Nuestros líderes políticos no toman en serio el cambio climático ni priorizan las políticas climáticas. A juzgar por los discursos de los principales líderes españoles, son unos extraterrestres: no suelen hablar ni del aire ni de la tierra ni de los animales, las plantas, ni siquiera de nuestra salud y de nuestros alimentos. La vivacidad que nos rodea y nos sustenta no es prioritaria en sus agendas políticas. No parecen tener los pies sobre la tierra.
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El acuerdo alcanzado en la cumbre de París sobre el cambio climático fue un éxito político pero no un éxito climático. Después de París sigue existiendo una gran contradicción moral entre las advertencias científicas sobre la extrema gravedad de la situación y las débiles, ambiguas y retóricas respuestas climáticas institucionales. A grandes rasgos es verdad que es positivo el que se haya reconocido casi universalmente la importancia del cambio climático y que se haya apostado por unos objetivos “ambiciosos” de reducción de emisiones a largo plazo. Sin embargo, la cumbre de París ha fracasado estrepitosamente al no asegurar ni los medios, ni los plazos ni las obligaciones vinculantes para enfrentarse a la envergadura de la crisis que se nos viene encima.
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Necesitamos como el agua una enorme movilización institucional y financiera sin precedentes de solidaridad social, cooperación técnica y cambio cultural pero la casi totalidad de nuestra esfera política sigue priorizando el crecimiento económico a toda costa, la competitividad y el comercio internacional por delante de una acción climática eficaz. Así las instituciones políticas y los grandes actores económicos siguen anclados en un negacionismo práctico. No niegan el problema ni sus causas pero al mismo tiempo sus acciones concretas en la realidad biofísica no alivian ni revierten los múltiples impactos biocidas del cambio climático.
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Ante la contradictoria, tímida e irresponsable respuesta política al cambio climático, la eficacia real a todos los niveles dependerá de la capacidad de amplia reacción ciudadana en defensa de los bienes comunes naturales. Nos urge la construcción de una tupida y masiva red solidaria global de acciones concretas, comunitarias e institucionales, para responder a las crecientes y múltiples crisis socio-ecológicas que ya están golpeando a centenares de millones de personas. Probablemente, será la misma pedagogía de la catástrofe que acabará bajando los políticos extraterrestres a tierra. Esperemos que no sea demasiado tarde para evitar lo peor.