Pido a los políticos de todos los colores que dejen de utilizar la palabra sostenible.
"Sostenible” es una palabra que arde estupendamente en la hoguera de las vanidades políticas. “La movilidad sostenible”, “la alimentación sostenible”, “el turismo sostenible”, “el urbanismo sostenible” o “la construcción sostenible” son pregonados a los cuatro vientos por nuestras autoridades políticas y los demás élites. Nos machacan descaradamente con el uso cínico y falso de un término en su afán de buscar un aplauso ciudadano por su pretendida preocupación por el medio ambiente y la biodiversidad, la lucha contra el cambio climático, la salud y la conservación del patrimonio histórico y natural. Por el contrario, en la práctica sobre el terreno valenciano (las acciones, la cifras y los indicadores biofísicos) el uso repetido del adjetivo “sostenible” suele anunciar unos impactos reales nefastos que son todo el contrario de la sostenibilidad ambiental. ¡Todos a tierra, que viene “lo sostenible”!
Aunque lo ignora olímpicamente nuestra clase política, la sosteniblidad significa reducir el consumo de recursos en términos absolutos, es decir adelgazar la escala de la economía física. Así, para hablar en serio de sosteniblidad es muchísimo más que plantear unas placas solares, unos carriles bici, el reciclaje o aumentar ligeramente la eco-eficiencia con la “economía circular” tan cacareada . La sostenibilidad solo se consigue al menguar la escala física del número total de coches, al frenar en seco a la pérdida de biodiversidad, de los suelos valiosos, de las tierras fértiles de huerta. No significa un consumo más limpio sino menos consumo de todo. No significa más reciclaje sino menos generación de residuos. No significa más depuradoras sino menos extracción y consumo de agua, como menos extracción de carbón, de madera y de minerales en términos absolutos, Quiere decir más huerta total con menos destrucción urbanizadora. No se trata solo de entrar en un supermercado con productos bio, "naturales" o "locales, sino poder comprar con muchísimo menos(o sin) plástico, aluminio, cristal y cartón. Quiere decir la progresiva eliminación de embalajes y no solo de su reciclaje o re-utilización. Significa menos cantidades totales de antibioticos, fitosanitarios, pesticidas y nitratios en nuestra agricultura y ganadería. No quiere decir solamente más carriles bicis y mas zonas peatonales sino menos coches totales circulando. La eco-eficiencia solo puede ayudar alcanzar al sostenibilidad si hemos regulado unos techos legales máximos de consumo sostenible, ahora inexistente y que ni siquiera planteado politicamente. Es decir, legislar unas cantidades totales de consumos y emisiones que se reducen progresivamente cada año. En suma, quiere decir la suficiencia.
Esta política de suficiencia es necesaria y es posible hacer sin dañar la calidad de vida de la gente de aquí y, además, es imprescindible hacerla para poder ser mínamente solidarios con las personas del Sur global con quienes tenemos que compartir un planeta finito que no solo no crece sino se encoge en su capacidad de carga bajo las crecientes presiones poblacionales y bajo unas demandas de consumo que se disparan.
No basta una mayor eco-eficiencia y más reciclaje porque puede alimentar mediante un “efecto rebote” aún más el crecimiento del consumo, del volumen total materiales, emisiones y residuos.
Es mentira que nuestra vida de sobreconsumo y de despilfarro pueden seguir igual con solo cambiar nuestras pautas de reciclaje y de compras. La ideología detrás del "la economía circular" crea una falsa confianza de que que con unos ajustes tecnológicos modernos y con el aumento de la re-utilización de materiales y del reciclaje podemos seguir aumentando el consumo de materiales. "El efecto rebote" de la eco-eficiencia come todo o casi todo de los ahorros de la eficiencia porque aumenta la demanda del consumo al reducir el precio y abaratar los procesos industriales. Lo que se gana por un lado se pierde por otro al estimular más la demanda. Es rotundamente falso y incluso desafía las leyes de la física que podemos ser más “sostenibles” comprando más. El "desacoplamiento" de la economía expansiva de la destrucción ambiental es un mito. Solo funciona a nivel relativo: se aumenta el consumo y el crecimento con un poco menos de materiales. Pero en términos absoluitos, lo que importa para la naturaleza, se aumenta el consumo, la extracción y la inssotenibilidad de nuestra relación con el planeta.
