante una austeridad material justa y equitativa.

 

Sin embargo, son urgentes los cambios sustanciales en nuestra forma de vida sobre-consumidora para reducir las dimensiones grandiosas de nuestro corrosivo modelo energético para apostar por una economía material de “suficiencia privada y pública”, que paliara las peores consecuencias sociales del descenso energético que ya está en marcha. Cuanto más tarden las elites políticas y económicas en aceptar esta nueva realidad de sobrepasamiento de los límites planetarios, más dura y caótica será la caída. Un primer paso imprescindible para transitar este camino obligado, de la manera menos traumática posible, es afrontar la verdad.

El que haya una subida en la demanda del consumo energético después del parón de la pandemia del Covid19, el que se hayan roto algunos de los eslabones productivas por "fallos" técnicos en la cadena de suministros de materiales escasos y no renovables, el que la “transición energética” haya mermado las inversiones en los combustibles fósiles, que los rusos y los argelinos estén chantajeando, el que las grandes empresas eléctricas estén haciendo el agosto con precios disparados en el consumo de electricidad, etc., en realidad no son explicaciones sobre lo que está ocurriendo. Más bien de anuncios de Cassandra sobre el choque con un iceberg que ya está a la vista.

Es un tabú el decir la verdad de nuestra desmesura material y admitir que estamos condenados a un duro síndrome de abstinencia causado por un decreciente acceso a los combustibles fósiles abundantes, buenos, bonitos y baratos, algo que pone en entredicho los grandes planes de expansión, desarrollo y “innovación” de nuestros mandatarios terraplanistas. Este obligado descenso energético que lleva años en ciernes, no obedece a una elección voluntaria sino que responde al imperativo de los límites físicos planetarios. Ya hace muchos años que crece sin parar la cantidad de energía y dinero que hay que invertir para poder extraer la misma cantidad de gas y petróleo, y de otros muchos minerales imprescindibles para nuestras economías insaciables. El balance energético de difícil y caro extractivismo de minerales resulta cada vez más desfavorable para mantener nuestro desbocado tren de vida sin límites al consumo. La mano mágica del libre mercado no solucionará este tipo de escasez crónica causada por estos límites absolutos. De hecho, precisamente han sido los mecanismos del mercado especulativo, los que hace bastantes años dejaron de invertir en la exploración y la extracción de gas y petróleo porque se arruinaban.

La escasez actual de energía es el resultado de muchos años de ceguera ante la clara inviabilidad económica de fuentes energéticas escasas, agotables y tóxicas, que nada tiene que ver con “la lucha contra el cambio climático”, y mucho menos tiene que ver con la muy tímida subida de las energías renovables. No solo es que se agotan las reservas accesibles de gas, petróleo y otros materiales, también el coste energético/económico de la extracción y del procesamiento de estas reservas restantes comienza superar el contenido energético o valor las mismas. Otra mala noticia que los negacionistas terraplanistas callan es que el incremento de la producción de energía renovable, aunque sea necesario y positivo si no está monopolizados y si se distribuye socialmente, no puede sustituir a gran parte de las actualaes actividades industriales, y al transporte movido por las energías fósiles.


Nuestra clase política, que ha interiorizado en su ADN las demandas terraplanistas de más y más consumo y crecimiento, sigue entonando la melodía dormitiva  de que la escasez y la carestía son una situación pasajera, y que todo se arreglará en pocos meses. Por todos los lados se escucha la misma melodía: no pasa nada, todo volverá a la normalidad.

 

 

 

 

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