No hace falta reinventar la rueda para reducir la tóxica contaminación motorizada del aire de Valencia. Existen soluciones muy sensatas, variadas y viables si nuestros gobernantes tienen la suficiente voluntad política para llevarlas adelante, a pesar del conflicto que pueden generar en algún sector particular que se resiste al cambio. El gobierno municipal recién estrenado ha de cumplir con su promesa de cambio poniendo por delante las metas del bien común, entre ellas la salud del aire de València.
Desgraciadamente las recientes medidas adoptadas por el Ayuntamiento de Madrid ante la nociva presencia de partículas biocidas en el ambiente urbano no serán ni de lejos suficientes para responder a la magnitud del secuestro malsano de un bien común tan necesario como es el aire que respiramos para vivir. Según algunos cálculos solo se ha reducido el uso del coche particular en 1% o 2% y no ha habido una mejora sustancial en los indicadores ambientales sobre la composición química del aire, a pesar de las novedosas y positivas iniciativas de reducción de la velocidad máxima y de eliminación de plazas de aparcamiento de ORA. Además, al aplicar medidas restrictivas solo en el centro urbano se corre el peligro de desplazar el tráfico a las periferias trasladando allí los problemas de la alta toxicidad del aire.
En consecuencia, conviene recordar que si se adoptaran una serie de medidas que ya han sido ensayadas y han sido exitosas en otras ciudades europeas se podría mejorar significativamente la calidad del aire que respiramos en Valencia y en otras ciudades. Una de las políticas que han conseguido reducir el tráfico en muchas ciudades ha sido la implantación de un peaje urbano o una “tasa de congestión”, que podría aplicarse al tráfico particular que penetra al centro de la cuidad por dentro de las Grandes Vías y el Jardín del Turia. El dinero así recaudado podría tener metas finalistas para contrarrestar la toxicidad del aire urbano generada por el tráfico, como son la mejora y abaratamiento del transporte público y las obras de peatonalización que la ciudad necesita.
La supresión de los grandes aparcamientos gratuitos podría ser una medida eficaz. La Universitat de València y la Politécnica en Tarongers ofertan grandes campos de aparcamientos en superficie que atraen a miles de coches cada día. Cerrar los aparcamientos, y otros similares, tendría un beneficio inmediato de bajada del uso del coche y de subida de la calidad ambiental urbana. Al tiempo se podría fomentar un pacto entre las universidades, el Ayuntamiento de Valencia y la Generalitat para conseguir un transporte público multimodal ampliado, mejorado y gratuito para todos los universitarios. Esto no es ninguna novedad, desde hace décadas muchas universidades fuera de España incluyen un pase para el transporte público en la matriculación de cada año.
El Ayuntamiento tampoco debería ceder ante las demandas del ocio nocturno dejando aparcar por las noches a los coches en el carril Bus. Además, tanto el Ayuntamiento como la Generalitat deberían adoptar medidas de "acción positiva" que animen a dejar el coche particular en casa cuando se va a trabajar. Se debería practicar la ejemplaridad pública restringiendo a los trabajadores funcionarios y contratados el acceso a los parkings públicos. Debería reducirse el aparcamiento de los vehículos particulares de los trabajadores en las grandes industrias, como son la fábrica Ford y las empresas situadas en el polígono Fuente del Jarro. Hay soluciones eficaces alternativas que no dañan la salud del clima urbano, como es organizar la recogida de los trabajadores en autobuses y como son los coches compartidos. Además, las autovías cercanas de la ciudad, como la V-15, el Bypass o el A-7 deben ofrecer el privilegio de un carril reservado para los coches que llevan 3 o más personas para animar el “car sharing”.
Otras medidas más contundentes serían las propias de “Fallas para todo el año”. En los días con subidas de contaminación o en periodos fijos se pueden aplicar muchas de las mismas medidas de restricción de tráfico para los no-residentes, para el acceso al centro de la ciudad y a otros puntos destacados de los barrio que se aplican durante las fiestas. El beneficio común sería aliviar y reconvertir parte de Valencia en unos entornos más amables y respirables para los viandantes, los ciclistas y toda la ciudadanía urbanita. Los nuevos hábitos de desplazamiento serían fáciles de interiorizar dado que la gran mayoría de las distancias en Valencia son relativamente cortas y por ello no supondría un problema insalvable el tener que coger el autobús o caminar algo más de tiempo para llegar a nuestro destino.
Para una vida ciudadana y comercial llena de vivacidad en cada barrio hoy resulta insensato seguir ampliando o abriendo grandes centros comerciales en las periferias de la ciudad. Estos imanes que atraen el tráfico rodado, como es el proyecto “Gran Mediterráneo”, o como es el complejo “Buen Aire", provocan un efecto de malos humos bien contrario a lo que se alude en su nombre. No hay justificación posible que valga para que el nuevo gobierno del Ayuntamiento de Valencia no tome medidas para conseguir una significativa disminución del tráfico que enferma a la ciudad y a sus habitantes.
No es un problema de falta de medios, ni de falta de información ni de falta de experiencia. Si no nos liberarnos de la dictadura del coche solo será por un déficit de valores morales y de justicia que alimenta la gran irracionalidad de contaminar aire urbano que respiramos cada día.
DAVID HAMMERSTEIN