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BÚSqueda

Los Verdes

29 novembre 2019 5 29 /11 /novembre /2019 08:56
ENMIENDA A LA TOTALIDAD A LA ESTRATEGIA VALENCIANA DEL CAMBIO CLIMÁTICO (SEGUNDA PARTE)

8.  Inflación de estudios para el diagnóstico

No resulta nada comprensible el papel estelar que la estrategia climática valenciana otorga a incentivar la investigación para el diagnóstico de los problemas socioambientales ligados a las alteraciones climáticas, cuando a la vez se desatienden las recomendaciones y alarmas que desde hace cinco décadas se vienen dando desde el campo científico investigador más competente.

Un ejemplo reciente es la carta de advertencia a la humanidad de más de 11 mil científicos solicitando seis medidas imprescindibles para favorecer la adaptación de las sociedades humanas ante la emergencia climática. Los científicos firmantes señalan que tienen la obligación moral de advertir claramente a la humanidad de cualquier amenaza catastrófica y 'decirlo como es'. Estos signatarios científicos de todo el mundo afirman claramente e inequívocamente que el planeta Tierra se enfrenta a una emergencia climática. La crisis climática ha llegado y se está acelerando más rápido de lo que la mayoría de los científicos esperaban", advierten. Es más severa de lo previsto, amenaza los ecosistemas naturales y el destino de la humanidad. Especialmente preocupante, son los puntos de inflexión climáticos irreversibles potenciales y los refuerzos de la naturaleza que podrían conducir a una catastrófica ‘Tierra de invernadero’, más allá del control de los humanos. Estas reacciones en cadena climática podrían causar interrupciones significativas en los ecosistemas, la sociedad y las economías, lo que podría hacer que grandes áreas de la Tierra sean inhabitables. También los autores enfatizan seis objetivos de cambio y expresan su esperanza de que estas “señales vitales” orienten a los gobiernos, el sector privado y el público en general a “comprender la magnitud de esta crisis, vigilar los progresos que se logren y reacomodar las prioridades para paliar el cambio climático”. Afirman que estas metas “requerirán transformaciones enormes en la forma en que funciona nuestra sociedad global y su interacción con los ecosistemas naturales”.

Tampoco resulta creíble este gran protagonismo de los estudios e informes científicos cuando estos se emplean a su vez como condición y antesala del minúsculo o nulo papel que se dan a actuaciones decididas con compromisos y metas concretas ambiciosas para el freno y la fuerte regulación pública sobre la economía y actividades más sucias y climáticamente nocivas. Carece de toda coherencia y racionalidad acompañar la apuesta por los estudios con la paralela renuncia a actuaciones imperiosas, que de darse, en sí mismas se constituirían en una fuerza educativa socializadora y sensibilizadora de primer orden. En las anteriores dos estrategias climáticas rotundamente fracasadas (periodos 2008-2012 y 2013-2020), ya estaban presentes las actuaciones centradas en la sensibilización y educación ambiental voluntaria junto al supuesto erróneo de la “falta de concienciación social” usado para justificar la gran parálisis y timidez de las políticas climáticas actuales.

Esta inflacionaria apuesta por la investigación y los estudios suplanta las políticas posibles de regulación firme, des-inversión, prohibición y limitación de las actividades y economía climáticamente más lesivas. Las metas culturalistas de tinte liberal individualizante puestas en la “educación ambiental” no cuestionan ni ponen obstáculos destacables a las actuales políticas económicas neoliberales y a sus tendencias exterministas sobre recursos naturales básicos para la supervivencia y bienestar. También resultan radicalmente ineficaces en relación a las finalidades que dicen perseguir de cambios en valores y hábitos de consumo de la sociedad valenciana, si se tiene en cuenta que las dinámicas complejas del mundo de las creencias y valores no se dejan dirigir de forma determinista como si fueran una máquina. En lo fundamental los cambios culturales y de mentalidades son muy lentos, no se dejan determinar y suelen estar radicalmente desajustados en sus ritmos y temporalidades con las necesidades y novedades que operan en los contextos sociales, materiales o ecológicos.

En suma, este desequilibrio de la estrategia climática entre nuevos estudios y actuaciones previstas, no pone frenos de emergencia a las actividades climáticamente más dañinas y con ello hace imposible el cumplimiento de los objetivos climáticos de “adaptación” y “mitigación” tan pregonados en la propia estrategia valenciana. La explicación oculta de este disparatado irracionalismo es que se acopla sin grandes tensiones con la continuidad y el alargamiento de los plazos de las políticas del crecimiento de la economía material más cancerosa con el clima, los metabolismos del sistema Tierra y los sistemas naturales del territorio valenciano.