¿Que es un techo ecológico? Actualmente no hay límites: el cielo es el límite. Si hubiera techos ecologicos sobre los volumenes de consumo (con medidas fiscales y de penalizaciones para desincentivar el consumo de materiales), entonces la ecoeficiencia podria ayudar. Sin regular unos techos de volúmenes absolutos de consumo las medidas de eficiencia pueden seguir alimentando el aumento consumo insostenible, además de la engañosa satisfacción de que estamos defendiendo el medio ambiente.
Una estrategia política muy manida es magnificar lo “sostenible” anecdótico para tapar la insostenibilidad global en un campo de actuación pública o privada. En otras palabras, publicitar hasta la saciedad un pequeño ejemplo “verde” para desviar la atención de una realidad ambiental general cada día más “negra”. Esto sucede con la “movilidad sostenible” en Valencia. Una série de modestas actuaciones loables a favor de la bicicleta y el peatón, sobretodo en el centro histórico de la ciudad no pueden esconder el hecho irrefutable de una cifras que evidencian que cada años entran y circulan más coches en la ciudad que arroja unos niveles muy insalubres de contaminación en los lugares donde trabajan, estudian y viven la mayoría de la ciudadanía valenciana. En este contexto de expansión motorizada la promoción de la bici es un hecho anecdótico positivo que se utiliza para la muy cínica y falsa noticia de que Valencia está en la vanguardia de la “movilidad sostenible” y para evitar un debate serio sobre las medidas serias necesarias para reducir globalmente el desbocado uso del coche en la ciudad.
"Valencia capital de la alimentación sostenible” es otro slogan publicitario que se deshace como un azucarillo ante un análisis más ponderado. La mayoría de los alimentos que se venden como “sostenibles” están hechos con agrotóxicos. En volúmenes totales cada vez se utilizan en la Comunidad Valenciana más antibióticos, más pesticidas y más fitosanitarios de todo tipo.
Hay que decirlo muy fuerte: NO ES COMPATIBLE. Los voceros políticos de “lo sostenible” suelen afirmar que toda actuación destructiva es “compatible” con la protección ambiental cuando es una clamorosa y evidente obviedad que no lo es. Es deshonesto y delirante que afirmen que la ampliación de los carriles de los autovías de acceso a la ciudad es “compatible” con la protección de la huerta y la “movilidad sostenible”. Es chocante que la nueva construcción de un enorme centro comercial periférico en Parterna puede presentarse como “sostenible” y “verde”. Es chirriante que anuncien que un hotel de 30 plantas en el Puerto puede “integrarse paisajísticamente” y ser “sostenibles”. Es un insulto a la inteligencia ciudadana que la destrucción definitiva de la Huerta de la Punta será “compensada” por un “corredor verde” y la plantación de unos árboles. La construcción de grandes torres de lujo en el Parc Central y miles de viviendas nuevas nunca será “compatible” con la sosteniblidad desde la perspectiva de emisiones, materiales, consumos o tráfico.
Los problemas son urgentes y se empeoran. No es verdad que “poco a poco vamos cambiando” o que “cuesta mucho cambiar después de tantos años del PP”. Aquí el problema no es la temporalidad sino la direccionalidad. No es que hace falta más tiempo para hacernos “más sostenible”; es que cada día somos más insostenibles porque seguimos yendo en la dirección equivocada de más consumo de todo, más emisiones, más sustancias biocidas, más materiales, menos tierra fértil y más residuos. Sin hablar de reducir los volúmenes globales nunca avanzaremos hacia la sosteniblidad y seguiremos contribuyendo a mas daños y catastrofes de todo tipo. Globalmente las dirección de las políticas valencianas siguen siendo desarrollistas y extractivistas, siguen rematando el territorio, el aire y la biodiversidad, de aquí y de países lejanos de donde proceden gran parte de nuestros artículos de consumo y materiales. Es una política de tierra quemada sin marcha atrás. No hemos girado y lo atestigua la practica totalidad de las las cifras biofísicas del aire, el agua, las sustancias químicas, la energía, los residuos, uso de materiales de todo tipo, consumo de plástico y otros embalajes.
En el debate político cabe todo pero los hechos biofísicos del medioambiente son como unas rocas que no se deshacen con la retórica política ni con unos gestos simbólicos. Tomemos la vida en serio, por favor.