La trágica caída de un niño en un pozo de Andalucía inició una gran movilización de solidaridad, recursos, de talento técnico y atención mediática. Con una rapidez inusitada, sin escatimar ningún medio ni ninguna maquinaria, se pusieron manos a la obra para sacar al niño del pozo. No hubo largas discusiones políticas sobre el gasto ni sobre las necesidades del despliegue de equipos técnicos de rescate de todo tipo. No se presenció ningún debate político bizantino ni ideológico que interfiriera las tareas en su lucha fraterna. Simplemente se actuó con gran urgencia y con los medios al alcance, con la máxima unidad y la mejor coordinación profesional en medio de una enorme cobertura de los medios de comunicación.
El viernes pasado más de un millón de jóvenes de todo el mundo ocuparon las plazas y arrancaron a gritar “socorro” ante la emergencia climática. Una parte de la juventud valenciana empieza a sentirse que están siendo abandonados en el fondo oscuro de un pozo ambiental que cortará de lleno sus aspiraciones de bienestar y futuro. Han comprendido que el oscuro y seco pozo del colapso climático combinado con la imparable devastación ecológica asociada al crecimiento material de la economía está ahogando cualquier futuro digno para la humanidad y los ecosistemas vivos de los que dependemos.
En gran contraste con la enérgica respuesta al pobre niño atrapado en el pozo, hasta ahora nadie ha respondido con solvencia a esta solicitud de socorro para que gobiernos y países pongan los pies en la Tierra. Ningún gobierno ha salido a su rescate con todos los medios de emergencia disponibles y ante las próximas citas electorales las agendas políticas siguen aplazando hacia un futuro indeterminado toda acción seria de socorro a la altura del desafío existencial. Hasta ahora la tremenda debilidad de la acción política a favor de un rescate planetario nos hace temer el mismo desenlace fatal que el niño en el pozo.
Mina de carbón a cielo abierto en Villablino, León