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Los Verdes

2 août 2016 2 02 /08 /août /2016 07:05
¿El Mijares muerto?

El río Mijares es el tesoro más valioso, singular y querido de Olba y constituye su valor más distintivo y único junto a su bosque de ribera, sus campos agrícolas, sus montañas y sus barrios dispersos. El río ha sido la fuente de vida y bienestar del pueblo en el pasado y también lo es en el presente. También es un secreto a voces que el río Mijares está enfermo y la vida que en él latía ha mermado en gran medida. A pesar de las muchas evidencias de la progresiva muerte del río Mijares a su paso por Olba hasta la fecha hay un incomprensible mutismo institucional. Carece de respuesta a escala estatal, municipal y aragonesa el estado preocupante de este bien común tan preciado y delicado, que no siendo de nadie y siendo de tod@s es a su vez fuente de valiosos bienes y servicios de todo tipo.

 

Desde hace años se observa un declive progresivo de todo tipo de vida acuática en el río Mijares a su paso por el valle de Olba. Son numerosas las evidencias empíricas de esta decadencia general de la vida en el río, ya no hay peces en sus caudales fluctuantes, no se ven ni truchas ni barbos, en consecuencia tampoco puede haber pescadores en su paisaje. Han desaparecido la gran mayoría de las serpientes de agua, apenas hay anfibios como son las ranas, que son indicadores del buen estado de la calidad y salud ambiental de sus aguas. Las pequeñas criaturas que hasta hace pocos años lo poblaban cuando se levantaban las piedras de su cauce hoy ya no están. Donde en otro tiempo aparecía una palpitante vida de seres minúsculos y donde había un gran bullicio viviente hoy solo aparece la “primavera silenciosa”, el nombre que la reconocida científica Rachel Carson daba a las consecuencias de la espiral de muerte de la biodiversidad sembrada por los tratamientos con insecticidas y herbicidas tóxicos en jardines y campos.

 

Hoy sabemos científicamente que los ríos son ecosistemas vivos, singulares, dinámicos y complejos, con necesidades propias y metabolismos frágiles que han de respetarse y cuidarse con esmero. No son tuberías ni simples caudales de agua con crecidas y bajadas en volúmenes y fuerza. Por ello hay que evitar la falsa y reduccionista visión ingenieril que reduce las realidades y funciones de los ríos a simples cantidades y movimientos hidrológicos y al desplazamiento de sedimientos. Las complejas comunidades entre tierras, aguas, especies animales y vegetales y el bosque de ribera son partes vivientes del río Mijares.

 

Este evidente emprobrecimiento de la biodiversidad acuática suele ser consecuencia directa de la baja calidad química y orgánica de las aguas fluviales causada por vertidos contaminantes de diverso origen que enferman y matan. Aunque por ahora no hay un diagnóstico certero sobre el estado de salud de las aguas del río Mijares a su paso por Olba mediante unos análisis bioquímicos y biológicos cualificados científicamente de las aguas y sedimentos, rigurosos, completos y realizados en todas las épocas del año, más allá de algunas mediciones voluntaristas. Seguramente las autoridades responsables no quieren destapar malas noticias ni identificar más problemas que deberían afrontarse mediante soluciones adecuadas. Esta política negacionista del avestruz, en este caso suele difundir explicaciones surrealistas de todo tipo que tienden a negar y normalizar la actual decadencia de la vida orgánica en sus aguas. Se promueve así la confusión ciudadana y el desentenderse del problema real de las presiones humanas que padece llegándose incluso a “tirar las culpas” al propio río.

 

Estas respuestas del “no sabe ni contesta” por parte de las instituciones y autoridades muestran una falta de transparencia y una grave irresponsabilidad socioambiental. Probablemente también encubren actuaciones ilegales por el incumplimiento de las normativas del derecho a la información ambiental y del principio legal de “no deterioro acuático” en un río como el Mijares, que por el reconocido valor ambiental de sus ecosistemas goza de la máxima protección por parte de las leyes ambientales (Red Natura 2000, Directiva Habitat de la Unión Europea y la Directiva Marco del Agua), que obligan a poner por delante la preservación ecológica a otro tipo de intereses. En medio de esta huida de responsabilidades públicas e institucionales no resulta sorprendente la táctica de matar al mensajero y el negacionismo ante las malas noticias: quien señala la gravedad ecológica y social de la situación de las aguas inmediatamente es acusado de “alarmista" y "exagerado" al tiempo que se buscan todo tipo de explicaciones para poder confirmar el "buen estado" de las aguas del río.

