La creciente preocupación ciudadana por la crisis climática y ecológica no tiene el respaldo político de los principales partidos españoles. Más allá de unas retóricas y genéricas afirmaciones de preocupación y de compromisos a largo plazo, en la práctica la política española da la espalda a la emergencia climática, encerrándola en un contenedor sectorial marginal, fuera de las prioridades políticas y los grandes asuntos “de estado”. El campo político e institucional despacha este molesto asunto con declaraciones de principios abstractos y el “marketing verde” de turno que lo ve simplemente como oportunidades de negocio y creación de empleo “de calidad”. Con una gran fe en la idolatría tecnológica confían en evitar la catástrofe ecológica con algunos inventos milagrosos mientras ignoran, o incluso jalean con sus políticas económicas el incesante crecimiento de la escala global de los volúmenes totales de materiales y emisiones tóxicas en vertidos y residuos de todo tipo. En los debates políticos televisados ninguna opción política prioriza la defensa de la vida frente al crecimiento y el consumismo. Esta orfandad política de la emergencia climática es casi total y supera por creces la supuesta débil “conciencia ambiental” española.
Más que nunca hace falta una fuerza política autónoma ecologista, independiente de la izquierda neo-comunista y de los nacionalistas, que ponga en el centro de su quehacer unas ambiciosas propuestas concretas para la urgente transformación ecológica y la defensa de la justicia social dentro de los límites planetarios locales y globales. Se urge romper “el techo de cristal” ecologista del “realismo” político dominante que trivializa la defensa del mundo biofísico que es el sustento de nuestras sociedades.
Las superficiales, ambiguas e incoherentes propuestas de gobierno presentadas recientemente por el PSOE y Podemos se encuentran a años luz de dar respuestas responsables y realistas ante los retos de la emergencia climática. Incluso, en muchos aspectos concretos, se encuentran por detrás de las modestas e insuficientes medidas ambientales de muchos de los actuales grandes partidos y gobiernos europeos de distintos colores políticos. Ni siquiera toman en serio la urgencia de abordar las múltiples crisis de salud ambiental del aire urbano, la calidad del agua y de las sustancias tóxicas. Mientras la parte estrictamente social y económica de sus programas está llena de medidas legales con cifras concretas para esta misma legislatura no hay nada comparable en el campo ambiental.
El terrible colapso climático en curso exige medidas políticas urgentes, transversales y de gran envergadura, que cuestionan las premisas imperantes de crecimiento material ilimitado y la expansión consumista en un planeta finito. Pero nada de esto se ve en los últimos programas presentados por la izquierda española salvo algunas vagas proclamas retoricas de buenas intenciones para un futuro indeterminado, sin leyes claras ni regulaciones desarrolladas, sin presupuestos definidos, sin compromisos vinculantes para esta legislatura. En torno a este negacionismo práctico está unida el conjunto de la clase política y los gestores públicos, en lo que es un férreo consenso entre las izquierdas y las derechas de cualquier tonalidad ideológica. No cuestionan y incluso animan el creciente número de turistas, las ventas de coches(o cualquier articulo de consumo) e ampliaciones infraestructuras viarias, la producción y consumo de carne industrial y el aumento del comercio internacional de cualquier parte del mundo, sean los que sean sus costes climáticos y ecológicos, que sistemáticamente son externalizados de la percepción, el registro y la contabilidad de las cifras.
Donde ha gobernado la izquierda en autonomías y ayuntamientos no se han plasmado ninguna política climática de gran envergadura. La defensa de una naturaleza menguante y enferma siempre queda postergada frente al crecimiento económico y cualquier demanda social o económica. Las medidas puestas en marcha para el tráfico, los residuos o la energía han sido prácticamente anecdóticas comparadas con los desafíos colosales a que nos enfrentamos.
Son anacrónicos, irreales y erráticos los programas energéticos “progresistas” de los partidos de izquierda española(y la derecha). Carecen de cualquier estrategia mínimamente eficaz y creíble por desechar cualquier compromiso concreto en el presente, que para esta misma legislatura pusiera obstáculos a la noria expansiva del crecimiento económico de ciertas actividades bajo el imperativo de una imprescindible reducción radical de nuestra huella ecológica destructiva asociada al consumo de combustibles fósiles del petróleo, gas y carbón. Solo dan soluciones aplazadas a un futuro alejado e incierto alejado de las responsabilidades con el presente y el aquí y ahora. Prometen un futuro eléctrico “renovable” sin cuestionar la dinámica inercial crecentista de la escala material de la economía y las sociedades humanas para el 2040 y el 2050, ocultando a la vez que la electricidad solo representa menos del 20% del consumo total de energía. Frente al masivo consumo de gasolina, diésel y gas natural, no establecen a corto plazo ningún objetivo vinculante, medible y evaluable de reducción del consumo y las emisiones contaminantes. No establecen ninguna medida seria para cambiar el modelo de transporte por carretera (las emisiones del cual crecieron más del 2% en el 2018). Tampoco se comprometen con la disminución de las disparadas emisiones de la aviación (con una presión fiscal o límites) ni con la terrible contaminación creciente del transporte marítimo y de cruceros gracias al dumping ambiental español (se niegan exigir el uso de un combustible marítimo 5 veces menos contaminante como ha hecho muchos otros países europeos). Ni siquiera establecen un calendario estricto de cierre de grandes infraestructuras obsoletas y ecológicamente muy perniciosas, como son los embalses sobre ríos construidos en el periodo tardo-franquista que finalizan ahora sus concesiones. Huyen de un calendario estricto de cierre de las muy contaminantes y biocida centrales térmicas de carbón, que además de ser grandes emisores de CO2 son innecesarias para el suministro eléctrico. En lugar de afrontar los cambios energéticos con urgencia el PSOE y Podemos emplean la retórica del un cierre progresivo, “cuando sea posible” en un futuro indeterminado y subordinado al mantenimiento y la creación de empleo.