 

9. Jardineros de “buenas prácticas” junto a corrosivas actividades anticlimáticas


La estrategia valenciana se presta mucho al engaño al confundir “la lucha contra el cambio climático” con la presentación de una larga lista de medidas liberales de fomento y subvención de “buenas prácticas” voluntarias, como por ejemplo son las ayudas y financiación a nuevos sectores económicos considerados “limpios” y a estudios técnico-científicos para la descripción y diagnóstico de realidades y problemas.

 


No es lo mismo promocionar las buenas prácticas de las energías renovables EERR que el reducir el consumo global de combustibles fósiles y su huella ecológica. Tampoco es lo mismo el fomento de la agricultura ecológica que el reducir la agricultura tóxica-intensiva convencional mayoritaria. Ni es lo mismo el favorecer la compra y el uso de coches eléctricos que el reducir la cantidad de vehículos movidos por combustibles fósiles, la contaminación del aire y el CO2 del transporte.


Una regla de oro que ha de ser prioridad de cualquier política climática que merezca tal nombre y quiera ser relativamente eficaz, es reducir las actividades ambientalmente destructivas. No es suficiente el hacer algunas buenas cosas si las malas siguen creciendo. No se trata de solo sumar algunas cosas buenas en “verde”. Las políticas de “buenas prácticas” voluntaristas han de acompañarse del abandono de las actividades y cosas ecológicamente más dañinas. De lo contrario las acciones de “buenas prácticas” en positivo en realidad son anuladas y contrarestadas por la continuidad y el crecimiento de las políticas y actividades ambientalmente sucias y ecocidas.


En cambio la estrategia climática valenciana da a entender falsamente que con más eficiencia tecnológica, con más educación ambiental y “buenas prácticas” y con el fomento de las energías renovables, se podrá hacer frente a la emergencia climática. Se silencian entonces los aspectos centrales del problema: que las medidas “verdes” del “solucionismo tecnológico” vienen fracasando rotundamente a lo largo de los últimos 50 años. Décadas de innovaciones en eficiencia no han frenado de aumento global de las emisiones tóxicas a la atmósfera GEI, la pérdida de biodiversidad y la extracción de materiales del subsuelo terrestre. La tecno-eficiencia por sí sola no bajará las emisiones contaminantes a la atmósfera, no puede frenar la creciente destrucción ambiental y climática que está minando la estabilidad de los delicados procesos biofísicos y con ello las condiciones físicas de habitabilidad, supervivencia, bienestar y prosperidad de las sociedades humanas y la biodiversidad multiespecie.

 

10. Inexistente regulación institucional vinculante y externalización de los daños medioambientales


En el dramático contexto ecológico planetario en el que nos encontramos, además de los ajustes tecnológicos de la eficiencia se hacen necesarias las fuertes medidas de regulación institucional a favor de la reducción de la escala material de la economía y su huella ambiental. Esto exige un decrecimiento significativo de los volúmenes totales del consumo de recursos ambientales, de la producción de bienes materiales superfluos y de la generación de residuos a lo largo de todo el ciclo de vida de los productos.


La estrategia valenciana parece humor negro al ignorar olímpicamente la base material, biofísica y ecológica del problema climático: el continuado crecimiento material de la economía valenciana. No establece limitaciones al crecimiento de dicha economía en ningún campo ni sector de actividad. Renuncia a actuar sobre las fuentes económicas del problema climático en el presente desplazando las actuaciones de raíz a un futuro incierto e indeterminado. No integra el temible desajuste de temporalidades entre las actuaciones previstas y los ritmos acelerados, indeterminados e irreversibles de las alteraciones climáticas y ecológicas.


En este sentido, la carencia de limitaciones y frenos a la economía climáticamente más tóxica pervierte los objetivos de adaptación y mitigación que establece la estrategia climática 2020-2030, y en contradicción con los mismos se pone al servicio de impulsar más la destrucción socioecológica y el sobrecalentamiento climático.

 


Según los cómputos científicos más solventes la reducción de las emisiones de CO2 ha de tener una bajada drástica en paralelo a una radical subida de las energías renovables EERR. Pero en cambio la Generalitat Valenciana solo prevé la mitad de reducciones de las emisiones de CO2 que demanda la comunidad científica, a lo que se suma el aumento del consumo previsto. Es decir, a no ser que sean fruto del arte de la prestidigitación, las energías renovables están muy lejos de poder responder a más crecimiento de la demanda.


En resumen, si lo que ha de importar es una reducción voluminosa de la contribución de la Comunidad Valenciana a las destrucciones climáticas y ecológicas, esto no está previsto ni de lejos en la letra de la estrategia climática valenciana, sino todo lo contrario. Excluye en su contabilidad y en sus metas declaradas una gran parte de las emisiones de gases GEI a la atmósfera, muchos de los impactos ecológicos y emisiones son sistemáticamente externalizados y negados. No reciben registro ni contabilidad las muchas emisiones implicadas en los procesos extractivos de recursos y en los impactos de la economía globalizada del comercio valenciano, que operan en otros territorios y países mediante deslocalizaciones de empresas e importaciones masivas de productos mercantiles.