 

Pero no hay que ser un premio nobel para adivinar algunas de las principales causas de los males del río que están matando y empobreciendo la vida en sus aguas. La ruina del bien colectivo de la calidad de las aguas del río es víctima de una suma de incontables acciones cotidianas de individuos, empresas, instituciones y Ayuntamientos, que caban vertiendo alegremente residuos contaminantes y peligrosos de todo tipo: domésticos, agrícolas e industriales. Aguas arriba hay una cercana fábrica de fertilizantes agroquímicos, una piscifactoría de esturiones y diversas actividades empresariales cárnicas en la comarca, que generan numerosos desechos contaminantes. Según afirman algunas voces e informaciones, desde municipios río arriba, como Manzanera o Sarrión, se vierten al río muchos residuos contaminantes con escasa o nula depuración. En contraste, otras informaciones apuntan a que la calidad de las aguas y la riqueza de biodiversidad reaparece y es bastante mayor en algunos pueblos río abajo, que pertenecen a la Comunidad Valenciana y que cuentan con sistemas tecnológicos de depuración y tratamiento de los vertidos más eficaces.

 

Resultan ser muy dañinas, abusivas e innecesarias las condiciones que impone al río y al municipio de Olba la empresa privada hidroeléctrica, que en el valle de Olba tiene derechos concedidos de corte de una gran parte del caudal natural del río, que extrae y desvía por el canal construido en las entrañas de la montaña. Esta fuerte regulación artificial del río crea un enorme perjuicio ambiental al reducir sus aguas dramáticamente, lo que a su vez intensifica el resto de las agresiones causadas por los vertidos contaminantes que sufre el río y sus ecosistemas. No hay ningún balance positivo posible, ni para el río ni para Olba, ni ecológico ni social, en el mantenimiento de la actividad de esta anticuada central hidroeléctrica de Iberdrola. Sus turbinas apenas producen electricidad si las comparamos por ejemplo con la energía producida por un solo molino eólico (en Agosto, 2016 la central del Valle de Olba de Los Pertegaces solo produce 600 Kilowatios/hora de electricidad mientras que un solo molino eólico de los muchos que hay en la zona produce 2000 Kilowatios/hora).  Todo lo que produce Iberdrola son males. Por tanto, se hace prioritaria la meta política de conseguir que el cauce del Mijares recupere todo su caudal natural de agua.

 

Ya no sale gratis la preservación del río en su múltiple riqueza biogenerativa y social a causa de las muchas agresiones que padece, y esta realidad exige un esmerado esfuerzo y un coste en su mantenimiento, reparación y conservación. También se da el absurdo de que los vecinos pagan un canon público de agua sin recibir a cambio servicios de depuración de las aguas residuales, y para colmo la recaudación económica de dicho canon va a parar a otras administraciones fuera de Olba y se dirige a otros fines. Tampoco se da una relación proporcional y justa entre la cantidad de dinero que los residentes pagan como canon de aguas y la cantidad real de aguas residuales tratadas o sin tratar que vierten al alcantarillado y al río. También sería de justicia que las actividades y vecin@s que generen más aguas residuales vertidas sin depurar al río paguen más por los costes de depuración y restauración del mismo.

 

Es lamentable que la prevención de los vertidos y la depuración eficaz de aguas residuales aún no sea una prioridad política en el Valle de Olba y en la comarca. Tampoco existe un control real con prohibiciones y medidas sancionadoras frente a infracciones sobre los vertidos de sustancias muy dañinas y peligrosas para la salud de la gente y los ecosistemas (muchas de las cuales no se eliminan incluso cuando son tratadas mediante depuradoras) como son los agrotóxicos herbicidas y pesticidas, los productos de limpieza corrosivos y no biogradables, las grasas y aceites usados de cocina y de motores, la gran cantidad de sustancias químicas venenosas y abrasivas utilizadas para la limpieza, o como son otros tipos de residuos sólidos que se tiran por los wateres, como las toallitas, los medicamentos y un sinfín de residuos no orgánicos que finalmente acaban en el río.

 

En muchos de los municipios de Gudar-Javalambre y en el mismo municipio de Olba, que tienen grandes fluctuaciones de presión poblacional con altas subidas en los periodos vacacionales, los sistemas de depuración brillan por su ausencia o son muy ineficaces, y en consecuencia gran cantidad de aguas residuales se vierten directamente al cauce fluvial sin recibir tratamiento alguno. Ante estos crecientes vertidos que sufre el río suele plantearse la falsa disyuntiva de elegir entre unas grandes y caras infraestructuras de depuración (muchas veces ineficaces por su gravoso mantenimiento) y, por otro lado, el seguir sin hacer nada dejando que las aguas residuales olbenses se viertan al río sin tratamientos previos. Pero hay una tercera opción posible, menos costosa y más eficaz: las pequeñas depuradoras biológicas diseñadas por profesionales y bien adaptadas a las características singulares de cada barrio de Olba.

 

Hasta ahora abundan las actuaciones que favorecen un Mijares muerto y son menos las que ayudan a un Mijares vivo. Por ello son urgentes los cambios en nuestra orientación ética y práctica si queremos que el rio recupere su vivacidad.

 

 

MARA CABREJAS

 

DAVID HAMMERSTEIN

 

 

Olba, Teruel

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