En su programa de demandas para un posible gobierno con Pedro Sánchez, el partido de Podemos llega a condicionar el freno a la quema de carbón en las centrales térmicas, a que se hayan creado dos puestos de trabajo fijos y bien remunerados por cada trabajo que se suprima en la reconversión en favor de las energías renovables ! O sea, reclaman unas condiciones socioambientales imposibles asociadas al aplazamiento indefinido del abandono definitivo del sucio modelo energético que intensifica la ruina de los equilibrios climáticos de la Tierra. Más grave aún es el agujero negro silenciado por la clase política es la inexistencia de objetivos concretos en la reducción de la demanda energética total. Sin esta necesaria reducción de escala, todos los esfuerzos en aumento de la producción de energías renovables dentro el mix energético no servirán de nada en la lucha contra el sobrecalentamiento climático y sus muchas consecuencias socio-ecológicas dramáticas, puesto que se contrarrestarán los incrementos en renovables con el crecimiento del conjunto de la producción y demanda energética. Nunca van más allá del cumplimiento obligatorio de las leyes ambientales europeas como la de eficiencia energética que incluso incumple España.
Uno de los mayores venenos contra la biodiversidad y los procesos que son base de la vida planetaria son los agro-tóxicos industriales empleados masivamente en la agricultura convencional químico-intensiva, como son los pesticidas, plaguicidas y herbicidas. Mientras que en Alemania y Francia se prohiben la venta del glifosato y otros agrotoxicos, en España aumentan su uso cada año sin ni una medida propuesta para frenar esta actividad biocida por parte de la izquierda que sigue los mandatos del lobby de la agricultura intensiva. Asimismo, en las políticas públicas propuestas por la izquierda no existe ningún plan concreto, cuantificable y medible para frenar el acelerado declive de biodiversidad por la proliferación de las sustancias tóxicas. Tampoco hay nada sobre una nueva ley de minas que priorizara la protección ambiental frente a la ilimitada explosión de minería muy destructiva. No se propone ninguna nueva legislación de aguas para proteger los delicados ecosistemas fluviales que son fuente primera de la biodiversidad de la sobre-explotación agrícola y la extensión de regadíos. No hay en sus programas medidas concretas para cumplir con el compromiso europeo de frenar para el 2020 la pérdida de biodiversidad. Ni avanzan nada concreto en la protección de los derechos animales.
Se alzan las voces de repulsa contra la quema intencionada del Amazonas pero en cambio ningún partido solicita bloqueos y prohibiciones a la importación de soja o de carne procedente de Brasil y Bolivia. Resulta un esperpento político de la guerra contra el planeta viviente y el futuro el caso del PSOE, que junto a los partidos de derechas defiende con entusiasmo el temible acuerdo comercial UE-Mercosur cuando muchos otros partidos socialistas europeos se oponen.
Sobre la raquítica fiscalidad ecológica española no hay ninguna novedad en el horizonte político. Solo vagas promesas sin fecha de armonizar con los niveles establecidos por la la OCDE y la UE, que incluso a toda luz resultan tímidos e insuficientes ante la aceleración y profundidad de los desastres climáticos y ecológicos sembrados. Al contrario de lo que están haciendo otros países europeos, en ninguna de las propuestas de la izquierda incluyen la introducción de una ecotasa sobre los vuelos aéreos, las actividades turísticas, la ”comida basura”, las bebidas azucaradas, la carne procesada… En contraste, el PSOE y Podemos solo hablan genéricamente de “revisar” o “evaluar” la fiscalidad ecológica sin plazos a la vista, sin concreción por sectores de actividad, sin cantidades, porcentajes, objetivos e indicadores medibles y evaluables. Se niegan aplicar una euro-viñeta sobre el tráfico de camiones de transporte y no establecen ningún objetivo cuantificable para pasar el transporte de mercancías al tren a pesar del enorme impacto en la salud pública del creciente tráfico de camiones pesados y furgonetas que queman gasoil.
Ponen como un hito la futura aprobación de una ley del cambio climático pero como hemos visto en Catalunya y Mallorca, estas leyes generales sin políticas concretas sirven para bien poco.
La orfandad política del ecologismo es casi total.