 

11. Contabilidades irreales y cálculos engañosos que subestiman los daños climáticos y ecológicos


El cálculo de las emisiones valencianas de CO2 es muy engañoso y sesgado por excluir todo el CO2 acumulado en los productos de consumo, en la producción de la deslocalización territorial de las empresas y en los procesos materiales a la sombra que están implicados en las importaciones de la Comunidad Valenciana. La estrategia climática valenciana se desentiende de muchos impactos climáticos de las prioridades del crecimiento continuado de la economía material valenciana y del PIB. La estrategia tampoco tiene en cuenta la espiral de los negativos impactos climáticos del turismo. No considera en sus cómputos los vuelos internacionales ni las muchas afecciones del comercio internacional. Se excluyen también las emisiones atmosféricas y otros impactos ecocidas de los buques y el transporte interoceánico que desplaza contenedores y abundantes materiales.

 


El engaño premeditado del maquillado contable es la pauta de la estrategia climática valenciana 2020-2030. Se da una enorme contradicción e imposibilidad en relación a los indicadores empleados y al registro cuantitativo de las emisiones de CO2 a la atmósfera: cuanto más se globaliza y se deslocaliza la producción masiva de artículos de consumo baratos y la extracción de materiales, incomprensiblemente resulta que “menos” CO2 se emite, según se desprende de las estadísticas y los datos que maneja el texto de la estrategia climática. Es decir, como por arte de magia la Comunidad Valenciana aparece entonces convertida en una “tierra limpia de bajas emisiones de CO2”, cuando ocurre que la realidad de las emisiones valencianas es diametralmente la contraria.

 


El grupo científico “Global Carbon Watch” recuerda que los países europeos subestiman sistemáticamente los cómputos de sus emisiones a la atmósfera entre el 19% y el 60% de sus emisiones reales de CO2 . No computan la externalización de sus emisiones hacia los países del Sur Global. Esta “fuga de CO2” o de “CO2 a las sombra” da una idea engañosa de expansión económica “sostenible” y de “desacoplamiento” entre el crecimiento económico y el crecimiento de las emisiones de CO2. Además, esta invisibilización y exportación valenciana de la destrucción ambiental sobre otros territorios constituye una flagrante contradicción con los objetivos establecidos por la Agenda del Desarrollo Sostenible por parte de la ONU, que la estrategia valenciana de cambio climático dice integrar.

 


La estrategia climática excluye del registro y la contabilidad todas las emisiones “indirectas” externalizadas a otros países y orienta casi toda la atención a la eficiencia “por unidad”, deja sin abordar lo prioritario: limitar los volúmenes totales de las emisiones tóxicas a la atmósfera. Son muchas las evidencias de la “paradoja de Jevons”, que afirma que el aumento de eficiencia técnica no necesariamente reduce el consumo global de recursos ni los impactos climáticos y ecológicos. En una economía material creciente con cada vez más demandas de consumo de materiales de todo tipo, las repercusiones ecológicamente negativas pueden superar por creces los avances tecnológicos en eficiencia. Aunque estos sirvan para abaratar los costes de producción, a la vez pueden acompañarse de aumentos en las cantidades globales de materiales y artículos consumidos y de incrementos en daños climáticos y ecológicos.

 

Sin embargo brillan por su ausencia en la estrategia valenciana las limitaciones y restricciones vinculantes al consumo total de volúmenes de energía, de agrotóxicos, carne, coches, agua, cemento, artículos importados como pueden ser la ropa, piensos, y otros materiales, etc. Tampoco hay objetivos concretos, vinculantes y des-inversores para la reducción de las actividades más nocivas para el clima, la biodiversidad y la salud humana, como son la agricultura química intensiva, el transporte de mercancías por carretera, las grandes urbanizaciones, los grandes puertos, las ampliaciones de las carreteras y autovías, los nuevos centros comerciales, el turismo de masas, la aviación, la minería extractiva …
 

Esta incoherente subestimación de las emisiones de CO2 y de los impactos negativos sobre la atmósfera y el clima terrestre se percibe claramente en la promoción que realiza el plan estratégico valenciano de los coches eléctricos. Esta apuesta por los vehículos eléctricos ignora y externaliza radicalmente la extracción de materiales implicados en los procesos de su producción y transporte en los territorios de países lejanos, con un gran impacto sobre el clima y la biodiversidad, que contradicen en gran parte las afirmaciones sobre grandes reducciones de CO2 en el transporte. Es decir, no se considera el impacto climático y ecológico de esta electrificación en infraestructuras, minería, o en la importación de elementos indispensables, como son las baterías necesarias para construir coches eléctricos. El plan estratégico valenciano prevé la elevada electrificación del sector transporte, pero esto es inviable debido a la continuidad del muy contaminante transporte de mercancías por carretera e inter-oceánico de los buques de contendores.

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